
Los últimos días de John Bonham de Led Zeppelin: el martirio del gigante
Hace 45 años el fallecimiento del legendario baterista puso fin a la trayectoria sideral de Led Zeppelin. Considerado como uno de los nombres definitivos en su puesto, fue también la encarnación del espíritu destructivo del rock que lo alejó de sus compañeros, hasta acabar tempranamente con su vida.

El teléfono repica insistente mientras Jimmy Page, envuelto en una bocanada de cigarrillo, observa a hurtadillas por una ventana de Old Mill House cómo se reúne lentamente un gentío en el frontis. La radio y la televisión han alertado la muerte de John Bonham en la mansión de tres plantas que el guitarrista de Led Zeppelin compró por 900 mil libras al actor Michael Caine. La edificación es cercana a un estudio adquirido también por el músico y productor, para proyectar el futuro algo incierto en la década de los 80 que recién arranca. Led Zeppelin aún es la banda más grande de la Tierra pero colisiona con la new wave, el post punk, el synth pop, y la costumbre de la prensa de referirse a ellos como dinosaurios.
Atardece el 25 de septiembre de 1980 y Robert Plant trata de consolar a Pat, la esposa del baterista, y a sus hijos Zoë y Jason en Old Hayd Farm, la granja familiar donde el fallecido músico colecciona autos, kits de batería y materiales de construcción para trabajar con su padre. El cantante está devastado. Provincianos y amigos desde quinceañeros, formaron una alianza de novatos al interior de una banda donde la otra mitad pertenecía a la flor y nata de los sesionistas del swinging London.

De regreso a casa, John Paul Jones sigue en shock, pero también se siente molesto y enrabiado. Fue él quien descubrió junto al road manager Benje LeFevre, el cuerpo del baterista con la piel fría y azulada. Yacía en la cama de un dormitorio impregnado de hedor a vómito. Jones descendió la escalera de caracol hasta encontrar a Page y Plant al fondo de un patio fumando y riendo, a la espera de ensayar para la primera gira norteamericana en tres años bautizada como “The 1980s: Part One”, con fecha de arranque para el 17 de octubre en Montreal. “Se quedó tirado de la manera equivocada -declaró el bajista y tecladista-, lo cual le podría haber pasado a cualquiera que ha bebido mucho”.
El cantante quiso ver a su amigo pero LeFevre lo impidió. Llamaron a una ambulancia solo para constatar que llevaba varias horas muerto, y luego llegó la policía. No había gran misterio en cómo John Bonham había perdido la vida a los 32 años. La investigación forense posterior, concluida el 18 de octubre, determinó la causa del fallecimiento por inhalación de su propio vómito, provocando un edema pulmonar por acumulación de líquido.
La cuenta regresiva había arrancado el día antes. Durante doce horas, el baterista ingirió 40 unidades de vodka. Rumbo al ensayo en Bray Studios el 24 de septiembre, las mismas salas donde habían preparado los multitudinarios conciertos del festival Knebworth el año anterior, pidió pasar a un bar para empinar cuatro cócteles dobles con naranja, junto con devorar un sándwich de queso y jamón. “El desayuno”, le comentó a su asistente Rex King, un ex instalador de alfombras enrolado en el séquito de Led Zeppelin solo cuatro días antes de iniciar la nefasta gira de 1977, que los llevaría por última vez a Estados Unidos, donde el baterista fue detenido por el tristemente célebre incidente de Oakland, involucrado en una salvaje golpiza a un guardia.

El manager Peter Grant estaba contento con los servicios de Rex King, esforzado en mantener a raya a Bonham, sumido en el alcoholismo y en un intento por abandonar la heroína. A pesar del cariño y admiración artística que los restantes miembros de la banda siente por el baterista, en general inseguro de su rol en Led Zeppelin, también rehúyen mayor contacto durante las giras. Su personalidad amable y risueña se esfumaba bajo los efectos etílicos y narcóticos. En su lugar, un ser embrutecido y odioso atacaba a quien tuviera delante. El entourage de Zeppelin lo llamaba “La Bestia”. “Un tipo dulce, mimoso y bobo hasta que se emborrachaba y entonces querías evitarlo”, en palabras de la súper groupie Pamela Des Barres. “Lo vi golpear a mi amiga Michelle justo en la mandíbula solo por estar con él en la puerta del Rainbow”.
Los periodistas que siguieron aquella gira por Norteamérica en 1977 a bordo del Starship, el Boeing 720 que arrendaban, debían firmar un documento con una serie de cláusulas redundantes en no iniciar ninguna clase de conversación con los músicos y el séquito por iniciativa propia. La primera condición -”nunca hables con nadie de la banda a menos que ellos te hablen primero”- contenía un apartado aterrador.
“No hagas ningún tipo de contacto visual con John Bonham -advertía el texto-. Esto es por tu propia seguridad”.

