
Céline: el regreso de un escritor polémico y escéptico de la humanidad
Acaba de llegar a Chile la novela Londres, un manuscrito inédito del escritor francés, y que fue encontrado en 2021 dentro de una serie de papeles perdidos. En sus páginas recorre el mundo marginal que siempre frecuentó, y lo hace en su muy particular estilo. Acá, junto a especialistas analizamos la obra, su manera de narrar y su perfil problemático que le ha valido ser “cancelado”.

Supo que estaba perdido y decidió huir lo más pronto posible. No habría posibilidad de juicio justo para él. Apenas supo de la entrada de los aliados en territorio francés, tras el “Día D”, que le dio el giro irreversible a la Segunda Guerra Mundial, el escritor Louis-Ferdinand Céline arrancó con lo puesto. Junto a su esposa, Lucette, y su gato Bébert, abandonaron su departamento en el barrio parisino de Montmartre para huir hacia la Alemania de Hitler. Detrás de sí no solo dejaba una estela larga de colaboracionismo con la ocupación nazi y férreas opiniones antisemitas, sino que también papeles, muchos papeles. Sin embargo, aprovechando la ausencia de personas, un amigo de lo ajeno entró en el departamento y se los llevó. Ese ingente material pasó años extraviado, y su autor nunca volvió a verlos en vida. Falleció en 1961 en París, una vez que se le había permitido el regreso.
Pero en 2021 estos escritos reaparecieron. El periodista Jean-Pierre Thibaudat, una de las plumas anclas del influyente diario Libération, se contactó con los herederos de Céline asegurando que tenía los folios robados, puesto que alguien -que no quiso revelar- se los había entregado a fines de los 80. Aunque las mayores sospechas, hasta hoy, recaen en Oscar Rosembly, un reportero acusado en su época de saquear viviendas colaboracionistas, aunque nunca se ha confirmado.
Entre esas 5.000 páginas aparecieron unas novelas “en bruto” que el escritor se encontraba trabajando. Una, fue Guerra publicada en castellano por la casa editorial Anagrama en 2023. La otra, Londres, que acaba de llegar al país también con el sello catalán. Son parte de la obra de un escritor excelso que en 1932 debutó con Viaje al fin de la noche, una novela que quedó en la historia grande de la literatura, y que le valió la admiración incluso de figuras como León Trotsky, Jean-Paul Sartre o Simone de Beauvoir.

De alguna forma, Guerra y Londres son novelas hermanas. "Londres es el manuscrito más voluminoso del conjunto de inéditos de Louis-Ferdinand Céline reaparecidos durante el verano de 2021: más de un millar de hojas en total. Es la continuación inmediata de Guerra, pero se puede leer de manera independiente, dado que los temas que desarrolla y los personajes que introduce tienen su propia unidad, unidad que proviene principalmente del entorno urbano de este relato", comenta en su prefacio el editor Régis Tettamanzi.
Recordemos que Guerra es en parte ficción y parte memoria, ya que narra hechos que al propio Céline efectivamente le ocurrieron. El cabo Ferdinand (un trasunto del mismo Céline) es herido en la Primera Guerra Mundial cuando servía en el Ejército francés. La herida la recibe en Ypres, Bélgica, y resulta con un brazo dañado, además una bala cerca del oído lo deja tanto con dolor de cabeza como con un zumbido permanente. Luego, tal como le sucedió a Céline, Ferdinand conoce a una mujer, Angéle, una prostituta que tras enredarse con un oficial inglés, consigue que este los lleve a ambos a Londres. Ahí termina la novela.
Entonces, en Londres nos encontramos con que Ferdinand ya ha llegado a la capital inglesa e interactúa en los bajos fondos: se aloja en una turbia y olvidable pensión en el Soho, se conecta con proxenetas, prostitutas, delincuentes, y hasta conoce a un exiliado ruso que se dedica a colocar bombas. Todo contado en el estilo coloquial, desfachatado y con mucho ritmo que caracterizó a Céline, y que dejó huellas en escritores posteriores como Jean Genet, Jean-Paul Sartre, William Burroughs y Allen Ginsberg.

