Happy Mondays: una banda en éxtasis

Happy Mondays

Manchester fue el centro del brit pop entre fines de los años 80 y principios de los 90 con bandas como Stone Roses y Happy Mondays. Transcurrido un tiempo, la importancia de bandas que la rompían en su momento se relativiza y se pone en contexto. Pese a ello y aunque cueste creerlo, para el autor de esta crónica Happy Mondays marcó una etapa de su vida.


Como muchas cosas que suceden en el pasado, y en especial si ese pasado lo encuentra a uno como un joven o adolescente, no sabía por qué a principios de los 90 el sonido de Happy Mondays lo encontraba parecido al de The Velvet Underground. Recuerdo que di con la banda gracias a un amigo pintor que iba al Instituto Británico a pedir ejemplares viejos o atrasados de la revista Melody Maker, que daba cuenta de lo que estaba pasando en el rock británico. Antes de los Happy Mondays escuchábamos no sólo en su casa-taller sino también en la casa de otro melómano, Juan Pablo, Inspiral Carpets y Suede. Este otro amigo además era compañero de universidad y gracias a él conocí a Cárdenas, que era este pintor. Gracias a ellos dos y a Juan "Johnny" Venegas fui construyendo la banda sonora de mis veinte años. Porque yo venía del rock latino y mi adolescencia la había marcado el heavy metal con Accept como emblema. Ahora que lo pienso detrás de cada descubrimiento musical hubo un amigo, algún compañero de curso o novia, por lo que la música la asocio al afecto.

Pero corría el año 1992 y en una Melody Maker vimos con Cárdenas un reportaje sobre los Happy Mondays, era un ejemplar –reitero– viejo, atrasado. Busco en la red y el ejemplar era el de marzo de 1990, es decir nosotros leíamos algo que tenía dos años de atraso, pero eso no nos importaba, mucho menos a mí, que me quedé pegado en la imagen de Shaun Ryder en la tapa de la revista. Y como hacía poco que había escrito sobre los domingos en la última página de la extinta revista Apsi el nombre de la banda me interpeló. De ahí Cárdenas me quitó la revista y empezó a leer otras notas.

Hasta ahí pudo haber llegado mi historia con los Happy Mondays. Pero a veces la música y los libros salen en la búsqueda de uno. Una cosa similar recuerdo que me pasó quince años después: estaba yo en una librería, viendo títulos, leyendo fragmentos, cuando de pronto entró Álvaro Bisama. Después de saludarnos me preguntó qué iba a comprar o si iba por algún libro en particular. A decir verdad mi tarea en la librería había concluido, pero algo me hizo alargar el brazo y tomar La noche de la iguana, de Tennessee Williams. Abrí el libro y me clavé en uno de los cuentos que transcurría en una librería. Me lo llevé.

Algo similar me pasó con Pills 'n' thrills and bellyaches, me compré el caset, cuyo título para mi sorpresa no estaba traducido. Llegué al altillo donde vivía al llegar a San Isidro y no pude parar de escucharlo. El álbum abría con 'Kinky afro', un tema sicodélico y bailable, que daba pistas de qué se trataba la propuesta de la banda inglesa. Después venía 'Gods cop', que si bien era más tranquilo y más oscuro, mantenía el tono sicodélico. Quizá el tema que más retengo en la memoria es 'Step on', e imagino que eso es porque era el más pegajoso. Leyendo en esa época aparecían comparaciones medio ridículas como que Stone Roses, otra banda de la época en Manchester, eran Los Beatles del pop británico de esos años y Happy Mondays los Rolling. Pese a la comparación me puse a escuchar Stone Roses, de hecho mis amigos melómanos la preferían, pero yo seguía en mi inexplicable fanatismo por la banda formada por los hermanos Ryder y Bez, que si bien no tocaba ningún instrumento, bailaba en el escenario, y cuando uno bailaba cualquier tema de esta banda se imaginaba siendo Bez.

En los patios de la antigua sede de Belgrano de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile solíamos jugar al ping pong escuchando música, yo a veces llevaba mi caset de Happy Mondays. Una vez Juan Pablo me preguntó si sabía lo que significaba el nombre del disco y yo sin dudarlo contesté: Claro, Pillos, trúhanes y bellacos. Juan Pablo no paró de reír por un buen rato, de hecho no podía comentar al resto lo que yo había dicho. Por mi parte entendía que se reía del título, que hasta ese entonces consideraba real, del álbum, es decir para mí se reía de Happy Mondays, lo que era un asunto muy serio. Cuando Johnny me dijo que se traducía: Pastillas, emociones y dolores de estómago, me reí yo, pero el daño estaba hecho: Juan Pablo, una vez repuesto, contó a cuanto oído quería prestar atención mi curiosa traducción.

Pronto llegué a entender que mucho de la onda de Happy Mondays se debía al consumo de drogas, de hecho Bez era quien la abastecía de droga, es decir esa onda sicodélica tenía una relación con la realidad, porque cuando la banda lanzó su primer disco (Squirrel and G-Man Twenty Four Hour Party People Plastic Face Carnt Smile) producido por John Cale, un ex Velvet Underground, en Manchester, que era donde estaba buena parte de la movida brit pop, el éxtasis comenzaba a circular y a ser el motor de la movida house. Nunca probé éxtasis, pero en ese momento entendí que Pills 'n' thrills and bellyaches tenía que ver con los efectos del éxtasis o de la droga en general.

