El error de diagnóstico de la izquierda chilena
La izquierda comete un error al asumir que las causas de su reciente derrota electoral se deben a fallas en la gestión de este gobierno u otros factores coyunturales y no a que su proyecto político ha perdido adhesión en la ciudadanía, lo que ya fue evidente en el plebiscito constitucional de 2022.

Tras la dura derrota electoral que experimentó el oficialismo en la segunda vuelta presidencial, por estos días han proliferado los análisis provenientes del mundo de la izquierda, intentando explicar las causas de esta debacle y qué actitud será la que deberá adoptar este sector una vez que pase a ser oposición en el gobierno de José Antonio Kast.
Naturalmente no han faltado las voces que responsabilizan de esta derrota al gobierno del Presidente Boric, no solo por una cadena de desprolijidades durante su gestión, sino porque tampoco tuvo la fuerza para impulsar los cambios estructurales que comprometió durante la campaña. Es, de hecho, la visión del Partido Comunista, plasmada en las conclusiones de su último Comité Central. Allí plantea, por ejemplo, que se hizo evidente una brecha persistente entre las aspiraciones de transformación expresadas por amplios sectores del pueblo y la capacidad del gobierno para producir un proceso de cambios, haciendo ver además la desconexión entre las fuerzas de izquierda y amplios sectores populares.
Algunos también han hecho hincapié en las complejidades que revistió el hecho de que la candidata Jeannette Jara tuviera militancia comunista. El Frente Amplio (FA), por su parte, admite errores, pero se niega a reconocer que se trata de una derrota del proyecto político, reivindicando lo que este partido considera una serie de avances conquistados en este período. No opina igual el presidente del PPD, el senador Jaime Quintana, quien estima que “la falta de reflexión del FA nos puede llevar a nuevas derrotas y hacer un daño irreversible al sector”. La presidenta del Partido Socialista, en tanto, estima que sería muy estrecho atribuir la derrota a Jeannette Jara o al gobierno, pues los partidos del sector vienen experimentando un decrecimiento en la población, desestimando además que el resultado se explique por el clivaje Apruebo-Rechazo, sino más bien por necesidades insatisfechas de la gente.
Estos primeros diagnósticos son coherentes con las visiones que parte importante de la izquierda ha sostenido en los últimos años, empecinada en llevar a cabo un conjunto de transformaciones radicales en la sociedad, y confiada en que ello va en sintonía con lo que la propia ciudadanía demanda. A la luz de ello no debería resultar extraño que muchos atribuyan la derrota no al contenido de dichos postulados, sino a las incapacidades para cumplir con estas promesas de cambio, o a fallas comunicacionales para realzar los logros conseguidos hasta ahora. Incluso no faltan aquellas voces que proyectaron en esta elección una suerte de plebiscito a la administración del Presidente Boric, de modo que -según esta visión- lo que ha resultado derrotado no es un proyecto político sino un gobierno que tuvo problemas de gestión, lo que además se vería potenciado por el ciclo pendular en el que nos encontramos, donde la sociedad va transitando alternadamente entre derecha e izquierda, de modo que ahora fue el turno de Kast. Bajo esa lógica, bastaría esperar a que en cuatro años más llegue el turno del actual oficialismo para volver al poder.
Hay un evidente problema de diagnóstico en los razonamientos anteriores, porque se asume que la derrota se explica fundamentalmente por aspectos meramente coyunturales, sin darse cuenta -o sin querer admitir- que las razones de fondo obedecen a que el proyecto político que la izquierda ofrece al país es lo que ha sido derrotado, lo que coincide con la experiencia del primer proceso constitucional.
En efecto, las propuestas refundacionales que allí comenzaron a gestarse tempranamente empezaron a despertar resquemor en la población, y fue en el plebiscito de septiembre de 2022 donde ello se hizo patente, cuando el proyecto constitucional fue abrumadoramente rechazado, dejando claro que las ideas refundacionales que la izquierda promueve no tienen apoyo mayoritario, lo que ocurrió antes de que siquiera este gobierno diera pie para que su gestión fuera cuestionada. A raíz de la contundencia con que dicho proyecto fue rechazado, quedó claro que había surgido un nuevo clivaje político -del “Apruebo” y el “Rechazo”, es decir, refundación versus restauración-, dejando atrás al “Sí” y al “No”, que había dominado nuestra política en los últimos 30 años. La aplastante derrota electoral de hace un par de semanas no es más que el reflejo de este nuevo eje, de una ciudadanía que pide soluciones concretas a sus problemas y no refundaciones, tampoco dispuesta a seguir en adhesiones incondicionales a un determinado proyecto político.
A la luz de estas consideraciones ya no es obvio que para volver al poder baste con esperar a que transcurran cuatro años o sencillamente apostar al desgaste del gobierno de Kast. Ahora que la izquierda debate sobre qué tipo de oposición constituir frente al nuevo gobierno, es la oportunidad para comenzar un debate mucho más en profundidad sobre las verdaderas causas de la derrota, buscando articular propuestas que sintonicen mucho mejor con las aspiraciones de la ciudadanía. El Partido Comunista claramente ha optado por una estrategia distinta, al definir que buscará reactivar las movilizaciones sociales para hacer frente al gobierno de Kast, lo que solo da cuenta de que la dirigencia del PC no tiene ningún interés en revisar sus líneas ideológicas. Cabría esperar que los demás partidos de izquierda no incurran en tal predicamento ni se dejen arrastrar por la tentación de forzar el desgaste del próximo gobierno como posible estrategia electoral.
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