Hablar como Céline
El catalán Rubén Martín Giráldez fue quien se ocupó de la traducción de Londres al castellano. Contactado por Culto, nos comenta qué dificultades tuvo el proceso. “Dejando de lado los neologismos, la oralidad, el slang y la gramática de barba sucia disimulada, una parte importante de la dificultad en Céline —sobre todo después de Viaje al fin de la noche y debido a nuevas decisiones estéticas— radica en la sintaxis y la puntuación, que tienen que ver con lógicas difíciles de transmitir y de las que nunca podremos estar seguros, creo”.
“Todo tiene mucho que ver con la cadencia y la música, y Céline no confía en que eso se pueda trasladar a otro idioma. ‘La moindre virgule me passionne’, dice, y también lo apasionaba el music-hall. La traducción es un mal menor, en la correspondencia con John Marks su traductor al inglés del Viaje, ya le advertía que no esperaba que el resultado llegase a la altura de su original. Por no hablar de la opinión que le merecen los correctores y su peligrosísimo solide bon sens. Dicho a su editor, Denoël: ‘por favor, no añadan ni una sílaba al texto sin avisarme. Darían al traste con el ritmo’“.
Es que Céline logró crear una voz propia, sin paragón. Así lo comenta su biógrafo Damian Catani, profesor titular del Birkbeck College de la Universidad de Londres y autor de Louis-Ferdinand Céline: Journeys to the Extreme. “Céline es uno de los escritores más grandes y originales de la literatura moderna, que ofrece una crítica mordaz de la guerra, la injusticia social y la condición humana. Es conocido por su humor satírico y negro, y por su prosa oral y rítmica, que él mismo definió como ‘la emoción del habla en el lenguaje escrito’. Su representación y empatía hacia los desfavorecidos de la sociedad se refleja en su uso frecuente e innovador de la jerga, el lenguaje de la clase trabajadora. Su uso de la lengua vernácula y de una prosa enérgica y visceral fue un intento consciente y exitoso de revitalizar la novela francesa, liberándola de la sintaxis académica, erudita y excesivamente elaborada de sus predecesores literarios más burgueses y privilegiados, como Gide y Proust”.
Giráldez añade: “Dicho por el propio Céline, su lengua viene de lo que aprendió de la medicina y de una bailarina. Si te acercas, se ocupa de suministrarte un supositorio célinesco (‘abre así, di: Aah’) y uno se limita a servir de anfitrión. Que como límite es bastante ancho y desde luego alto, no nos podemos quejar. Seguramente no es el primer escritor ni el último que pone huevos en el cerebro de los lectores. No se da tantas veces, que una prosa haga perder las energías para creer en la civilización usando una cantidad motriz tan colosal de energía y desplazando tanta masa de monemas, ¿no?”.

En nuestro país, un especialista en literatura francesa es el escritor Mauricio Electorat. “De algún modo, lo que hace Céline es equivalente a lo que hizo Nicanor Parra en Chile. Él señaló que los poetas bajaron del Olimpo, porque la alta poesía se acabó y ahora viene la poesía de la calle, del habla. Céline hace lo mismo con la narrativa francesa”. En ese sentido, Electorat reflexiona sobre un dato crucial. ¿Cómo leemos a Céline en un idioma que no es el suyo? “Es muy difícil traducir a Céline. Cuando estas leyendo Londres o Viaje al fin de la noche, es una traducción al español de España, y ese no es Céline. Es complejo de traducir porque es lengua hablada, del bar, de la fuente de soda. Céline pone a prueba la traductibilidad de la literatura, ¿a qué lengua lo vas a vertir? Esa es la potencia que tiene más allá de su profundo escepticismo sobre el género humano, que lo lleva a ser fascista. No le ve solución al hombre, le parece lo peor, le parece un sujeto abyecto, lleno de codicia".
Por supuesto, Electorat opina de Londres. “Céline es de esos casos de escritor que escriben una sola novela enorme, y Londres forma parte de ese tremendo océano de escritura que hizo. Creo que hay que leerla, por supuesto, pero también Viaje al fin de la noche, De un castillo al otro, Norte, y Fantasía para otra ocasión. Ahí está el gran Céline".
Un ferviente lector de Céline es el librero Sergio Parra, de Metales Pesados. “Para todos los que lo leemos siempre, es algo sorprendente volver a encontrarnos con este lenguaje desaforado y abyecto. En esta novela, Londres, ves este mundo de expatriados que se encuentran ahí, prostitutas, alcohólicos, delincuentes. Son los personajes que forman el mundo de Céline, y que están presentes en gran parte de sus novelas, en Muerte a crédito, por ejemplo. Además, tuvo una infancia marcada por la violencia y eso marca su escritura".

