
De las visitas de Violeta Parra a los años de dictadura: llega libro sobre las peñas folklóricas en Valparaíso
Canciones del viento. Las peñas folklóricas en el Gran Valparaíso, se llama el nuevo estudio que aborda una historia poco conocida en la difusión de la música popular chilena. Sus autores revelan algunas de sus claves a Culto, como por ejemplo, fue ahí donde se realizó el primer homenaje póstumo a Violeta Parra.

Apenas bajó las escalinatas para entrar al bodegón del subterráneo emplazado en Blanco 1321, Violeta Parra dio una rápida mirada al lugar. Allí funcionaba la Peña Folklórica de Valparaíso, y la cantautora era la invitada estelar. Su visita, ocurrida en noviembre de 1965, remeció la vida cultural del puerto principal. “Fue un verdadero suceso. Hacía quince años que no cantaba en Valparaíso”, apuntan Catalina Jordán González y Cristián González Farfán en su recién publicado estudio Canciones del viento. Las peñas folklóricas en el Gran Valparaíso (1965-1986), vía RIL Ediciones.
La visita de Violeta Parra a la primera peña folklórica del puerto se difundió con profusión. A pulso, los organizadores habían elaborado carteles de cartón pintado, los que se colgaron en los árboles y postes del alumbrado público. También tuvo cobertura en la prensa local, como dan cuenta Jordán y González. Su investigación, extendida durante cinco años, incluyó revisión de material de los periódicos de la época y allí ubicaron algunas notas que referían la visita de Violeta junto a su pareja, el suizo Gilbert Favre, a quien se le llamaba “el afuerino”. “La próxima semana, lunes y martes, vendrá a la Peña Violeta Parra, acompañada del afuerino, intérprete suizo de la quena”, detallaba una entrada en El Mercurio de Valparaíso, el 5 de noviembre de ese año.

Incluso se registra una visita de la artista, junto a Favre, a un programa de televisión del canal de la Universidad Católica. En esa ocasión, Violeta mostró su legendario carácter. “Allí Violeta, al enterarse de que no existiría pago por su presentación, habría decidido «no cantarles ni una copla» haciendo enfurecer al director del programa”, apuntan los autores.
Por ello es que el día de la presentación, hubo filas de gente que esperaban entrar. Mientras, la mujer de Gracias a la vida no perdía el tiempo e hizo una observación. “Al llegar Violeta a la peña, solicitó que se cambiara el escenario de lugar hacia el lado contrario. Se desplazaron mesas y sillas, pese a la protesta de algún miembro de la peña”, apuntan Jordán y González. La idea era que el público pudiera ver mejor y fue tal cual. Luego, todos los artistas del elenco estable de la Peña le cantaron una o dos canciones, para obtener una impresión de la artista. “Ella se sentó a escuchar y posterior a esa revista, realizó su concierto. Finalizada la noche, fueron todos a comer a La Reina del Pescado Frito, un lugar de comida popular muy conocido en Valparaíso y Viña del Mar”, detallan los autores.

La visita de Violeta Parra a la Peña de calle Blanco, fue uno de los puntos que abordaron los autores al momento de desplegar su extensa investigación sobre la escena de las peñas folklóricas en la región. Y no solo llegó a Valparaíso, sino que incluso visitó dos peñas levantadas posteriormente en Viña del Mar, una de las cuales alcanzó a conocer pocas semanas antes de su trágica muerte, en febrero de 1967. “En el libro de Osvaldo “gitano” Rodríguez, él cuenta muy detalladamente de varias visitas que hizo Violeta a las peñas. Entonces, a partir de esa información y de algunos recuerdos que tenían algunos de los entrevistados, ahí pudimos hacer ese seguimiento en prensa”, recuerda Catalina Jordán.
Fue precisamente Jordán, quien se animó a indagar en esa historia a partir de un detalle que leyó en el libro Los Fusileros, de Juan Cristóbal Peña. “Cuenta que el grupo de los fusileros se conocieron en una peña en Valparaíso, en la sede del Club Deportivo Orompeyo. Eso a mí me llamó mucho la atención y dije: ¿pero cómo no se sabe esto? porque pasa como medio colado en el libro”, recuerda del otro lado de la pantalla a Culto, desde la región de Valparaíso. Así comenzó a buscar información por su cuenta sobre las peñas en la zona. “Encontré que habían existido peñas acá en Valparaíso, yo no tenía idea”.
Mientras buscaba información, llegó a su manos el libro Ecos del tiempo subterráneo: las peñas en Santiago durante el régimen militar, de Gabriela Bravo y Cristián González Farfán. Fue la chispa que gatilló la colaboración. “Yo me contacté con él para que me pasara su libro y nos hicimos amigos. Y ya hace como unos seis años más o menos, con la idea de hacer una investigación de las peñas en Valparaíso le propuse al Cristian, dado que ya tenía experiencia sobre las peñas de Santiago. En 2019, postulamos a un primer fondo de la música para realizar la primera etapa de la investigación. La hicimos en plena pandemia. Y después, ya en 2022, volvimos a postular para terminar el libro”.
Fue así que ambos comenzaron a trabajar en un período de tiempo cruzado por la pandemia. Así trazaron algunas claves; la primera experiencia en la región con la peña folklórica de la Universidad de Chile, sede Valparaíso, a imitación de la recién abierta Peña de los Parra, en Santiago. Esta tuvo varias sedes, desde el restorán La Porteñita, en la subida Ecuador, la Escuela de Arquitectura de la misma casa de estudios, el bodegón en calle Blanco (la que conoció Violeta Parra), y así. En el núcleo inicial participaron nombres como “Gitano” Rodríguez, “Payo” Grondona, Sergio Sánchez, el conjunto Rucamillarepu, el conjunto Valparaíso, e incluso tuvo alguna participación el entonces estudiante Horacio Durán, futuro charanguista del conjunto Inti Illimani.
“Fue un trabajo de hormiga, por decirlo de alguna manera -recuerda Catalina Jordán-. Y ya cuando pudimos ubicar a los primeros protagonistas, ellos mismos nos fueron tejiendo las redes hacia las otras personas que sabían que estaban vivos o que estaban en condiciones de recordar ciertas cosas”.

