
Shea Stadium: a 60 años del día en que The Beatles inventaron los conciertos en estadios
El 15 de agosto de 1965, los Fab Four hicieron historia al abrir su segunda gira por Estados Unidos con una presentación en un estadio. Una rareza por entonces, en una época en que los conciertos se desplegaban en teatros y auditorios. Con un set de apenas 12 temas, los de Liverpool cambiaron para siempre los espectáculos de rock.

“Damas y caballeros, honrados por su país, condecorados por su Reina, queridos aquí en Estados Unidos, ¡aquí están los Beatles!“, anunció el presentador Ed Sullivan la noche del 15 de agosto de 1965.
Ante el griterío de los fans, los Fab Four caminaron desde los camarines y a las 21.16 horas subieron a un rudimentario escenario montado hacia una esquina del campo de juego del Shea Stadium, Nueva York. La ruidosa ovación se sentía como un zumbido. Afinaron y comenzaron a tocar Twist & shout, su efectivo tema de apertura por entonces.
Los gritos de las 55.600 personas que llegaron al estadio esa noche, superaron por mucho el potencial de los equipos de 100 watts que el grupo estrenaba. La tecnología de los conciertos no le siguió el paso al trepidante ascenso de los Beatles. En una época sin monitores de piso, técnicos de escenario ni pantallas, la banda tocaba como si estuviera en un pub.

“Era la primera vez que uno de esos estadios se usaba para un concierto de rock -recordó George Harrison años después-. Vox fabricó amplificadores especiales de 100 vatios para esa gira. Pasamos del amplificador de 30 vatios al de 100 vatios y, obviamente, no fue suficiente; solo teníamos el sistema de sonido de la casa”.
Por entonces, tocar en un estadio era una novedad. Los Beatles se presentaban habitualmente en teatros, auditorios, y recintos de mediana capacidad. En ese mismo año, antes de volar a Estados Unidos, su gira europea los llevó a presentarse en lugares como el Teatro Adriano en Roma, el Palais des Sports en Paris, el Palazzo dello sport en Genova, e incluso en plazas de toros en Madrid y Barcelona, en plenos años de la dictadura Franquista.

La trastienda de un hito
Para el verano boreal de ese 1965, The Beatles tenían en agenda su segunda gira de conciertos por Estados Unidos. Habían debutado en Norteamérica en febrero de 1964, con un recibimiento triunfal, que desató la fiebre por ellos, la Beatlemanía.
En esa primera visita, el hombre clave fue el productor Sid Bernstein. Él fue quien arregló la llegada del grupo al país. Y todo resultó bien. Al notar el fervor que los de Liverpool desataban en cada concierto comenzó a darle vueltas a la idea de llevar a la banda a un recinto de mayor capacidad.
Según Dave Schwensen, autor del libro The Beatles at Shea Stadium, Bernstein tenía un antecedente inmediato en la mesa. “La mayor multitud que Elvis había tenido en un estadio fue de 26.000 personas en el Cotton Bowl”, dice Schwensen. “Los Beatles tuvieron que llenar el Shea con más del doble”.

Por eso, Bernstein pensó en un lugar como el Shea Stadium de Nueva York, inaugurado el 17 de abril de 1964, y por entonces un recinto moderno. Era el lugar que permitía una asistencia masiva y a la vez marcar un hito: un primer show en estadios. También sería el arranque de la nueva gira americana, lo que le daba todavía mayor publicidad.
Con su afinado sentido del negocio, el mánager del grupo, Brian Epstein, conversó con Bob Precht, productor del programa The Ed Sullivan Show (y yerno de Sullivan), donde los Beatles se habían presentado en su visita de 1964. La idea era montar un especial de televisión para su emisión. Hablaron con Bernstein, quien de inmediato les dio la venia. “No firmaron ningún contrato ni le pagaron nada”, asegura Schwensen en su libro.
El registro del show quedó a cargo del director Andrew Laszlo, quien desplegó un equipo de 12 cámaras de 35 mm, además de una cámara portátil de 16 mm que siguió a la banda durante su visita.
La noche del 15 de agosto, fue la culminación de un día agitado. La idea inicial era llevar a la banda en helicóptero, aterrizar en el campo de juego y allí ellos caminarían hasta el escenario. Pero el ayuntamiento de Nueva York puso reparos. Así, se debió seguir un plan de emergencia.
Los Beatles fueron trasladados en limusina desde el Hotel Warwick hasta un helipuerto. Ahí se montaron en un helicóptero Boeing Vertol 107-II que voló hasta la azotea del edificio de la Feria Mundial en Queens. Desde allí, como si fueran una carga valiosa, abordaron una camioneta blindada de Wells Fargo, que los llevó hasta el estadio.
Solo un par de días antes del show, se había lanzado la edición americana del álbum Help! el que incluía las canciones de la película y los pasajes instrumentales de orquesta, compuestos por Ken Thornee e interpretadas por la orquesta de George Martin.

