São Paulo: la eterna gigante
VANGUARDISTA, CAOTICA, fashion, moderna, cosmopolita, bulliciosa… Sobran los adjetivos para describir a “Sampa”, como la apodó el popular cantor Caetano Veloso, quien confiesa en uno de sus melancólicos versos que “cuando llegué por aquí, nada entendí de la dura poesía concreta de tus esquinas...”. Es que, efectivamente, no es fácil seguirle el ritmo a una ciudad de 11 millones de habitantes, quienes a diario se mueven de un lado para otro a un ritmo frenético. Muchos de ellos se desplazan en auto, otros tantos en moto, y el resto, en su deficiente transporte público, el mismo que hizo despertar al gigante Brasil en junio recién pasado.
Pero esta ciudad es mucho más que una gran selva de cemento; aquí se ofrece de todo en demasía y, por lo mismo, todo se le perdona. Bares, botecos y discotecas en los que celebran animadas fiestas de domingo a domingo, una amplia oferta gastronómica y, sobre todo, una impresionante oferta cultural. Tanto es así, que el eslogan turístico de la ciudad reza “nuestra playa es la cultura”. No es exagerado señalar que en “Sampa” es posible conocer todas las raíces de Brasil, pues aquí decenas de museos convidan a ello, como el de la Lengua Portuguesa, el de la Independencia, el de Arte Moderno o el Afrobrasileiro, por nombrar sólo algunos.
Por eso tenga la “certeza”, como acostumbran a prometer en Brasil, de que en São Paulo, pase lo que pase, la diversión está garantizada.
* Paradas obligadas
La principal arteria de São Paulo se conoce, justamente, como Avenida Paulista. En total son dos kilómetros bordeados por enormes edificios empresariales, muchos de ellos de moderna arquitectura. Entre estas construcciones, una se roba todas las miradas de los visitantes, porque uno de sus costados lo adorna un colorido mural, de 52 metros de altura y 16 de ancho, con el rostro del destacado y difunto arquitecto Oscar Niemeyer.
El resto de la avenida la componen centros comerciales, restaurantes, librerías y decenas de zapaterías, siendo el MASP (Museo de Arte São Paulo), sin lugar a dudas, una de las paradas obligatorias de cualquier paseo. Aquí se albergan aproximadamente 8.000 obras de arte, entre las que destacan originales de Van Gogh y Monet. El MASP se reconoce, a lo lejos, por sus enormes pilares rojos, de ocho metros de altura, que sostienen la construcción, como si estuviera flotando sobre la superficie.
Pero si de museos se trata, todo aquel que vibre con el fútbol debe visitar la que se reconoce como la catedral de este deporte en el mundo: el Museo del Fútbol. Moderno, interactivo y sumamente entretenido, sus realizadores no se midieron en gastos. Acá el visitante puede empaparse de la historia de este deporte, revivir momentos épicos, sentirse dentro de una barra enfervorizada y conocer a los más importantes jugadores. El museo se ubica justo debajo de las graderías del estadio Pacaembú.
* Vida nocturna
Dicen que en Brasil el día es carioca y la noche paulista. Lo cierto es que se hace difícil debatir dicha afirmación, pues a excepción del centro histórico, donde de noche la mayoría de los edificios cierra sus puertas, el resto de la ciudad continúa con vida las 24 horas. La Vila Madalena es el barrio bohemio por excelencia, un sector donde la mayoría de sus antiguas casas se han transformado en tiendas, centros culturales, restaurantes y recintos nocturnos. Aquí hay casi 300 bares, restaurantes y pubs, y más de 40 librerías. El corazón de la noche es la intersección de las calles Aspicuelta y Mourato Coelho, donde la samba tiene su casa, adueñándose del corazón de la villa.
Aunque indiscutiblemente es la rua Augusta, ubicada casi al final de la Avenida Paulista, el epicentro de las “baladas”, como los brasileños llaman a las fiestas y al carrete. Bares con música en vivo, restaurantes de las más variadas cocinas, discotecas y clubes se aglutinan en esta calle, donde la noche pareciera no tener fin.
* Dónde comer
Además de ser capital financiera, São Paulo también es el epicentro gastronómico del país. En total son 12.500 restaurantes, con más de 50 nacionalidades que dicen presente. Uno de sus barrios culinarios más reconocidos es Liberdade, donde vive una enorme comunidad japonesa, y asiática en general, y existen numerosos restaurantes con especialidades orientales. En la ciudad también hay 15.000 bares y 3.000 panaderías, las cuales producen en un promedio de 6.200 panes por minuto. Por eso, aunque sea difícil pasar hambre, no está demás advertir que cuesta encontrar opciones baratas. Una alternativa económica son los locales de comida por kilo, donde se paga por el peso del plato y que suelen tener menús simples (carne, pollo, arroz) pero baratos. La ciudad se jacta de producir más pizzas que Nueva York, y realmente las hacen bien, por lo que también es una recomendación para irse a la segura.
Otro recinto donde podrá encontrar diversas ofertas y a buenos precios es el Gran Mercado, emplazado en pleno centro. Frutas, carnes, quesos y varios productos locales se exhiben y venden. Pruebe aquí el popular sándwich de 20 centímetros de alto y 200 gramos de mortadela, el cual se creó tras los constantes alegatos de un insatisfecho cliente, que repetía sin cesar que tras comer ahí quedaba con gusto a poco. “La broma” tuvo tanta aprobación, que no dejó de prepararse jamás.
* Paseos en los alrededores
La gran urbe de São Paulo se expande cada vez más y, por consiguiente, se acerca poco a poco al litoral paulista. Por eso, en poco más de una hora se pueden recorrer los 60 kilómetros que le separan del puerto de Santos o del balneario de Guarujá, aunque ciertamente vale la pena alejarse un poco más para descubrir Ilhabela. Allí, en un espacio de 500 metros y cortada por la desembocadura de dos ríos, se esconde la playa de Jabaquara. De mar tranquilo y color turquesa, finas arenas blancas y custodiada por una abundante vegetación, su belleza impresiona inclusive antes de llegar por eso bien vale la pena detenerse en la última curva y disfrutar de la mejor vista panorámica de la isla.
Si lo que se busca, en cambio, son vestigios coloniales, entonces Embu das Artes es el rincón más apropiado y cercano, pues está separado del centro de São Paulo por escasos 40 kilómetros. En la pequeña localidad encontrará mucha artesanía típica de Brasil, locales donde degustar una gran variedad de cachazas y diversos restaurantes, desde los más populares, donde se sirve la tradicional feijoada, hasta otros más elegantes que, incluso, nos hacen recordar a Europa.








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