Política

¿A dónde se fueron los indecisos de esta presidencial?

Los bajos porcentajes de personas que, según las encuestas, no tienen un candidato presidencial claro para este 16 de noviembre han levantado una serie de hipótesis sobre las particularidades de esta elección. Y las campañas han elevado el tono para lograr llevarse una porción.

¿A dónde se fueron los indecisos de esta presidencial?

Algo no cuadra. A 13 días del comienzo del periodo de silencio obligado para las encuestas sobre preferencias electorales de las presidenciales del 16 de noviembre próximo, expertos en estudios de opinión pública se han enfrascado en un debate sobre el real porcentaje de electores que aún no han definido por quién van a votar.

La falta de claridad sobre el número de indecisos en el contexto de una votación de carácter obligatorio, los que según varios sondeos rondan apenas el 10% de los encuestados, ha complicado a ocho candidatos presidenciales en competencia y sus comandos a la hora de definir estrategias para captar la adhesión de un segmento de la población del que hay pocas luces. Incluso, algunos analistas políticos han planteado que los dados ya están echados y que poco o nada puede hacerse para cambiar lo que las mismas encuestas vienen anunciando desde hace bastante tiempo con apenas unas leves variaciones.

“Hay mucha perplejidad en los comandos”, afirma el analista político y director de Descifra -alianza estratégica entre Copesa y Artool para medir hitos relevantes en política, negocios y tendencias-, Camilo Feres. “Veo en los comandos presidenciales una actitud muy conservadora. Puede deberse a la falta de datos o al hecho de que los candidatos que están adelante en las adhesiones quieren exponerse lo menos posible, lo que parece razonable, pero los retadores también están siendo particularmente conservadores en esta elección y arriesgan poco”, añade.

Pero no sólo eso. A medida que las encuestas reflejaban lo que parecía una brusca caída de los indecisos motivada por el voto obligatorio, se hacía más complejo para los comandos leer hacia dónde podían crecer y qué estrategias seguir.

El primer campanazo de este fenómeno lo dio la semana pasada Roberto Izikson, socio director de Cadem, al advertir el 6 de octubre en La Segunda que “ya no hay votos entre los indecisos”, por lo que a los candidatos ya no les quedaba otra opción que intentar quitarles adherentes a sus rivales mediante un discurso más agresivo. “Para que un candidato crezca tiene que quitarle a otro candidato”, reflexionó el cientista político y magíster en comunicación estratégica.

Para la elección de 2021, la última que se realizó con voto voluntario, a esta misma fecha la mayoría de las encuestas daban casi un 30% de indecisos, al sumar a quienes contestaban no sabe/no responde, pero que debería haber llegado a casi un 50% del electorado si se incluía a aquellos que manifestaban que no tenían intención de votar. Ese año, en segunda vuelta votaron poco más de ocho millones 300 mil personas de un padrón de más de 15 millones de personas habilitadas para sufragar. Más de seis millones simplemente se marginaron de participar.

Carlos Rodriguez

Se trata de un bolsón de votos enorme, capaz por sí mismo de cambiar el destino de una elección. Pero al que primero había que salir a movilizar para que fuera a las urnas y más encima convencerlo de que votara por un determinado candidato.

Hoy, con sufragio obligatorio y multa, lo primero ya no sería necesario. El problema es que ahora menos de uno de cada 10 electores declara no tener definida su preferencia en la mayoría de las encuestas semanales, independiente de la metodología con que se realiza el sondeo, es decir, si es una encuesta telefónica probabilística, de panel online o de paneles por cuota.

Al ser tan bajo el porcentaje de indecisos, las campañas ya no salen a buscar el voto indeciso, sino que intentan robarse votos mutuamente. “Lo que genera esto es una campaña mucho más polarizada y más violenta”, señalaba días atrás Izikson.

Los hechos de los últimos días parecieran darle la razón.