Antisemitismo y una cancelación
Que se pueda leer una obra inédita de Céline es una excepción si tomamos en cuenta lo que ha ocurrido con su nombre en los últimos años. Porque nunca he dejado de ser un personaje incómodo para su país. En 2018, la editorial francesa Gallimard anunció la reedición de Bagatelles pour un massacre, de 1937, una serie de escritos panfletarios antisemitas. Según señaló Gallimard, “la intención [era] enmarcar y situar en su contexto unos escritos de una gran violencia, marcados notablemente por el odio antisemita del autor”. Pero por supuesto, se levantó una polémica y finalmente Gallimard revocó la publicación. Céline había sido “cancelado”.
“Se dice que es fascista, que era antisemita, y sí, lo era -opina Electorat-. Por supuesto, el 90% de los franceses de esa época lo era, ni digamos los alemanes. Céline es un revulsivo en la conciencia francesa. Los franceses se miran como habitantes de la patria que creó la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano. Los derechos humanos son un invento francés. Entonces, Céline les pone un ají en el culo. Céline detesta esta conciencia francesa suficiente, arrogante, y también al pequeño burgués. Desde luego, sufre la cancelación por su postura política deplorable, tiene un antisemitismo atroz. En su caso no tuvo que esperar a advenimiento de la cultura ‘woke’, a él lo vienen cancelando desde siempre. Es un problema para Francia”.

Sergio Parra plantea: “El tema del racismo está muy vigente, sobre todo hoy. Publicar unos escritos de Céline donde hable mal del pueblo judío sería un suicidio para cualquier editorial, aunque sea Gallimard. Y menos en EE.UU., sería impensable que se publicaran. Los editores son cautelosos y esos panfletos tienen importancia para la gente que estudia a Céline, no sé si tanto para el lector de Céline. En los 80 Lumen publicó unas cartas y su enfoque era más misógino que antisemita. Tenía todos esos aspectos: misógino, antisemita, radical, un tipo que no se conformaba con nada, y eso hace que tenga una biografía interesante”.
Justamente su biógrafo, Damian Catani, también opina: “Céline es, con razón, denunciado y criticado por su virulento antisemitismo. Sin embargo, es importante señalar que sus opiniones antisemitas y profascistas solo se reflejan en sus panfletos, no en sus novelas. Esta distinción es crucial porque nos permite juzgar sus novelas y sus importantes contribuciones literarias por sí mismas, con total independencia de los panfletos. Muchos estudiosos de Céline —y coincido con esta opinión— apoyaron la reedición de los panfletos con la condición de que fueran acompañados de una introducción crítica con fundamento histórico que señalara el dolor y el sufrimiento que causaron y los situara firmemente dentro de la tradición de textos antisemitas dañinos. Sin embargo, también creo que la controversia y el impasse generados por la controversia de los panfletos corrían el riesgo de mermar el importante legado literario de Céline”.
Por ello, Catani releva el valor de la narrativa perdida y ahora publicada de Céline: “El descubrimiento completamente inesperado de sus manuscritos literarios ‘perdidos’ en 2021, publicados desde entonces por Gallimard y Classiques Garnier y traducidos a varios idiomas, es un oportuno recordatorio de dicho legado. Esto ha desviado la atención del Céline controvertido panfletista hacia el Céline gran escritor literario, presentándolo incluso a una nueva generación de lectores. Nunca debemos excusar las opiniones perniciosas de Céline, pero tampoco debemos olvidar sus cualidades únicas como novelista: la reciente publicación de sus novelas manuscritas Guerra y Londres nos recuerdan enfáticamente estas cualidades y su continua relevancia como escritor históricamente único e importante".

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