Porto de Galinhas y Tamandaré: Dos "praias" para no olvidar

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La iglesia de San Benedito, que data del siglo XVIII, se alza en playa Carneiros, en Tamandaré.

Casi vecinas en el nordeste de Brasil, estas playas del estado de Pernambuco cautivan con escenas de postal. Cientos de cocotales, aguas transparentes y tibias, arenas finas y las llamadas "piscinas naturales": verdaderos acuarios cercanos a arrecifes coralinos en los que es posible sumergirse junto a peces de colores.


Al comienzo, las palabras de Adiel nos hicieron soltar una carcajada nerviosa. "Esta es la embarcación más segura del mundo", dijo apenas nos subimos a la "jangada" (se pronuncia yangada), un pequeño barquito a vela para seis personas que, a simple vista, se ve bastante precario: pareciera estar armado con unas bancas de madera con esquíes también de madera.

Pero bastó que abandonáramos la costa unos cuantos metros, para sentir cómo se inflaba la pequeña vela con el viento y avanzábamos con suavidad entre las tranquilas olas del Atlántico. Adiel, nuestro guía y capitán, parecía tener razón e inflaba su pecho más que la vela.

"¡Llegamos a las piscinas naturales!", gritó a los pocos minutos. Luego dijo "Pueden lanzarse…", pero no alcanzó a terminar de soltar la frase cuando no quedaba más que él en el barquito. El agua realmente tibia, clara y la ausencia de oleaje no dejaban duda alguna: eran las piscinas creadas por el cambio de mareas y la barrera de coral.

Estamos en el estado de Pernambuco, en el nordeste de Brasil, unos 2.300 kilómetros más al norte de Río de Janeiro, específicamente en Tamandaré. Una villa de pescadores y, desde hace poco, un promisorio destino turístico que tímidamente está dando que hablar en esta zona del país que vive en verano todo el año. Ubicado a unos 50 kilómetros de Porto de Galinhas -su hermano famoso- y a unos 110 de Recife -la capital y principal ciudad del estado-, Tamandaré tiene en su ADN el turismo, aunque aún está en fase de desarrollo.

Cuenta con kilómetros de playas maravillosas -entre ellas la Playa dos Carneiros, elegida varias veces una de las tres mejores de Brasil. Prácticamente todas tienen arenas blancas y cocotales, y su mar es tibio y transparente. A eso se suma un clima privilegiado todo el año y cientos de kilómetros de arrecifes de corales, que condicionan un hábitat marino privilegiado y dan vida a las llamadas "piscinas naturales" cuando las mareas bajan. Es una naturaleza protegida, con gran cantidad de selva que forma parte de la Mata Atlántica y una gastronomía tan sabrosa como sorprendente, con gran variedad de pescados, frutos del mar y dulces frutas tropicales.

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Esta es una de las piscinas naturales que se forman en Porto Galinhas.[/caption]

Tamandaré es el sitio perfecto para quienes buscan unos días de desconexión y poco tumulto. Difícilmente encontrará playas llenas, es un pueblo pequeño con construcciones de uno o dos pisos y con una interesante oferta hotelera a su alrededor, en la que las posadas boutiques y hoteles de pocas habitaciones y con salida al mar son la mayor atracción. Nada de axé en las piscinas porque para eso está Bahía, tampoco sistema todo incluido, pero sí con contundentes desayunos con jugos y frutas frescas, café recién hecho y panes artesanales. La oferta de alojamiento incluye el arriendo de casas y los campings.

La prensa brasileña dice que los primeros que se dejaron caer en estas tierras de arenas de harina y verdes cocotales y la empezaron a hacer conocida -al menos en Brasil- fue gente "chic, quitada de bulla y especialmente sobria", como el cantautor Chico Buarque, que desde hace casi 10 años viene constantemente, y su hija Silvia junto a su marido, el actor Chico Díaz. Tras ellos, poco a poco comenzaron a llegar una larga lista de famosillos. Actores y actrices de teatro y televisión, cantantes y compositores y hasta Pelé, que se repite el plato bien seguido.

Aquí la fama se la lleva la Playa dos Carneiros, que no es tan extensa, pero concentra todas las cualidades que debe tener una playa de tarjeta postal. Cocotales inclinados que hacen sombra sobre la arena, mar verde transparente y que, en marea baja forma piscinas naturales repletas de peces coloridos, debido a la presencia de una barrera de coral de más de dos kilómetros de extensión. El cuadro lo completa una pequeña iglesia blanca y verde (San Benedito), con tejas rojizas que fue levantada en el siglo XVIII.