Esta semana, la tregua que habían alcanzado Evelyn Matthei y José Antonio Kast tras el foro presidencial organizado por la Enade, luego de que la exalcaldesa de Providencia y abanderada de Chile Vamos perdonara al líder republicano por la campaña “asquerosa” de bots en su contra por redes sociales, no duró ni siquiera 24 horas. Inesperadamente, la incipiente paz entre Chile Vamos y los republicanos se volvió a quebrar luego de que la secretaria general del Partido Republicano, Ruth Hurtado, dijera que el asesinado fundador de la UDI, Jaime Guzmán, si estuviera vivo hoy votaría por Kast y estaría mucho más cerca del Partido Republicano que de los gremialistas.

En la izquierda el ambiente es parecido y explicarían los persistentes cuestionamientos de Marco Enríquez-Ominami -quien va último en los sondeos, con apenas un 1% de adhesión- en contra de la candidata oficialista, Jeannette Jara.

“Hoy la elección está mucho más jugada. Por el voto obligatorio, los candidatos no sólo tienen que salir a hablarle al electorado indeciso, sino también tienen que hablarle en un tono y un lenguaje que les permita quitarles votos a otros”, señala el director y fundador de Asuntos Públicos de Criteria, Cristián Valdivieso.

Pero ese lenguaje, afirma Valdivieso, hoy no es reflexivo ni racional. “Ya no hay espacio para la discusión de propuestas, eso ya está cerrado. Lo que buscan los comandos en sus campañas es forzar a que el otro candidato cometa un error que desilusione a un sector del electorado que lo estaba apoyando, pero que está dispuesto a votar por otro”, remarca.

Es, sin dudas, una estrategia peligrosa.

“El golpe al final perjudica más al que lo da que a quien lo recibe. La gente va a terminar por cansarse de la pelea. Me hace mucho más sentido que la gente exija a los candidatos que dejen de hablar de ellos y se preocupen más de lo que proponen y de cómo pretenden hacerlo”, afirma Paulina Valenzuela, socia fundadora y directora de DataVoz.

Lectura equivocada

Valenzuela es precisamente una de las expertas que no están de acuerdo con la hipótesis del fundador de Cadem sobre la brusca caída en el porcentaje de los indecisos.

“Uno esperaría que el nivel de indecisos en las encuestas estuviera a lo menos en un 20%”, dice. Algo que sólo unos pocos sondeos reflejan, especialmente aquellos que emplean metodología de panel, que siguen a los mismos encuestados en cada estudio.

El que un amplio abanico de sondeos de opinión pueda estar subrepresentando al electorado indeciso, añade, puede deberse mucho más a sesgos metodológicos que terminan “presionando” a los encuestados a optar por una preferencia, aunque no señalen cuán convencidos están de votar por ese candidato.

“Las encuestas semanales reflejan la voz de las personas que más participan en política, de la gente más informada, de la que está atenta a lo que está ocurriendo en esta carrera electoral. El resto de la población, aquella menos informada, que escucha lo que se está hablando por redes sociales, ese público no es el que está hablando por medio de las encuestas”, señaló Valenzuela hace unos días.

“Esta elección está totalmente abierta. No se puede hablar de que la elección está cerrada, oleada y sacramentada. Aún hay una proporción importante de la población que sigue estando indecisa. Aún hay espacio para que se den sorpresas y movimientos en las adhesiones que generan las candidaturas”, remarcó la fundadora de DataVoz.

Lo mismo piensa Cristián Valdivieso. Pese a que en las últimas encuestas de Criteria el porcentaje de personas que marcan la opción No sabe/No responde o Blanco/Nulo se acerca al 8%.

“Hay menos indecisos que para la elección de 2021 o, en otras palabras, tenemos ahora más gente que está marcando una preferencia”, señala Valdivieso.

“El voto obligatorio, eso es algo que está estudiado en la ciencia política, incide no sólo en que la gente vote más, sino también en que tome posiciones algo más ideologizadas, eso está incidiendo en que a estas alturas tengamos un porcentaje de personas que digan que no sabe o no responde, o voto nulo-blanco, más cerca del 10% que del 20% o más que teníamos para el 2021″, explica.

