Luis Sepúlveda: el “fugitivo” que escribió su propia leyenda

El autor de Un viejo que leía novelas de amor murió el jueves en España, a los 70 años, a causa del covid-19. Exiliado tras el golpe militar, dejó una obra de vocación popular y de resonancias políticas y ecológicas.



A los 20 años albergaba sueños revolucionarios. Revolución y literatura. El escritor Luis Sepúlveda vibraba cuando invocaba recuerdos de juventud teñidos de guerrilla. Pero a diferencia de los revolucionarios de café, al autor nacido en Ovalle en 1949 y criado en San Miguel le gustaba asociarse a la épica de los hombres de fusil. “Yo siempre escribía, pero cuando fue necesario coger el arma la cogí”, aseguraba.

Admirador del Che Guevara y de Ernest Hemingway, Sepúlveda cubrió su obra con historias de lucha política, aventuras en los confines del mundo y personajes al borde de la ley. Esas narrativas le otorgaron un sentido a su propia vida, que él solía definir como “la biografía de un fugitivo”.

El último episodio de esta trayectoria de batallas y ficciones fue un combate a muerte con el covid-19, el virus que contrajo luego de un viaje al festival literario Correntes d’Escritas, en Póvoa de Varzim, Portugal. Internado desde el 29 de febrero en el Hospital Universitario Central de Asturias, Sepúlveda murió el jueves a los 70 años.

“Luis Sepúlveda recorrió desde muy joven casi todos los territorios posibles de la geografía y las utopías, y de esa vida inquieta supo dar cuenta, como dotadísimo narrador de historias, en apasionantes relatos y novelas”, expresó en un comunicado editorial Tusquets, sello que publica su obra.

Autor de resonancia internacional, Sepúlveda tuvo mil vidas, todas abrazadas por un aire legendario: su historia cuenta que a los 16 años se empleó en un barco ballenero, animado tras la lectura de El último grumete de la Baquedano; que aprendió de poesía haciendo mistelas en casa de Pablo de Rokha; que hizo teatro con Víctor Jara y que fue escolta personal de Salvador Allende, título que gustaba lucir. Tras el golpe militar, vivió con los indios shuar en la Amazonia y participó en la Revolución sandinita. Y en algún momento de esa trayectoria, aseguraba que fue a Bolivia, a luchar con el Che, naturalmente.

“Cuando llegó el momento de combatir en Bolivia, muchos de nosotros fuimos a combatir allí. Y lo mismo cuando llegó el momento de echar una mano a los sandinistas para que hicieran su revolución en Nicaragua. Es lo que dictaba la conciencia política y la coherencia de uno”, dijo al diario La Vanguardia.

Sus antecedentes literarios también tienen rasgos de realismo mágico: su currículum mencionaba que su primer libro obtuvo el Premio Casa de las Américas de Cuba en 1969 y que nueve años más tarde logró el Premio Rómulo Gallegos, 20 años antes que Roberto Bolaño. Los datos de la realidad, en cambio, dicen que el premio cubano de 1969 lo obtuvo Antonio Skármeta, y que en 1978 el Rómulo Gallegos no se entregó.

El viejo y el mar

Cultor de un estilo llano y poco sofisticado, de trazos más bien gruesos, su obra suele moverse entre la nostalgia, un tono vagamente sentimental y la protesta política y ecológica. Con más de 20 libros editados, decía que aprendió a perderle el miedo a la página en blanco gracias a Hemingway.

Precisamente la obra maestra del norteamericano, El viejo y el mar, le brindaría el modelo narrativo para la escritura de Un viejo que leía novelas de amor: Antonio José, el protagonista, que debe cazar una triguilla en la selva del Amazonas, se lee como un reflejo de Santiago, el pescador que Hemingway echó al mar Caribe.

Uno de los primeros en advertirlo fue Roberto Bolaño, quien consideraba que el ejercicio de Sepúlveda se aproximaba demasiado a su modelo, bordeando el plagio.

Si su estadía en el Amazonas le proporcionó el ambiente para Un viejo…, su viaje en el barco ballenero estará detrás de Mundo del fin del mundo. Del mismo modo, Patagonia express se inspiraría en su admiración por Francisco Coloane y, según contaba, en un encuentro con Bruce Chatwin en un bar de Barcelona.

Sepúlveda incursionó también en el género policial con Diario de un killer sentimental, así como en la narrativa infantil de contornos ecológicos con Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar.

En su obra resuenan las heridas personales y los ecos de la violencia política . “Un escritor siempre está con sus fantasmas y, cuando comienza a escribir, estos, por supuesto, salen a la luz, para bien y para mal”, decía.

Polémicas

El escritor que afirmaba que América Latina “limita al norte con el odio”, mantuvo una áspera polémica con Jorge Edwards en 1998 con motivo de la detención de Augusto Pinochet en Londres. En una columna en El País, Edwards escribió que el caso “ha provocado un remezón de la memoria y a la vez una fijación y una vuelta de imágenes que parecían enterradas”. Sepúlveda le respondió con un artículo donde afirmó que Edwards rasgaba vestiduras y sostuvo que hay dos Chiles, el de los vencedores y victimarios y el de las víctimas.

Fue un difusor también de autores chilenos, entre ellos Coloane y Hernán Rivera Letelier, y fundó el Salón del Libro de Gijón, ciudad en la que se instaló en 1997.

Su obra llegó al cine con las adaptaciones de Un viejo que leía novelas de amor y de Historia de una gaviota, estrenada como película animada en Italia. Autor del guión de Tierra del Fuego de Miguel Lttin, él mismo se puso tras la cámara para dirigir Nowhere, una fantasía política de discretos resultados.

Aun con toda su popularidad, su literatura no convencía a lectores exigentes, entre ellos Roberto Bolaño, quien diría: “Sepúlveda debería pedir perdón de rodillas en una plaza pública por lo mal que escribe”.

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