Karen no te aguanta
Chicago, 19 de enero de 1975. Con feroz resaca tras el primer show de una nueva gira por Norteamérica luego de dos años de ausencia, John Bonham repasa el listado de mejores bateristas de los lectores de Playboy. Coincide con el primer lugar a Buddy Rich -él mismo es un fan que organiza su set de platillos tal como el legendario jazzista-, o que su admirado camarada Ginger Baker, en quien se inspiró para el tribal arreglo de Four sticks en Led Zeppelin IV (1971), figure en el quinto puesto.
Pero ¿qué hace Karen Carpenter en la décima posición inmediatamente antes que él? “No aguantaría ni diez minutos con un tema de Zeppelin”, brama al día siguiente en un camerino del Chicago Stadium para la revista Creem. Sin embargo, en su interior sabe que no es el mismo de los primeros años del conjunto. A medida que avanza la década y el grupo se hace cada vez más monumental, una sombra se posa lentamente sobre él y el resto de esta fuerza creativa musical convertida en una pandilla de siniestros forajidos insaciables, antes que de una entidad artística iluminando el camino del rock en los 70.
Entre la gira de 1973 y la de 1975 cambiaron notoriamente los hábitos de la organización alrededor del grupo, con la cocaína y la heroína enquistada en el staff. La paranoia cunde y los cabecillas del equipo comienzan a portar armas. Richard Cole, el road manager histórico que los acompañó de comienzo a fin entre 1968 y 1980, se acostumbró a desenfundar su armamento ante el menor contratiempo. Entre varios incidentes, apuntó al reputado baterista Aynsley Dunbar (Journey, David Bowie) a la cabeza. Cabreado, Dunbar le asestó una patada en la entrepierna.

John Bonham también comenzó a portar un arma y así amenazó a Glenn Hughes, en ese entonces bajista de Deep Purple, acusándolo de haber seducido a su esposa. Y fue en esa gira del 75 que empezó a vestirse como un drugo de La Naranja Mecánica (1971) de Stanley Kubrick, para que no quedaran dudas de un perfil de violencia y desmadre gratuito.
Aburrido tanto de sus tropelías como de las exigencias insólitas del resto, John Paul Jones intentó alejarse de Led Zeppelin en 1974 -de hecho, retomó labores como sesionista y arreglador para otros artistas-, hasta que encontró una solución práctica para evitar el denso ambiente: desaparecer en los días libres de concierto.
Durante aquel tour norteamericano, la fama de “Bonzo”, como apodaban al baterista, obligó el pago de una garantía de 10 mil dólares en el hotel Plaza de Nueva York. En el rubro se corrió rápidamente la voz de que Bonham solía destrozar habitaciones y causar problemas. Atacó sin motivo a un ejecutivo de Atlantic Records haciendo picadillo sus lentes, como se abalanzó sobre una azafata en pleno vuelo del Starship, con intención de violarla. En otra ocasión, trató de abrir una de las puertas de la nave a miles de pies de altura para orinar, y también fue a dar al hospital luego de agredir a un guardia que dominaba las artes marciales.

El creciente consumo de cocaína solo empeoraba el hábito con la bebida. Acostumbrado a tocar con un paquete de clorhidrato entre las piernas, cuando los roadies desmontaban su equipo se repartían el polvo generosamente derramado.
Los malditos
Tal como ocurría en paralelo con su amigo Keith Moon de The Who, también sumido en un destructivo espiral de consumo, “Bonzo” se deterioraba rápidamente afectando sus capacidades musicales. Los legendarios solos donde golpeaba la batería hasta con las manos -técnica que replicó de maestros del jazz como Papa Jo Jones y Joe Morello- eran cada vez más largos, improvisados y tediosos abarcando casi media hora, muy lejos de la explosividad y el poder de los primeros años. Jimmy Page también extendía sus performances borracho y bajo los efectos de la heroína, con la guitarra desafinada por completo.
La gira por Estados Unidos de 1977 finalizó de golpe el 26 de julio con la repentina muerte de Karac, el hijo de cinco años de Robert Plant, por una infección respiratoria. El vocalista viajó de regreso a Inglaterra acompañado de John Bonham, el único miembro de Led Zeppelin que estuvo a su lado durante el proceso. “En las etapas más aciagas de mi vida, cuando perdí a mi niño y cuando mi familia estaba sumida en el más absoluto caos, fue ‘Bonzo’ quien me ayudó”, reflexiona el cantante en el libro 50 años de Led Zeppelin: Cuando los gigantes caminaban sobre la tierra (2008), de Mick Wall.

