Paula

Hablemos de amor: Me terminó un bot

Dalia reincidió en una relación que sabía no le hacía bien. Lo que no imaginó fue que la despedida llegaría escrita por una inteligencia artificial: correcta, educada y sin un gramo de humanidad.

Tuve varias citas con distintos hombres, pero con él era distinto: siempre reincidía. Tal vez por las mismas razones por las que tengo atracones de helado de chocolate-brownie: me gusta, lo disfruto y me da confort. Pero después llegaban la tristeza y el arrepentimiento. Y el ciclo se repetía, porque —seamos honestos— es difícil resistirse a un helado de chocolate-brownie, aunque una sepa que, al final, no le hace bien.

Lo que no me esperaba era terminar una relación por medio de la inteligencia artificial. Así fue, tal cual: ChatGPT me dio la despedida.

Lo conocí en plena crisis, pero yo tenía energía de sobra para los dos, y me seducían las novedades que traía esta relación. Esa energía, sin embargo, pronto se transformó en ansiedad: había días en que me buscaba y otros en que desaparecía; días en que quería verme y otros en que no. Las señales de su interés mediocre estaban ahí, pero una se engaña, sobre todo cuando se siente sola. Y no lo culpo del todo: yo tampoco tuve el coraje de ponerle fin a esta historia.

Hasta que un día, lo que en otras ocasiones se habría resuelto con una discusión y mi eterna paciencia para perdonar o aguantar una y otra vez, terminó en un mensaje más definitivo de mi parte. No quería terminar la relación, pero sentía que la paciencia se me estaba agotando, así que fui más directa. Le manifesté la tristeza que me provocaba el tipo de vínculo que estábamos teniendo y le dije que me costaba encontrarle sentido. Confieso que lo que esperaba era que recapacitara; no tenía tan claro romper con él. Pero lo que recibí fue el siguiente mensaje:

“Gracias por compartir lo que sientes conmigo de forma tan honesta. Sé que no ha sido fácil expresarte de esta manera, y valoro mucho que lo hagas. Tienes razón en varios puntos. Mi comportamiento ha sido inconsistente y entiendo cómo eso puede haberte afectado. Nunca fue mi intención hacerte daño, pero veo ahora que mi forma de manejar las cosas, no ha sido justa contigo. Lamento sinceramente que esto haya generado tanta incertidumbre y ansiedad en tu vida. Creo que es importante que ambos podamos avanzar hacia algo que nos haga bien. Estoy de acuerdo contigo en que lo que hemos tenido no ha sido saludable ni equilibrado para ninguno de los dos. Quiero que encuentres la tranquilidad y el amor que mereces, alguien que te valore y te haga feliz de la forma que necesitas. Te agradezco por los momentos compartidos y espero de corazón que todo mejore para ti. Siempre te desearé lo mejor. Cuídate mucho”.

Se lo mostré a una amiga y, sin dudarlo, me dijo que era obvio que lo había escrito la inteligencia artificial. Yo no lo podía creer. No el hecho en sí, sino darme cuenta de que le importaba tan poco, o que nuestra conexión era tan débil, como para no ser capaz de conversarlo en persona, llamarme o, al menos, redactar él mismo una respuesta con sus verdaderas emociones.

Después supe que había copiado todos mis mensajes y se los había entregado a ChatGPT para que le redactara una respuesta. Lo descubrí por el tono —frío, genérico— y porque el patrón siempre es el mismo: lamentar lo sucedido, agradecer la honestidad, reconocer los errores, prometer que la otra persona merece algo mejor y, como broche, desear “de corazón” lo mejor.

Que me quieran o no, que le guste a alguien o no, claro que me daña el ego, pero lo puedo entender. Que alguien busque solo un buen polvo y no quiera involucrarse más allá, también lo entiendo. Lo que no puedo entender, lo que rosa el estrés postraumático, es que alguien con quien has tenido una relación, con quien has compartido intimidad más allá de la cama, a quien le has confiado tus deseos y angustias, le dé una orden a una máquina para “deshacerse del problema”. Que haya tan poco respeto por el vínculo, tan poca conexión, que ni siquiera me considere merecedora una despedida honesta.

El tema da para mucho. Quizás lo siguiente sea enfrentarnos a hombres que le pidan a ChatGPT que directamente les escriba los mensajes para seducir, aunque no me cabe duda de que algunos ya lo hacen.

Lo cierto es que, sin darnos cuenta, hemos dejado entrar a un tercero en nuestras relaciones. Y no me refiero a un amante o a un “trío” en el sentido tradicional que tanto escandaliza a una sociedad conservadora, sino a un tercero más silencioso y constante: una inteligencia artificial que responde por nosotros, que “habla” en nuestro lugar y que diluye la autenticidad de los vínculos.

Tal vez ha llegado el momento de establecer límites claros desde el inicio: si vas a estar conmigo, háblame tú, con tus palabras, tus emociones, incluso tus torpezas. Y, por favor, que quede claro: no respondo a los bots.

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