Sin embargo, quedarse con esa sola lectura -agrega- sería un grave error. “Aún vemos que hay una cifra muy significativa, entre el 20% y el 25% -aunque ha ido bajando algo en las últimas semanas- que marca preferencia por un candidato. Pero son personas a las que cuando le preguntas cuán seguro tienen su voto y si podrían cambiarlo te responden que sí, que podrían cambiar de candidato”, aclara Valdivieso.

Un estudio de Descifra publicado el 10 de octubre pasado refrendó precisamente eso. “Un 75% de los encuestados dijo que estaba plenamente convencido y que no iba a cambiar de opción. Pero el 25% restante se dividió entre quienes teniendo un candidato señalaban que podrían cambiar su voto (13%) y quienes dijeron que ningún candidato los representaba (12%)”, señala Camilo Feres, director de Descifra.

Para el gerente general de Panel Ciudadano-UDD, Juan Pablo Lavín, hay que diferenciar entre los indecisos, es decir, quienes dicen que no saben o no responden, de aquellos que dicen tener una preferencia, pero semana a semana cambian de adhesión.

“Entre quienes habitualmente han votado, por lo que uno puede suponer que tienen una mayor consistencia ideológica que de los votantes nuevos, ocho de cada 10 mantienen su adhesión en los últimos dos meses. Pero en el caso de los votantes obligados, cuya preferencia es mucho más por pulsión o emoción, uno de cada cuatro está cambiando de candidato de un sondeo a otro”, remarca Lavín.

Es decir, el 25% de los encuestados no está absolutamente convencido de su preferencia y está dispuesto a apoyar a otro candidato. Y esa es la esencia de un indeciso.

Eso abre la cancha para las distintas campañas. “Si fuera candidato presidencial les pondría más fichas a quienes están marcando posición hoy día, pero con un nivel de convencimiento más débil que quienes ya dicen que votarán nulo o blanco”, remarca Valdivieso.

Y el momento de salir a poner esas fichas es ahora.

“Lo que ha mostrado la experiencia, lo que señalan la mayoría de los estudios a nivel global, es que se producen movimientos en las preferencias durante las últimas dos semanas previas a la elección. Mucha gente comienza a tomárselo en serio y a informarse sobre el proceso electoral también en las últimas semanas”, remarca Feres.

Para Lavín, el problema es que ese segmento de votantes no está buscando conocer cuáles son las mejores propuestas, sino que simplemente le preocupa saber por quién tiene botar en la papeleta el 16 de noviembre. “Ese tipo de votante perfectamente puede llamar a sus amigos, a un familiar o preguntar en el asado del fin de semana previo a la elección por quién tiene que votar. Hay todavía mucha de esa gente, aún hay mucho voto suelto y sin amarrar”, recalca Lavín.

Foto: Mario Téllez MARIO TELLEZ

El problema es que no es tan fácil descifrar dónde están esos bolsones de votos. Entre los expertos hay coincidencia de que se da mucho más entre los votantes nuevos obligados que entre los habituales. “Los nuevos votantes son más jóvenes (de 45 años para abajo), son más de regiones y de sectores rurales que de grandes centros urbanos, y de un perfil socioeconómico más bajo que acomodado”, explica Lavín.

Más difícil es saber si entre ellos hay más hombres que mujeres. Y la razón no tiene nada que ver con las opciones políticas.

“Por defecto, la opción No sabe-No responde no es buscada al momento de aplicarse una encuesta. La gente prefiere decir cualquier nombre, incluso, a veces lo hace no porque algo en particular le hubiera llamado la atención sobre ese determinado candidato esa semana, sino simplemente porque no quiere decir que no sabe. Eso pasa mucho más con los hombres que con las mujeres”, dice Lavín.

Lo que sí es relevante, añade el gerente general de Panel Ciudadano-UDD es que entre los votantes obligados hay una “animadversión muy marcada con quienes estén en el poder”.

Un factor que afecta significativamente a la abanderada del oficialismo, Jeannette Jara. Entre quienes cambian de opinión semana a semana en las encuestas de Panel Ciudadano -sondeo que sigue la evolución de los mismos encuestados-, solo dos de cada 10 personas han dicho en alguna oportunidad que votarían por Jara. Mientras que ocho de cada 10 cambian de preferencia entre los candidatos opositores.

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