Enfermedades emergentes: un desafío constante

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El siglo XXI puede ser llamado el de los coronavirus, identificados en los años 60 como causantes del resfrío común. El año 2002 China reportó a la OMS el SARS (síndrome respiratorio agudo severo), causado por un coronavirus, con una letalidad de 10%. Su reservorio sería un murciélago, con intermediario desconocido para llegar al ser humano. El origen animal define a las zoonosis, que son la mayor parte de las enfermedades emergentes.

El 2014 debutó el MERS (Enfermedad respiratoria severa del Medio Oriente), debida a coronavirus, su reservorio, un murciélago, con el camello como intermediario para los humanos. Con brotes esporádicos de alta letalidad, un 35%. El año 2019 apareció en China el primer coronavirus pandémico, con murciélagos como reservorio, intermediario sin definir. Las tres enfermedades son zoonosis.

Haciendo un balance, la preparación para futuras pandemias va a depender de decisiones globales de organismos internacionales, pues se requiere concertar la respuesta de todos los países.

Covid-19. Reuters

La respuesta global al Covid-19 se rigió por el Reglamento Sanitario Internacional, modificado el 2005 después del SARS. Los países deben ser capaces de detectar, comunicar y responder ante emergencias sanitarias capaces de traspasar fronteras. Demostró su insuficiencia, pues no asegura la preparación de los países, ni que comuniquen sus emergencias, adoleciendo de falta de poder político. Ahora se trabaja en lograr un tratado pandémico.

Se discute si debe seguir radicado en la OMS, pues la Asamblea de la ONU le daría un contexto más amplio y mayor peso político. Otra ventaja sería la mayor representación de países de ingreso bajo o medio bajo en la Asamblea, facilitando el centrarse en la equidad, ya que esta pandemia demostró que aspectos claves como el acceso a vacunas dependen de la capacidad económica de los países.

A nivel local, nos preparamos durante décadas para una pandemia, entre otras: vigilancia epidemiológica, reconversión de camas, uso de redes de salud pública y privada, mecanismos para acceder a recursos. La estrategia de adquisición de vacunas permitió contar con ellas en forma precoz y oportuna, y logros previos como su gratuidad universal y la amplia red de atención primaria posibilitaron el acceso, colocándonos entre los países con mayor cobertura a nivel mundial.

El sector Salud ha liderado la respuesta, y se ha intentado con éxito relativo incorporar a otros sectores y actores. Colaboran comités interdisciplinarios como el Asesor para Vacunas y Estrategias de Inmunización, y el Consejo Asesor Covid-19, transformado en el actual gobierno a Comisión Nacional de Respuesta Pandémica. Funcionan periódicamente, con actas públicas, recibiendo insumos de distintos sectores y organizaciones. No ha ocurrido lo mismo con instancias regionales y locales.

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Aspectos en deuda son: el traspaso de recursos y poder a la atención primaria, la descentralización de la respuesta, una casi total dependencia de importaciones de vacunas, equipos e insumos sanitarios esenciales, amortiguar el impacto en los demás problemas de salud y, sobre todo, un manejo comunicacional que permita instalar percepción de riesgo en la población, que se adecúe a las fluctuaciones de la pandemia.

Las deudas son diversas, pero si algo hemos demostrado saber hacer como país, es evaluar y rediseñar nuestras políticas públicas, transformándolas en políticas de estado a través de convocar para su formulación a todos los sectores y actores relevantes; como hemos hecho en las reformas de salud.

Esta pandemia ha dejado claro que medidas tales como restricciones de movilidad y cuarentenas han sido clave para controlarla, generando en muchos países, incluido el nuestro, inestabilidad social, crisis económicas y políticas. Las estrategias futuras para enfrentar las pandemias requerirán tratarlas no sólo cómo un problema de salud sino como lo que son, un problema social, económico y político, lo que implicará una gobernanza a nivel global y nacional mucho más integral y con poder político

* Dra. Annabella Arredondo, epidemióloga Instituto de Salud Pública UNAB

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