Madres manipuladoras: Cómo sanar el daño




Mi madre me manipuló desde que era pequeña y creo que nunca tuvo consciencia de aquello. Recuerdo que me pedía que me desmayara para que mi padre sintiera culpa por llegar tarde y con trago. Cuando eso pasaba, me decía: ‘así no lo hará más’. Desde niña fui su compañera y confidente. Éramos muy unidas, relación que se afianzó todavía más cuando me casé y me fui de la casa. A lo largo de los años sus manipulaciones fueron disminuyendo. Solo recuerdo una vez que me dijo que tenía que estar a su lado para superar una depresión que la tenía en la cama. Sin embargo, esa vez no la fui a ver más hasta que estuvo bien. Por mucho tiempo sentí que ella me había arruinado la vida por todo lo que me hizo hacer en mi niñez. Sentía que me había utilizado como un objeto para controlar a mi padre, tema que tuve que tratar con psicólogos y psiquiatras, y que debí hablar con ella como parte de mi terapia. Mi madre murió en 2015 y con ella se fue parte de mí. La amaba con todo mi corazón y la perdoné en vida. Creo que los traumas con las madres deben enfrentarse para poder sanarnos. Ahora la pienso cada día y la extraño”, cuenta Millaray Olguín (51).

La experiencia que relata Millaray es quizás una de las vivencias más fuertes que pueden vivir los hijos con sus madres, pues la manipulación trauma. Al respecto, Paulina Pérez, psicóloga de Vidaintegra, señala que “manipular o intentar hacerlo en la maternidad suele ser común en la crianza y para que los niños hagan caso, coman su comida o pongan fin a una pataleta. Esto de manera muy ocasional, no es un problema si se hace con una buena intención y con un objetivo educativo. Pero si se hace de una forma negativa, estamos hablando de intentar controlar a otra persona de forma constante en sus pensamientos, sentimientos y/o actos. Y eso es una forma de maltrato psicológico que puede ir de leve a grave, pues muchas veces se minimiza la creatividad del otro individuo y se le impide su libertad de ser él mismo. El que manipula constantemente y en diversas áreas de la vida de otro sujeto desea que las cosas salgan según sus parámetros de evaluación de realidad”.

Madres que quieren saber todo lo que les pasa a sus hijos e hijas, que controlan sus conductas para que hagan lo que ellas consideran “correcto”, que no les permiten ser creativos y que se molestan cuando hacen algo diferente a lo indicado son solo algunas de las características de las madres manipuladoras. A estas se suman otras que Pérez describe acá: “Se deprimen si empiezan a ser más independiente, siendo muchas veces posesivas e incluso alejándolos de ciertas amistades. Son poco empáticas, mayormente egoístas, con necesidad de tener el control o la atención de ese hijo o hija”.

¿Qué hay detrás de una madre manipuladora?

La relación más fundamental de un ser humano es la que establece con su madre. Es con ella con quien se descubre el mundo, se establece la confianza básica para relacionarse con los demás y con quien nos configuramos como individuos sanos.

Sobre ello, la psicóloga Patricia Aitken expresa que “Tengo una frase que digo algunas veces: ‘Siempre es la madre’. Si vemos a una persona sana es consecuencia de la madre y si vemos a una persona enferma es resultado de la madre. Es tremendo decirlo, dado que conlleva una enorme responsabilidad para ellas, pero creo que realmente es así. Cuando hay una mujer emocionalmente sana criando a sus hijos, los niños van a crecer libres y seguros. A nadie se le enseña a ser madre, por lo tanto el ejercicio de la maternidad es un reflejo de lo que nos ha ocurrido a nosotras como hijas y se relaciona con las experiencias de nuestra infancia”.

Sobre cuál es el origen de la conducta manipuladora de algunas madres, la psicóloga Romaneth Arratia explica que esas mujeres tuvieron un vínculo dañino, que se traumatizaron en la infancia y que en la adultez -inconscientemente- replican ese modelo dañando en sus hjos. “La madre necesita a ese hijo para poder desahogar muchas de sus frustraciones, necesitan tener el control de la vida de ellos porque de alguna forma sienten que logran controlar algo en sus vidas, y por lo tanto, no soportan su autonomía”.

Al respecto, Paulina Pérez agrega que las madres buscan, a través de la manipulación, el control del otro para gratificar sus propias necesidades personales. Estas pueden ser necesidad de seguridad, perfección y de ser validadas socialmente a través de ellos. “Hay también un tipo de madre manipuladora más compleja, que sería el caso de la narcisista perversa, un tipo de personalidad que intenta destruir la energía y autoestima de otros para sentirse superior causando un daño más grave en la psicología del niño”.

El daño y reparación

Los hijos de una madre manipuladora pueden desarrollar ansiedad, síntomas depresivos, sentimientos de inferioridad e ineptitud. Así lo describe Paulina Pérez, quien sostiene que “si la manipulación es constante, puede causar además traumas como el miedo a ser reprochados por la sociedad, el miedo a ser ellos mismos o a cometer errores, el miedo a ser independientes y el temor a someterse a relaciones de pareja donde exista maltrato y manipulación. También padecen de pérdida de energía para progresar en los propios sueños y miedo a que los otros puedan manipularlos”.

Para sanarse de una historia madre-hijo así, la psicoterapia es fundamental para trabajar los procesos de apego en la infancia, traumas infantiles, miedos, secuelas psicológicas de alguna experiencia no elaborada y así disminuir la sintomatología o psicopatología asociada al trauma. “Una psicoterapia avanzada en un paciente adulto tiende a llegar a etapas de la infancia que son necesarias reparar o resignificar con el fin de integrar aquellas experiencias para que no generen daño emocional”, señala Pérez.

Una terapia que, según Romenth Arratia, será dolorosa porque implicará una separación emocional con la madre que puede provocar temor. “Por eso, es importante que el proceso terapeútico se haga en un espacio serio y amororo. Una decisión que sin duda ayudará a sanar”.

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