Osvaldo Talamilla: "Soy profesor y estoy formando a los soldados que Chile necesita"

Osvaldo Talamilla
Foto: Roberto Candia.

"Llegué hace ocho años al primer premilitar del país. Postulé por un anuncio en el diario y me contrataron como director sin conocer nada de este tipo de escuelas. Al principio pensé que estaban locos, me parecía absurdo que desfilaran".


Estamos en Maipú, a una cuadra y media de la plaza, en la escuela internacional de líderes Coronel Santiago Bueras y Avaria, el primer colegio premilitar privado del país. Tenemos clases de séptimo a cuarto medio con una idea de excelencia que busca que nuestros cadetes, que es como llamamos a los alumnos, entiendan que tienen muchas capacidades y que sólo depende de ellos desarrollarlas.

Soy profesor de historia y geografía y antes había trabajado en colegios convencionales. Llegué hace ocho años al primer premilitar del país, el Luis Cruz Martínez de Talagante. Postulé por un anuncio en el diario y me contrataron como director sin saber nada de este tipo de escuelas. Los premilitares son establecimientos donde se dictan clases de matemática, lenguaje y arte, como en todos los colegios, pero a eso le suman horas de instrucción premilitar que no incluye el manejo de armas. Al principio pensé que estaban locos, me parecía absurdo que desfilaran. Pero me puse a leer, a investigar y les entregué un matiz que hoy todos los premilitares usan: el tema valórico.

En ese tiempo había sólo tres de estas escuelas en Chile y hoy hay 15. Muchos me responsabilizan del boom de estos establecimientos, me dicen que soy el gurú de los premilitares. Me llaman de Rancagua, de Valparaíso, de Osorno para instalar uno. Sí, siento que soy responsable del aumento.

En mayo del año pasado tuve diferencias de opinión con los sostenedores del Luis Cruz Martínez y me echaron. Me di cuenta de que tengo 50 años, cinco hijos, una planilla de gastos personales alta y que nadie me iba a dar trabajo como profe. Así decidí tener mi propio premilitar, donde replicara el modelo con mi estilo. Le puse Escuela Internacional de Líderes, porque todos los lunes izaremos la bandera de Inglaterra, Estados Unidos, Alemania y Chile. Después, si nos va bien, pienso incluir a Rusia, China o Brasil por el tema idiomático. Hoy tengo 123 alumnos y estamos abiertos a recibir a todos los que tengan esta convicción. Soy profesor y estoy formando a los soldados que Chile necesita, pero soldados sin armas.

El niño de hoy exige mucho. Que el lápiz, que el celular, que las zapatillas, que las papas fritas. ¡Lo que tienes es lo que hay, viejo! Se puso de moda el año sabático, que antes no existía. Había que salir al mundo. Era tu problema, pero hoy todo pasa por el Estado. Los niños de segundo y tercero medio están preocupados de parar el país cuando son aún carga de sus padres. Está bien la igualdad, pero se cae a pedazos si ellos no hacen el primer aporte: estudiar.

En los premilitares muchos tienen afinidad con las Fuerzas Armadas y de Orden, pero ese no es nuestro objetivo primordial. Se trata de formar líderes para el país y la humanidad. Hoy la disciplina tiene mala fama, porque se asocia a una cosa trágica que pasó en el país con las Fuerzas Armadas. Por eso hay una contrapropaganda al mundo de los uniformes. Mucha gente educa con la sensación de que eso es negativo y se equivocan. A ellos los invito a que observen los resultados de la educación al revés, en el relajo.

Los niños deben aprender que no todo es libertad. No es así. La escuela chilena no muestra eso y entrega la sensación de que todo es colaborativo y de que en todo pueden opinar. Y no, no se puede. La escuela perdió de vista eso e insiste en que todo se pregunta. Por eso el niño sale sin saber leer ni escribir bien, no maneja bien matemática, hace música sin saber y en historia y geografía no tiene idea. Nuestra educación no logra llegar al objetivo que se propuso. Y más encima ahora el colegio que no tiene resultados se cierra y eso no puede ser. En los hospitales hay muchas personas que se sanan y otras no, pero no por eso los cierran.

Está bien que haya normas para la convivencia escolar, como el respeto a la democracia, pero un niño está equivocado si cree que es igual a un profesor desde el punto de vista de la autoridad. Tampoco es igual a su papá o su mamá. Quien dicta las normas es el adulto. Lamentablemente, la sociedad chilena no permite la sanción como un acto formador. Hay una escuela sicológica que plantea que no hay que decirles "no" a los niños. ¿Qué es eso? El niño debe saber que hay cosas que no se hacen. El trauma no se genera por el "no", sino que al decirle que todo es "sí". Si no, cuando crece y la niña que le gusta le dice que no, que lo encuentra feo, ahí empieza a sufrir.

La escuela chilena por ley tiene dos mil millones de exigencias. Que el día de la convivencia, que el de la basura, el del punto y coma, el del botón pegado. Y si no los cumples... ¡Pobre de ti! Por eso este colegio es particular, porque no me interesa seguir todas estas indicaciones absurdas. Acá hay una estructura marcial-escolar y un monitor de curso que es un alumno elegido. Él siempre llega temprano, da su mejor esfuerzo en clases, es respetuoso, tolerante y nunca ejerce poder sobre los de menor capacidad. Somos distintos al resto de los colegios por el tema valórico, primero. Y, segundo, porque para opinar en la sala de clases hay que estar enterado de lo que se va a decir. Acá es distinto al chat donde cualquiera insulta y opina. Cada vez que un alumno quiere opinar debe ir al frente de la sala y pararse sobre unos cajones que diseñé para desarrollar el temperamento, el carácter, la seguridad y la convicción. Si no sabe, no levante la mano.

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