Pero en ese momento, el grupo estaba al tope del Billboard 200 con su álbum anterior, Beatles VI, el que incluía temas no publicados en Estados Unidos del disco inglés Beatles for Sale, además del lado B del single Ticket to Ride (la sorprendente Yes it is) y dos temas del álbum británico Help!: You like me too much, de George Harrison, y Tell me what you see.
En ese 15 de agosto, antes de la presentación de los Beatles se sucedieron las presentaciones de los “teloneros”; los grupos Brenda Holloway and the King Curtis Band, Cannibal & The Headhunters, Sounds Incorporated y the Young Rascals.
Cuando salieron a escena, luciendo unas chaquetas que se volvieron legendarias, el grito los descolocó. “Nunca sentí que la gente viniera a escuchar nuestro espectáculo; sentí que venían a vernos. Desde el conteo inicial del primer número, el volumen de los gritos ahogó todo lo demás”, recordó Ringo Starr en The Beatles Anthology.
En total, el grupo tocó un set habitual de 12 temas. El griterío era tal, que John Lennon preguntó al público si podían escucharlo, antes de cantar Dizzy Miss Lizzy, un tema rockanrolero que incluyeron en Help! y al presentar Baby’s in black (original de Beatles for sale) no supo en cuál álbum se había publicado en Estados Unidos, porque ahí se seguía una dinámica de publicación distinta al Reino Unido; pensaba que fue en Beatles VI (probablemente enterado del éxito en las listas), pero en realidad, salió en Beatles 65′. “No lo recuerdo bien -dijo un nervioso Lennon, quien nunca tuvo mucha precisión con los datos- Yo no lo tengo”.

En su habitual momento en los shows, Ringo, cantó (con una notoria desafinación) Act Naturally, la canción de inspiración country & western que grabó para el álbum Help! También tocaron un par de temas del disco A Hard Day’s Night, considerando que había pasado un año del estreno de la película en EE.UU.; la que le da título y Can’t buy me love, cantada con garra por Paul McCartney.
Sobre el final, cuando cerraron con I’m Down, Lennon dejó una imagen para la historia al tocar el órgano Vox Continental con los codos. Una decisión que le nació en el momento. “No sabía muy bien qué hacer, porque me sentía desnudo sin guitarra, así que hice todo lo que podía: saltaba por todos lados y solo toqué dos compases”, recordó años más tarde. Apenas terminaron de tocar, bajaron casi a la carrera y como pudieron se metieron al vehículo que los sacó del estadio.
El grito constante del público puso muchos problemas a la banda para escucharse. Por lo mismo, el equipo de grabación portátil registró un sonido muy pobre del show. Hombre práctico, el productor George Martin le pidió al grupo que regrabaran en secreto algunas de las canciones del concierto. Nada fácil porque tenían que tocar a la misma velocidad de esa noche, considerando que el material se iba a usar en la película.
Ahí salió el bagaje de las largas noches tocando en clubes de Hamburgo y Liverpool. El 5 de enero de 1966, el grupo reservó el estudio CTS (Cine Tele Sound), en Kensington Gardens Square, Londres. Regrabaron Help!, I Feel Fine y Ticket to Ride. McCartney grabó pistas de bajo para varios temas y en la pista de I’m Down se sumó un órgano para suplir las deficiencias de la interpretación de Lennon.
El lío con el audio retrasó el lanzamiento de la película del concierto. El especial The Beatles At Shea Stadium” , se estrenó el 1 de marzo de 1966 en la BBC 1 del Reino Unido. En tanto, el estreno en Estados Unidos se hizo esperar. Según Schwensen, la CBS ya había perdido interés por el material y no se apuró mucho. Finalmente se estrenó el 10 de enero de 1967, cuando los Beatles estaban más lejos que nunca; en ese mismo día, al otro lado del Atlántico, estaban en el estudio Abbey Road trabajando en Penny Lane. La beatlemanía había quedado atrás.
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