Culto

Juan Gabriel en el Palacio de Bellas Artes: historia de una locura

Entre el 9 al 12 de mayo de 1990, el "Divo de Juárez" se presentó a tablero vuelto en el Palacio de Bellas Artes de México, un lugar tradicionalmente reservado para la música clásica. Su presencia generó reacciones y molestia de las mentes más tradicionales, pero "Juanga" se salió con la suya. Esta es la historia.

Juan Gabriel en el Palacio de Bellas Artes: historia de una locura

Era una locura, una idea por lo bajo osada, pero a Juan Gabriel se le había cruzado presentarse en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México, y cantar su repertorio popular acompañado de una orquesta sinfónica. Consideraba que era un paso que le faltaba a su carrera. Lo iba realizar sí o sí. Debía hacerlo. Era 1990.

Pero soltar tamaño animal en un recinto tradicionalmente destinado a la música docta, tuvo sus detractores. “La polémica se ha prodigado, los cantantes de la ópera se han opuesto, no desprecian a lo popular pero este no es su sitio”, escribió el notable cronista Carlos Monsiváis en el diario Proceso, “y para el caso ni importa que los conciertos sean en beneficio de la Orquesta Sinfónica Nacional, es vergonzoso (murmuran) que para comprar instrumentos el Señor Gobierno depende de la buena voluntad de un cantante y a la ira de los defensores de la buena música se une la explosión de homofobia (...) incrédulos ante un individuo con tales modales y tal fama y semejante éxito”.

“No solamente eran las críticas de afuera, adentro no se quería”, cuenta María Esther Pozo, la entonces Directora de Difusión del Bellas Artes en el reciente documental Juan Gabriel: Puedo, debo y quiero, que acaba de estrenar Netflix, que aborda la vida de Alberto Aguilera Valadez, el hombre detrás del ídolo. “Los miembros de la orquesta y del coro, ¿qué iban a tener que hacer? Era un shock", agrega Pozo.

Y peor aún, el concierto tuvo una importante baja durante los preparativos. “El director de la Sinfónica Nacional, el maestro Luis Herrera de la Fuente, muy conservador. ¿Pensar que él tenía que dirigir este concierto? ‘Discúlpenme, pero yo no puedo hacer esto’“, y se negó a dirigir. Sin embargo, el maestro Enrique Patrón de Rueda sí estuvo dispuesto a hacerlo.

Patrón de Rueda recodó esos momentos en el documental. “Cuando dije que sí, los arreglos no estaban listos. Estaba yo nervioso, pues estaba en lo desconocido. Era yo todavía muy ajeno y me di cuenta que Juan Gabriel improvisaba la mayor parte del espectáculo. Pero había una comunicación enorme entre él y sus músicos. Todos ellos me ayudaron con los tiempos”.

“Traté de aprender las señales que él hacía, cuando iba a improvisar, cuando se iba a salir de la improvisación, cuando quería terminar”. Y añade: “Lo más complejo fue poder romper el turrón con la sinfónica, que es una orquesta grandota, seria. Relajense, bailen. Fue un proceso, no crean que fue tan rapidito que se dejaron”.

No contento con estampar su propia huella, también llevó a un grupo de niño de su escuela de música Semjase, para que estos fueran parte de la presentación. Y no contento con una noche, Juan Gabriel agendó ¡cuatro!, y los cuatro recitales se llenaron. Los tickets se vendieron en solo 8 horas.

A Cecilia

Hasta que llegó el 9 de mayo de 1990. “Vamos a rompernos el alma aquí, vamos a hacer algo memorable”, le dijo Juan Gabriel a Enrique Patrón de Rueda. Y lo fue. El “Divo de Juárez” apareció de blanco, como un predicador dispuesto a enamorar a su feligresía con un mensaje sencillo, cotidiano. “Hasta que conocí, y la vida con dolor”. Algo que cualquier hijo de las colonias del DF puede entender.

Una de las personas a quien le dedicó el show fue a Cecilia Occelli, esposa del presidente Carlos Salinas de Gortari. ¿La razón? las gestiones que Occelli realizó para que Juan Gabriel pudiera realizar su show en el Bellas Artes.

Con motivo del fallecimiento de Juan Gabriel en 2016, el comerciante Javier Rosas comentó cómo fue su experiencia como espectador en 3 de las 4 fechas. “El escenario le quedó como anillo al dedo, por no decir que le quedó chico”.

“Fue increíble ver como la Orquesta Sinfónica Nacional y su director —además de los coros de Bellas Artes— cantaban, bailaban y gozaban del espectáculo como si estuvieran en las butacas, sin sentirse limitados por su vestimenta de etiqueta o por la organización formal que representaban. Lo gozaban. Reían sin pudor cuando veían los bailes y los contoneos del artista”.

“Fue, considero sin temor a equivocarme, un parteaguas en la carrera de Juan Gabriel: en ese momento se convirtió en el artista más importante de México”.

En el setlist, Juan Gabriel despachó lo mejor de su artillería. Pasaron temas como Hasta que te conocí, Yo te perdono, Yo no nací para amar, Se me olvidó otra vez, Me nace del corazón / La muerte del palomo, además de unos popurrí donde mezcló estilos y canciones como quien le echa ingredientes al caldo sin parar. Uno de ellos, de 25 minutos mezcló los temas Hasta que te conocí / La negra Tomasa / Danzando lambada / Caballo viejo / Bamboleo / Debo hacerlo / Hasta que te conocí / Adoro / Te dedico esta canción (Mi canción) / Cada quien su camino.

Y en otro popurrí, de 14 minutos, partió con Querida y luego le sumó Contigo aprendí / Bonita / La diferencia / Qué te pasa/ Toda la vida/ Muévanse todos. Una locura que andaba en todas sus patas. Funcionó perfecto.

Los shows fueron recopilados en un LP doble aparecido el 20 de diciembre de 1990, Juan Gabriel en el Palacio de Bellas Artes, y se transformó en uno de los álbumes emblemáticos del “Divo de Juárez”. Lo había conseguido. Debía hacerlo.

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