Opinión

Somos guardianes de nuestros niños

Somos guardianes de nuestros niños Javier Torres/Aton Chile JAVIER TORRES/ATON CHILE

En las comparaciones internacionales, el sistema de salud de Chile es calificado como bueno o eficiente, lo que induce a pensar que las necesidades de atención de las personas por enfermedad se comparan favorablemente, sobre todo en el contexto latinoamericano. Estas evaluaciones utilizan en realidad la expectativa de vida al nacer, la atención profesional del parto, la sanitización del agua, la probabilidad de desnutrición o la cobertura de vacunas, que en nuestro país es muy elevada. Hoy, en un retroceso alarmante, este último indicador enfrenta riesgos sin precedentes.

Este año, la revista Nature reportó que, desde el inicio de la vacunación ampliada contra polio, tétanos, tuberculosis, sarampión, coqueluche, se ha salvado la vida de 154 millones de niños en el mundo, 100 millones menores de 1 año. Por cada una de estas muertes evitadas se ganaron 66 años de vida productiva, siendo esta estrategia la responsable directa del aumento de expectativa de vida que nos enorgullece. Más recientemente, y solo en el primer año de uso, se estima que la vacunación contra el Covid previno la muerte de 14 millones de personas en el mundo, 146 mil en Chile.

La vacuna contra el virus papiloma promete terminar con el cáncer de cuello uterino. La de la hepatitis B reduce el cáncer de hígado, y se investiga aceleradamente otras vacunas que pudieran prevenir otras formas de cáncer.

A fines del siglo XVIII, la introducción de la vacunación fue difícil. Se requirieron enormes esfuerzos, compromiso político y liderazgo para llevar adelante campañas que se transformaron en práctica establecida. Sin embargo, desde hace pocos años, el discurso antivacunas crece. Se basa en una supuesta libertad de elección individual, que no considera el bien colectivo que está en juego, y el riesgo que implica para la población más vulnerable que no se alcancen las coberturas adecuadas. Se argumenta también que en realidad es mejor que sean las defensas naturales las que se activen y que los niños que se enferman y sobreviven representan un fortalecimiento de la inmunidad natural, independiente de los riesgos que representa para millones. Frases como “todos tuvimos sarampión de niños y eso daba inmunidad de por vida. La vacuna no lo hace”, o “la decisión de vacunarse es un asunto solo personal”, representan de hecho una aproximación neoeugenésica que se pensaba extinta con las tragedias de esta ideología durante el siglo XX.

El riesgo es grave. El Comité de Inmunizaciones del CDC fue reemplazado por actores antivacunas. Los fondos de investigación para vacunas mRNA, cancelados. La interpelación es clara. Mantener una cobertura adecuada para nuestra población será mucho más difícil y necesitará más recursos. La propaganda en contra de las inmunizaciones deberá ser contrarrestada, con campañas, redes sociales y liderazgos significativos; que paradójicamente, lleve también a que las personas “elijan” vacunarse por entender que es el mejor camino.

Por Jaime Mañalich, médico

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