La prensa comenzó a elucubrar sobre una maldición en torno a la banda gatillada -qué duda cabía- por la confesa afición ocultista de Jimmy Page. La cadena de infortunios y tragedias sumaba un grave accidente automovilístico sufrido por Plant en vacaciones que le obligó a grabar el álbum Presence (1976) en silla de ruedas; el incidente de Oakland que derivó en detenciones, un proceso judicial y cabildeo en el senado estadounidense para prohibir el regreso del grupo; la muerte de Karac, y un choque de Bonham completamente ebrio al volante. Al listado se agregaban las golpizas a quien se cruzara inoportunamente por el camino del grupo, reiteradas amenazas con armas de fuego incluyendo periodistas, y la muerte por sobredosis de un joven fotógrafo de 19 años amigo de Page, en una de sus residencias.
Las fabulaciones periodísticas ligaban esos hechos como señales inequívocas de una maldición satánica, soslayando que el manager Peter Grant, también atrapado por la cocaína, no reclutaba asistentes del mundo corporativo precisamente, sino matones como el actor John Bindon, descrito por diversas fuentes como un sociópata, y el irascible Richard Cole bajo permanente influjo narcótico.
Robert en batería
Los rodamientos del cuarteto chirriaron durante largos meses antes de ponerse en marcha. Hubo un frío ensayo a mediados de 1978 en el sótano del castillo Clearwell -una edificación del siglo XVIII con fama de encantado-, hasta que en noviembre Robert Plant decidió retomar el trabajo conjunto con el registro del que sería el último álbum de Led Zeppelin, el irregular In through the out door (1979).
Con Jimmy Page atrapado en la heroína, fue John Paul Jones quien se hizo cargo de la producción y la composición sin ser acreditado en el primer rol, una labor hasta entonces exclusiva del guitarrista que había creado a la banda. Teclados destemplados y el piano dominan las canciones, mientras la guitarra se proyecta en texturas y capas antes que molduras en torno al riff.
Favorecido en la mezcla, John Bonham ofrece algunos de los mejores pasajes de su carrera como el shuffle a medio tiempo de Fool in the rain con magistral quiebre redoblando en velocidad samba, o la dinámica precisa y contenida para el lamento del single All my love, con alusiones a la muerte de Karac (“él es una pluma en el viento”), una de las joyas del álbum a pesar del desprecio de Page por la pieza, donde cinceló guitarras de alta factura.
En agosto regresaron oficialmente a los escenarios con un par de shows programados para los días 4 y 11 en Knebworth. Peter Grant negoció los espectáculos convencido de agotar las entradas rápidamente pero la venta estuvo lejos de lo esperado, a pesar de que Led Zeppelin sumaba cuatro años sin tocar en suelo británico.
El primer concierto despachó 104 mil boletos y el segundo apenas 40 mil. Los años de vapuleo matonesco a la prensa pasaron factura, más entusiasta de cubrir a bandas de rock duro al grano como AC/DC o la sensación neoyorquina Blondie, que al veterano cuarteto con nuevo look de cabelleras recortadas y corbatas new wave.
Aquel segundo show bajo lluvia y con menos público, fue el último de Led Zeppelin en Inglaterra.
En un símil con los últimos años de Elvis Presley, resignado a circuitos secundarios y cachés más modestos, la siguiente gira por Europa fue notoriamente austera cubriendo recintos con capacidades menores, para el estándar de estadio al que estaba habituado el grupo. No había pantallas, rayos láser, bombas de humo, ni un gran sistema de sonido para 14 fechas recorriendo Alemania Occidental, Austria, Bélgica, Países Bajos y Suiza. La duración promedio de los conciertos fue de dos horas y no tres como practicaron por años. Jimmy Page suprimió el clásico despliegue con el arco de violín sobre la Gibson Les Paul Standard, y la misma suerte para el solo de batería.
El 27 de junio en Messezentrum, Núremberg, John Bonham se desplomó en Black dog, tercer tema de la noche, provocando la cancelación del resto del show. El 7 de julio fue la fecha final en Eissporthalle de Berlín Oeste. El baterista se había asegurado de comprar numerosas muñecas para su hija Zoë, guardadas primorosamente en una maleta. A la par, luchaba por escapar de la heroína bebiendo en exceso.

En septiembre comenzaron los ensayos para la gira norteamericana en Bray Studios, ajustando aún más el setlist. Bonham se mostraba preocupado por la perspectiva de alejarse de la familia y hundirse aún más en un entorno enviciado. Ingería un antidepresivo mezclado con insanas dosis de alcohol, consciente de su discreto rendimiento. Sentía, como le dijo a Robert Plant en esos días finales camino a un ensayo, que todo el mundo tocaba mejor que él. “Íbamos en un auto manejando, se quitó una visera arrojándola por la ventana y dijo ‘cuando lleguemos tocarás batería y yo cantaré’”.
Aquel 24 de septiembre tras el sándwich y los vodka naranja recargados -”el desayuno”-, John Bonham siguió emborrachándose en la sala hasta colapsar su motricidad. El baterista fue a dar a la mansión de Page donde continuó con el vodka y reclamando por la futura gira. Quedó tumbado en un sofá hasta que cerca de la medianoche un asistente lo llevó a un dormitorio. En una hora indeterminada de la madrugada del día 25, murió ahogado.
“Para nosotros no era nada nuevo ver a Bonzo excederse con la bebida y perder el conocimiento”, declaró Jimmy Page en 2005, según consigna el libro de Mick Wall. “Conocía a mucha otra gente a la que le pasaba lo mismo. Quizá hoy, y a esta edad, habría encendido todas las alarmas. Pero entonces era poco menos que la norma entre la clase de gente que frecuentábamos”.
Led Zeppelin anunció su separación el 4 de diciembre de 1980.
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