Los autores también revisaron material en la Biblioteca Pública Santiago Severín. “Eso nos permitió corroborar ciertos datos que, obviamente, estaban dentro de la memoria oral. Ahora, es muy difícil investigar aquí en Valparaíso, porque mucha de la documentación, por ejemplo, del Mercurio de Valparaíso y de la Estrella, están en Santiago”, apunta Cristián González.
Pero el golpear puertas y contactar a protagonistas de la época, les permitió a los autores llegar hasta material muy poco conocido. “Por ejemplo, la prima de Payo Grondona, que es la guardiana de su legado, nos abrió una maleta completa con la documentación de él. Tenía unas cosas increíbles, unos volantes de la peña de Valparaíso, afiches, presentaciones de la peña en el Aula Magna de la Santa María, por ejemplo. Eso nos permitió darnos cuenta de la dimensión que tenía la peña de la Universidad de Chile, que fue una peña que tuvo una extensión muy grande hacia los territorios”, agrega González.
Tras surgir algunas diferencias, un grupo se escindió de la peña de Valparaíso para formar su propio lugar. Así llegaron hasta la Peña del Mar, que originalmente funcionó en el segundo piso del afamado local Cap Ducal en Viña del Mar. Un momento que reunió a nombres notables. “El Gitano Rodríguez llegó con un grupito en que estaba Payo Grondona, el grupo Tiempo Nuevo. Incluso ahí estuvo Violeta Parra con Los Jairas. La viuda de Ernesto Cavour, nos facilitó un documento en que salen Los Jairas posando frente a un cartel y que dice: Hoy, Peña del Mar, Violeta Parra, junto a Los Jairas”.
Posteriormente, el grupo se estableció en un salón en el antiguo Hotel France, en la calle Álvarez y formó allí la Peña Folklórica de Viña del Mar. Fue inaugurada en enero de 1967 y tuvo precisamente a Violeta de invitada, semanas antes de su muerte. Por ello, hay un detalle muy particular que rescata el libro; fue allí donde se realizó el primer homenaje póstumo a la cantautora.

“Fue un homenaje hermoso, con una exposición de 12 paneles inspirados en 12 de sus canciones, realizado por el Marco Antonio Hughes, además de material gráfico realizado por Hugo Rivera Scott, todo lo coordinó el Gitano Rodríguez. Hubo presentaciones musicales, estuvo una dos semanas, en marzo del 67’”, apunta Cristián González. El libro además adjunta algunas fotografías muy poco conocidas de ese particular evento, el que confirma que Violeta Parra ya era un nombre capital en el ambiente cultural chileno. “Ella fue muy importante con su participación en las peñas”, agrega el autor.
La primera parte se extiende desde esos heroicos años iniciales, hasta el golpe de estado de 1973, y luego, en una segunda parte, se abarca el período del golpe, hasta 1986. “Hay una fisionomía diferente entre cada una de ellas, una al alero del Instituto chileno-francés; la Peña de El Brasero, formada por estudiantes del Pedagógico de la Chile; la Peña el Boliche La Obra que se instaló en el centro; y la Peña Magisterio Villa Alemana, que tampoco la quisimos dejar detrás, porque fue un espacio y un bastión de resistencia súper importante en la época dictatorial. Acá recurrimos más a los testimonios que a la documentación, porque la aparición de las peñas en la prensa, durante la dictadura, fue mucho menor. Pero hubo personajes relevantes, por ejemplo, Pancho Sazo, de Congreso, participó una primera etapa en la peña El Brasero como animador y incluso como mecenas de algunos músicos”, detalla González.
Para los autores, su investigación les permitió rescatar un fenómeno clave en el desarrollo de la música popular chilena. “Hay una poca valoración, yo siento, con el fenómeno que ocurrió en Valparaíso, porque hay que pensar que la peña de la Universidad de Chile sede Valparaíso, nace pocos meses después que la peña de los Parra, corre casi en paralelo, y de esa se habla mucho más. Pero todos los grandes referentes de la Nueva Canción Chilena, e incluso gente como Atahualpa Yupanqui o Los Olimareños, estuvieron también en la peña de Valparaíso. Es decir, no solamente fue un escenario, sino que fue una gran casa cultural que le dio mucha importancia al resguardo y al rescate de la cultura tradicional”.

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