Editorial

Aumento de la obesidad en Chile

No parece haberse tomado conciencia sobre el impacto que esta condición tiene para la calidad de vida de las personas y los enormes costos que representa para la economía y el sistema de salud.

Aumento de la obesidad en Chile REUTERS.

La alta prevalencia del sobrepeso y la obesidad en la población chilena viene siendo advertida desde hace años en diversos estudios, pero el último informe Heath at a Glance, de la OCDE, ha vuelto a recordar que el problema se está acentuando. De acuerdo con dicho estudio, el 30,7% de la población presenta obesidad, ubicando a Chile no solo entre el grupo de países que lideran esta condición dentro de la OCDE, sino que además tal porcentaje está diez puntos por sobre la medida del bloque. El resultado desde luego preocupa, considerando que en el informe de 2023 la obesidad en nuestro país alcanzaba al 26,4% de los habitantes.

Las razones que explican este deterioro son diversas, pero parece haber amplia coincidencia de que el aumento de la obesidad y el sobrepeso se debe principalmente a una combinación de malas prácticas alimenticias -con evidente prevalencia de comidas poco saludables- y un aumento del sedentarismo, lo que no solo está ocurriendo en población adulta, sino que también en niños y jóvenes, lo que se ve reflejado en los abultados índices de obesidad que se observa en los menores de edad.

No es casualidad que la OMS haya declarado a la obesidad como una epidemia -en 2022 una de cada ocho personas en el mundo era obesa-, considerando que tal condición aumenta las posibilidades de desarrollar enfermedades que pueden deteriorar gravemente la salud de las personas, producto del aumento del riesgo de desarrollar cáncer, diabetes, hígado graso o hipertensión, lo que a su vez se traduce en una enorme presión para el gasto en los sistemas de salud y pérdidas para la actividad económica, ya que este tipo de patologías redundan en mayores licencias médicas y pérdidas de días laborales. En Chile, de hecho, alrededor del 14% de la población presenta diabetes -contra el promedio de 8,8% que se observa a nivel de la OCDE-, y de acuerdo con estimaciones realizadas por el semanario The Economist, el costo total de la obesidad en adultos fue de US$ 3.600 millones en 2020, representando el 16,13% del gasto total en salud y el 1,4% del PIB nominal.

El país debe tomar conciencia de que estamos frente a una verdadera bomba de tiempo, y que de no tomar medidas mucho más activas el cuadro de obesidad en pocos años más se verá sustancialmente agravado y los costos para la calidad de vida de las personas serán significativos, con un severo impacto para la actividad económica. Lamentablemente, estos temas suelen estar fuera de la agenda pública, y es un hecho que las políticas públicas actualmente en ejecución no son suficientes para abordar este problema.

Desde luego ha sido positivo contar con la política de sellos contenida en la Ley de Alimentos, la cual permite alertar a los consumidores sobre los componentes nutricionales; hay otra serie de programas, como por ejemplo de alimentación en los colegios, pero nada de esto parece ser suficiente para producir un punto de quiebre en la tendencia. En tal sentido, resulta preocupante que medidas altamente efectivas, como la actividad física, presente niveles insatisfactorios. La Encuesta Nacional de Actividad Física y Deporte 2024 muestra que apenas un 26,4% de los niños, niñas y adolescentes entre 5 y 17 años alcanza los niveles mínimos de actividad física recomendados por la OMS. En los adultos, en tanto, la cifra sube a 44,9%. Se requiere asimismo de campañas que produzcan un cambio en los hábitos alimenticios, e inversión para el desarrollo de nuevas tecnologías de alimentos que permitan comer más saludablemente y a costos razonables.

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