No recuerdo por qué no me atreví a probar éxtasis y tampoco recuerdo porque en vez de eso comencé a consumir paste base, cosa que duró todo el año que fui fan de Happy Mondays. Un día fui a comprar mi dosis cerca del altillo donde vivía y el dealer acostumbrado no estaba, en vez del acostumbrado había otro tipo, que de entrada me causó desconfianza, pero igual le pedí un papelillo, el tipo tomó mi plata y se fue. Pasaron unos minutos, tiempo prudente para regresar, pero no aparecía, así que salí a buscarlo. Lo vi tirado adentro de una vulcanización fumando un pito de pasta y marihuana. Cuando quise entrar, alguien de la vulcanización me dijo que no podía hacerlo. Entonces me puse a gritarle al tipo que estaba tendido sobre un neumático, ser rio y siguió fumando. Me dio tanta rabia que en vez de seguir gritando decidí en ese momento no consumí más pasta base.

En este punto resulta loco saber que cuando terminó mi fiebre por Happy Mondays el grupo se disolvió luego de ir a grabar un disco a Barbados en 1992. Esto es historia conocida, pero Shaun llevaba suficientes reservas de metadona (ojo que no todo era éxtasis, también había cocaína, como sale en la película 24 hour party people, de Michael Winterbottom, que trata sobre la escena manchesteriana de fines de los 80 y principios de los 90 y del productor Tony Wilson que fue el protagonista de aquella escena), pero algo pasó y se le acabaron y tuvo que recurrir al crack, cosa que no ayudaba a una concentración para grabar un nuevo álbum. Recuerdo haber visto 24 hour party people a mediados de los 2000 en un cine de Santiago, no recuerdo cuál, aunque sí recuerdo que estaba con mi novia de ese momento, que no entendía mi interés por esa peli, a excepción de la droga no encontraba otra explicación.

La movida de Manchester o Madchester y su explosión en cuanto a drogas pude ponerla más en contexto cuando leí a Thomas de Quincey, que vivió a las afueras de la ciudad entre finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, hoy esas afueras es el medio de la ciudad. En Bosquejos de infancia y adolescencia cuenta varias anécdotas, entre ellas cómo su hermano Pink huyó de su instructor, que lo golpeaba, y se fue hasta el puerto de Liverpool para embarcarse. Al tercer intento lo logró y en el puerto un capitán le preguntó si tenía conocimientos matemáticos (para calcular la navegación y eso) y lo subió a su barco, con tan mala suerte que al poco tiempo fue interceptado por piratas, que obligaron a Pink, un ser apetecible en ultramar por sus conocimientos, a estar con ellos. Pink sabía que estando con los de la bandera negra y la calavera no podría visitar a su familia, así que se mantuvo clandestino, como un paria. Cuando su barco fue interceptado por la real marina británica, por fin se sintió libre para volver a Manchester, pero al poco tiempo murió. Su hermano Thomas se hizo escritor, y además de Bosquejos, escribió Confesiones de un opiómano inglés. De Quincey no sólo fue un adicto al opio, sino también al láudano y al alcohol. Me gusta pensar que los hermanos Ryder se perdieron tal como los hermanos De Quincey. Sé que la comparación puede sonar exagerada, pero la hago igual.

Con el tiempo creo que Happy Mondays y la movida manchesteriana no eran más que una movida individualista: se bailaba solo, te drogabas solo, estabas en un lugar donde otros bailaban y se drogaban solos, pero a ti el resto no te importaba. Quizá esto es una característica de los 90. Chino Ríos ya lo dijo de otra manera: "No estoy ni ahí". Y encarnó a los jóvenes chilenos de una época. Recuerdo que el escritor Marcelo Mellado dijo que si bien suele decirse que los 80 fue una mala década (dictadura, apagón cultural, con predominio de líderes de derecha en el mundo, etc.), los 90 fue mucho peor, porque se consolidó un sistema basado en el individualismo en democracia. Pero este individualismo también ocurrió en Argentina y en otras partes. Las bandas en el mundo ya no tocaban temas políticos, o con sensibilidad social.

Tony Wilson decía que las letras de Happy Mondays tenían la poesía de Yeats. En lo personal creo que exageraba como todo productor que quiere vender un producto. Basta con examinar una parte de 'Kinky afro' para darse cuenta de esto: "Hijo, tengo 30 años /sólo me lié con tu madre porque es una guarra /y no tengo ni un gramo de decencia /lo que ves es lo que hay, sí /debería, así que lo cojo gratis, sí /y todo lo malo conserva las cosas que me alimentan /nunca ayudo o doy a los necesitados /ven y mírame". Pese a ello, esas letras me interpelaban en los 90, o más que las letras, había algo en su música que disparaba significados sobre lo que vivía por aquellos años. Porque lo cierto era que yo estaba desencantado de la política, me drogaba y me importaba bien poco el resto.

Cuando estaba por dejarme de gustar fanáticamente Happy Mondays apareció The Velvet Underground, y este gusto fue más compartido por los amigos melómanos. Hace poco leí un libro sobre los Velvet Underground, que escribió el músico Joe Harvard, y en el prólogo decía que buena parte de la movida indie, después de 1977, que es cuando los punks redescubren a esta banda, se debió a Lou Reed y compañía. Y en cierto sentido para mí fue así. Había algo en el sonido que hermanaba a ambas bandas, como si Velvet fuera la abuela de Happy Mondays, de hecho la presencia de John Cale en la producción de su primer disco lo demuestra. Si bien la banda resucitó, no la volví a escuchar. Las segundas partes no suelen ser buenas.

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