La historia tras la canción del No

<P>Tuvo una primera letra dolorosa que hablaba de torturas y fue pensada para Francisco Sazo, de Congreso, como voz principal. Hoy, los protagonistas del jingle revivido por la cinta de Pablo Larraín lucen un presente diverso, con su voz femenina totalmente distanciada del hito.</P>




"Yo no quiero ser parte de la cosa farandulera que ahora rodea al No. Además, no me interesa acordarme de esos años". Rosa Escobar contesta seca el teléfono y recalca una y otra vez que no desea volver a vincularse con uno de los eventos capitales en la historia chilena del siglo XX. Es su legítimo derecho, salvo por un detalle: Escobar, hoy nombre casi anónimo para gran parte de los chilenos, fue protagonista fundamental de la campaña que en 1988 sacó a Augusto Pinochet de La Moneda. Iniciada como corista universitaria, la intérprete fue la voz femenina del tema Chile, la alegría ya viene, encargada de ese tramo inaugurado por la estrofa "porque nace el arcoíris/después de la tempestad/ porque quiero que florezca/ mi manera de pensar".

La alergia al hito no solo retrata su personal portazo a la historia; también ilustra el destino dispar de los que dieron vida, letra y sonido al jingle local más decisivo de las últimas décadas, impacto revivido durante estos días por la cinta No, de Pablo Larraín. Un presente situado en las antípodas de esos años: "Todos los involucrados teníamos una pasión enorme, sin distinciones. Nadie quería dejar de participar. Y gratis", rememora con entusiasmo Jaime de Aguirre, coautor del himno, sentado en su oficina de director ejecutivo de Chilevisión.

Como compositor y fundador de Filmocentro -estudio que en los 80 acogió las grabaciones del sello Alerce-, De Aguirre ya había escrito en 1987 el tema Somos más, que llamaba a la elecciones libres y que solo fue emitido por radio Cooperativa y Chilena. Bajo ese antecedente, los publicistas encargados de la franja del No lo contactaron para que ahora facturara una melodía de mayor alcance. Aunque el consenso apunta a que el plan buscaba sacudirse de los versos lacerantes y los guitarreos andinos perpetuados durante décadas por la canción protesta, los detalles dicen otra cosa. "No más genocidas/ no más dictadura/ no más detenidos desaparecidos": esa fue la letra preliminar y los primeros trazos que bosquejaron los versos del himno, muy diferentes al agite festivo con que asestó la inmortalidad.

"Yo empecé a escribir desde el dolor. El sustento más primitivo de este tema era el sufrimiento", reconoce Sergio Bravo, guionista, socio histórico de De Aguirre y a quien se le encargó la misión de crear la letra. Luego sigue: "Pero cuando Eugenio García (director de la campaña) me puso como base la frase 'Chile, la alegría ya viene' comencé a trabajar sobre otra idea y pensé que eso era realmente el espíritu de lo que quería expresar. Aquí funcioné al revés de los publicistas: empecé a escribir desde mis ganas de cambio, desde lo que yo quería que pasara, y no mirando un target al que dirigirle la letra".

Bravo cifra en dos noches el período en que se demoró en dar cuerpo definitivo a la lírica. Luego partió donde el hoy hombre fuerte de CHV para que asociara la música. "Fue todo muy rápido y también no me demoré más de dos días. La letra era muy esperanzadora y me inspiré en el pop de esos años, pese a que hubo mucha gente que lo cuestionó y que esperaba una canción más ligada a la música de izquierda", dice De Aguirre.

A la hora de fichar a las voces, sus mentores tampoco querían ser tan predecibles, aunque de inmediato miraron a su círculo cercano: Francisco Sazo de Congreso era el candidato que tenían en mente. Hasta que un encuentro casual en Alerce con Claudio Guzmán, cantante de mediana popularidad en el pop chileno y parte de la banda QEP, generó el quiebre. "Me lo propusieron y lo pensé bastante. Podía ser medio complicado para mi carrera asociarme a algo así, pero lo acepté por mis convicciones", cuenta Guzmán. Eugenio García acota: "Fue elegido porque su tono de voz se asemejaba al de cualquier persona, no era sofisticado. Y la idea era esa: que cualquiera se sintiera identificado".

Bajo ese mismo sino, Bravo y De Aguirre querían agregar un coro que transmitiera clamor popular y telefonearon a Bajo Cuerda, grupo universitario que desde 1984 se especializó en versiones corales de la música de raíz. "Llegamos y la canción total se grabó en tres horas. Una tarde", cuenta el hoy doctor Pablo Sepúlveda, ex director de la entidad. Aunque ya estaba todo armado, faltaba ensamblar la voz femenina que secundaría a Guzmán. Solo como una prueba casual, los productores le pidieron ayuda a Rosa Escobar, corista de Bajo cuerda, ingeniera química e hija de Daniel Escobar (parte del gabinete de Allende y desaparecido en 1973). "Fue una suerte de casting espontáneo, donde la probaron y emocionó altiro. Así que dejaron su voz precisamente porque también era muy normal", cuenta Sepúlveda.

Tras su profunda huella en la franja televisiva, la canción salió en un casete con distintas versiones -rockera, infantil, femenina-, el que despachó cerca de 20 mil copias. Ante el remezón, Guzmán hoy reconoce que esperaba alzarse como un crédito con mayor vitrina en los medios: solo lanzó otros tres discos como solista, sin mayor repercusión, y hoy está concentrado en su labor de documentalista. Eso sí, tiene una diferencia radical con Escobar, a quien conoció solo en la grabación: le gusta mirar de cerca su historia y este 29 de agosto volverá a cantar el himno del No en un show en el Teatro del Puente.

Por su parte, Escobar reapareció un año después y cantó Gana la gente, himno oficial de la campaña de Patricio Aylwin. Luego se concentró en su labor de ingeniera en una consultora y desapareció para siempre de la primera plana, aunque hoy sigue cantando en algunos coros y ha colaborado con grupos como Napalé. En tanto, los miembros de Bajo cuerda se separaron en 1991, pero se han reunido para entonar los jingles de distintas campañas, como las de Lagos y Bachelet. "Todos nos repartimos por todos lados", culmina Guzmán, aludiendo a protagonistas que remataron en destinos tan diversos como los colores de ese arcoíris al que cantaban.

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