Hasta acá llegan numerosas embarcaciones con turistas, que aprovechan de almorzar en el Bora Bora -un enorme y bien montado centro de ocio con mesas en la arena- o algunos de los quioscos playeros que ofrecen comidas al paso, como la local tapioca (un almidón que proviene de la yuca), la carne de sol (una especie de charqui) o el bolo de rolo (un brazo de reina con guayaba)

Las activas "gallinas"

A poco menos de una hora, el hermano mayor y más famoso: Porto de Galinhas, tiene una personalidad distinta. Más activo, un poco carretero, bastante sibarita, pero que conserva esa esencia provinciana y no tan urbana, a pesar de que lleva más de dos décadas viviendo del turismo.

Aquí hay grandes y buenos hoteles con cientos de habitaciones, pero también posadas más pequeñas y para diversos bolsillos, variado comercio y mucha vida, especialmente en su animado y accesible centro. Este balneario partió atrayendo visitantes que querían conocer sus piscinas naturales, aquellas que se forman con el ciclo de las mareas y también producto del muro de coral que se extiende frente a la costa, cuando el mar se recoge y deja albercas transparentes llenas de peces con los que se puede nadar o practicar snorkeling.

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Porto Galinhas tiene una activa vida nocturna.[/caption]

Sin embargo, hoy tiene mucho más que ofrecer. Por eso ha sido destacado por numerosas publicaciones como "mejor destino de playa" y "mejor destino de Brasil", entre otros. Paseos en catamarán a islas, recorridos por manglares, excursiones en buggie por numerosas playas, salidas en jangadas hacia ríos que desembocan en el mar, recorrer el centro de la villa por las noches o quedarse escuchando música en vivo en una esquina son algunos de los múltiples panoramas que existen aquí.

En Porto de Galinhas los buggies -esos viejos e incómodos autos descapotables con motor bullicioso- son uno de los principales medios de transporte. Los ocupan como taxi, los arriendan y, especialmente, los usan para realizar excursiones. Una de las más demandadas es la conocida como "de punta a punta" y que recorre durante unas tres horas gran cantidad de playas.

Entre esos rincones destaca Muro Alto, un verdadero lago de aguas calmas protegido por una barrera de coral de 11 kilómetros y finaliza en Pontal de Maracaípe, ubicada al sur de Porto y considerada unas de las más bonitas. En su encuentro con el río del mismo nombre, salen jangadas que hacen paseos para observar pequeños caballitos de mar.

Una de las primeras cosas que el visitante pregunta al llegar es el origen del nombre de Porto de Galinhas. Y varios se sorprenden con una historia que tiene poco de divertida. Una vez abolida la esclavitud hacia fines del siglo XIX, esta zona se convirtió en puerto de desembarco de esclavos ilegales, que llegaban desde Angola a trabajar en las enormes plantaciones de caña de azúcar que hay en la región y que siguen produciendo hasta hoy. Como se trataba de una práctica prohibida, para anunciar la llegada de las embarcaciones, se hablaba de que "llegaron las gallinas al puerto".

Hoy, coloridas y enormes gallinas de yeso o madera se ven esparcidas por el centro como esculturas, se les usa en poleras y gorros, como souvenir o en magnetos para el refrigerador y son parte fundamental del marketing de este destino.

La zona en la que están emplazados Porto de Galinhas y Tamandaré es una de las más extensas en conservación marina y protección de ecosistemas. Son numerosos los organismos estatales, federales y ONG y privados que se preocupan por la preservación, por el desarrollo del turismo sustentable y la conservación de los arrecifes y de diversas especies marinas. De hecho, frente a las costas y mar adentro existe desde hace 20 años una enorme zona marina protegida y cerrada permanentemente, incluso a la investigación, y que busca que la biodiversidad se desarrolle sin interferencias.

En el centro de la villa hay dos ejemplos muy interesantes de conservación que pueden ser visitados por los turistas. Uno es el proyecto de la ONG Eco Asociados, que tiene un Museo de Tortugas marinas muy didáctico y en el que muestran todo el proceso de protección que un grupo de voluntarios realiza en torno a estas criaturas que llegan a desovar a las playas cercanas.

Aquí también hay un centro de rehabilitación de tortugas. Además, el Proyecto Hipocampus vela por la conservación de los caballos de mar y expone en su sede una gran cantidad de estas llamativas especies, junto a una gran cantidad de peces de la región.

Tamandaré y Porto de Galinhas, dos destinos complementarios y que, además, ahora están más cerca de Chile ya que a las tradicionales frecuencias de Latam hacia Recife con escala en Sao Paulo y cambio de avión, desde hace un par de meses la brasileña Gol está volando directo desde Santiago a Recife, reduciendo en casi cuatro horas el trayecto.

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