Cómo el bullying puede impactar a los adultos




El concepto bullying nace a partir del acoso que algunos niños y adolescentes realizan contra sus pares, usualmente en el contexto escolar pero también en otros espacios de reunión, como las plazas. Fue en la década de los setenta que Dan Olweus empezó a investigar sobre este fenómeno, y no fue hasta los ochenta y noventa que tomó más relevancia en la opinión pública, debido al aumento de casos en países como Japón, Estados Unidos y España. Según la teoría de Olweus, hablamos de bullying cuando un alumno “se encuentra expuesto, de forma reiterada y prolongada en el tiempo, a acciones negativas por parte de uno o varios alumnos”.

Pero aunque el bullying estaría marcado por el contexto infantil y adolescente, hay prácticas similares que traspasan la edad y que pueden afectar a las personas adultas. De partida, se ha comprobado con diversos estudios e investigaciones, que las personas que sufrieron bullying durante la edad escolar viven con sus consecuencias ya mayores. Uno de la Universidad de Warwick, por ejemplo, dio cuenta de que quienes habían sufrido acoso escolar o molestias reiteradas, mantenían secuelas que afectaban a sus relaciones de pareja, laborales, y a su salud, incluso a los 26 años.

Pero uno un poco más reciente, publicado en el American Journal of Psychiatry, arrojó resultados que dan cuenta de efectos del bullying, incluso en personas de 50 años o más. El estudio demostró que quienes sufrieron bullying en la niñez tenían más probabilidades de tener una mala salud física y mental, así como problemas cognitivos. Por lo general tienden a la depresión, e incluso tienen pensamientos suicidas.

El estudio va incluso más lejos, y asegura que también existirían consecuencias económicas: quienes sufrieron bullying tendrían menor acceso a la educación superior, y más probabilidades de vivir periodos de cesantía y ganar menos que sus pares.

Considerando que el bullying tiene estas consecuencias negativas cuando ha sido practicado en la infancia ¿qué pasa si se hace o recibe bullying siendo adultos? Lo cierto es que en términos formales, los adultos no participarían de este fenómeno, en cuanto está teóricamente asociado a la niñez y adolescencia. Pero sí existen situaciones de acoso que traspasan la mayoría de edad, cuyos efectos no son menores.

Mobbing

Se conoce como mobbing a situaciones de acoso laboral, que se dan dentro de un contexto laboral, y que puede involucrar a pares, así como también a superiores y subordinados. Según la Dirección del Trabajo, son cinco situaciones puntuales las que describirían este tipo de acoso:

1. Cuando los superiores jerárquicos niegan la posibilidad de comunicarse adecuadamente a un trabajador; silenciándolo, cuestionando la calidad de su trabajo, criticando la vida privada y amenazándolo con el fin de aislarlo.

2. Cuando los pares rehuyen de un trabajador y no le hablan, o cuando los mismos superiores prohíben que se le hable.

3. Los chismes, ridiculización, burla de alguna discapacidad, herencia étnica o creencia religiosa, de su manera de moverse o de hablar, humillaciones y ataques a su reputación o calidad profesional.

4. Cuando no se le asignan tareas o se le asignan unas sin sentido, que son imposibles de realizar o inferiores a sus capacidades, así como cambios frecuentes en sus deberes y responsabilidades.

5. Los ataques dirigidos a la salud de la víctima, como violencia verbal o amenazas de violencia física, exposición a trabajos de alto riesgo o exigencias y demandas complejas, y cualquier tipo de agresión física o psicológica.

Ciberacoso

Las redes sociales son una herramienta que miles de personas han sabido aprovechar para su beneficio personal y laboral, pero también son un espacio más donde se puede acosar o maltratar a otras personas, especialmente considerando que en internet es muy fácil gozar de anonimato, y que es un espacio donde pocas veces hay repercusiones reales.

Ciberacoso se define como acoso o intimidación por medio de tecnologías digitales. Esto puede darse en redes sociales, plataformas de mensajería, plataformas de juegos y teléfonos móviles. Es reiterado en el tiempo, y tiene como objetivo asustar, enojar o humillar a personas. Si bien los niños y adolescentes también corren el riesgo de sufrir de ciberacoso, en cuanto es una forma de traspasar las paredes de la sala de clases, especialmente en tiempo de telecolegio, los adultos también pueden sufrirlo en sus distintas formas.

Según Unicef, hablamos de difundir mentiras o publicar fotografías vergonzosas de alguien en redes sociales, enviar mensajes hirientes o amenazas a través de plataformas de mensajería, o hacerse pasar por otra persona y enviar mensajes agresivos en nombre de dicha persona.

La principal diferencia entre el bullying infantil o adolescente y lo que pasa con los adultos, es que los primeros aún se están desarrollando en términos cognitivos e identitarios, y muchas veces los problemas que provocan se basan en sus propias inseguridades o situaciones que están viviendo en sus casas, en un contexto familiar. Pero los adultos son personas responsables por sus acciones, que no se pueden excusar de la misma forma que los más chicos, y es por esto que existen medidas legales para frenar situaciones de acoso laboral o cibernético.

Aquí también juega un rol clave la empatía, o capacidad que tiene una persona de percibir los sentimientos y emociones de otros, reconociéndolo como un individuo similar con un mundo propio. Porque aunque lo lógico es no hacerle a otros lo que no quieras que te hagan a ti, en algunos contextos o situaciones esa idea se va perdiendo. ¿Y cómo le vamos a enseñar a los niños de empatizar con sus pares si no somos capaces de hacerlo nosotros mismos?

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