La odisea de Manuel Fuenmayor

Manuel Fuenmayor

Agobiado por las crisis en su país, el exjabalinista venezolano se vino a Chile, donde hoy imparte clases. Pero no pasaba lo mismo en los últimos meses, donde ha tenido que ejercer de cosechador, guardia, repartidor, constructor y pizzero.



Manuel Fuenmayor participó por años en torneos internacionales en Chile. Entre 1998 y 2008, el Orlando Guaita siempre lo tenía en sus nóminas y en la jabalina el venezolano era carta para que el público mirara. Era conocido y reconocido. Pero desde marzo está en Chile y pocos lo reconocen, tal vez nadie miró ese tractor o el camión de gas pasó muy rápido, o porque estaba oscuro en la discoteque que cuidaba. O simplemente porque nadie se fijó en quién le hacía ese trabajo en la casa o le servía la pizza.

Fuenmayor, de 37 años, nunca se imaginó que terminaría viviendo en Concepción, pero después de pasar penurias en su país y aventuras en Chile, valora más que lamenta lo que ha pasado. Todo partió por la grave situación social que se vive su país. Era director de Deportes en el Municipio de Lagunillas, entrenador, tenía una pizzería y un centro de llamados. Pero la crisis no lo perdonó. No le quedó otra que mirar al exterior. "Los pequeños negocios son los que más han sido afectados, los arriendos eran más caros y los materiales no se conseguían", rememora.

Ahí apareció Chile. Porque las relaciones entre ambas federaciones de atletismo era buena y porque Fuenmayor tenía amigos en el país. Se vendría y cuando estuviera asentado, traería a su familia. "No me costó salir porque pude vender algunas cosas", cuenta.

El multimedallista venezolano, participante de los Juegos Olímpicos de Atenas, llegó a Santiago en marzo, a la casa del récord nacional de jabalina, Ignacio Guerra: "Ignacio era un atleta muy técnico y que le ponía mucho entusiasmo a su deporte, muy disciplinado. Él estaba muy pendiente de todo hasta que una noche le pregunté la posibilidad de trabajar en deporte y él me ayudó a indagar".

"Aprendí a entregar y ayudar gracias a la experiencia que he tenido con gente como Carlos Burgos, de Meds. Ellos me enseñaron los verdaderos códigos del deporte. Ayudé a Manuel porque era lo correcto. Fuimos compañeros de profesión y fue un gran mentor para mí", señala Guerra.

Desde el departamento de Guerra salía a buscar trabajo, porque "el cambio del gobierno puso lentas las cosas", dice el venezolano.

Fuenmayor tuvo la ayuda también de varios compatriotas, que primero le ofrecieron trabajar enlabores agrícolas. "Yo puedo hacer un libro con lo que he hecho. Primero estuve con un venezolano con que casualmente había trabajado en Lagunillas. Él era director de Transporte y me lo encontré ahí. Nunca había cosechado uvas, es una experiencia bonita, porque además me comía las uvas", cuenta. De ahí pasó a las mandarinas, nueces y otros productos que ya no recuerda.

Tras un par de meses, al medallista se le veía en la puerta de una discoteque en Bellavista, en labores de seguridad. "Eso era para no estar parado, sino produciendo algo de dinero y esperando la respuesta del IND. Me alcanzaba para comer aquí, estar tranquilo y ayudar a mi familia. Mis padres toman medicamentos y usted sabe lo que pasa en Venezuela, no se encuentra nada, nada".

Después fue maestro en construcción: "Conocí otro amigo que arreglaba casas, pintaba, soldaba... porque yo también sé soldar, mi papá tenía un taller de eso. Arreglé muchas cosas".

Sin embargo, Santiago no sería su destino final. En Concepción, Fuenmayor fue plata en el Sudamericano Junior de 1999, un dato que no olvidó cuando supo que las mejores oportunidades para él estaban allá: otro amigo lo necesitaba para su negocio de comida rápida. "Ahí trabajé como dos semana nomás". A esa altura ya habían arribado a Chile su esposa y sus hijos de 10 y ocho años.

La pizzería que tenían los Fuenmayor en Venezuela fue una bendición cuando Manuel quiso buscar trabajo. "Me preguntaron qué sabía hacer y les dije ¡todo!, la salsa, la masa, estirar, hornear. Si tuve casi 10 años mi propia pizzería en Venezuela", recuerda.

Por esos días, todos vivieron un mes en una pensión universitaria en la que no le cobraban. "Era una amigo chileno de la Marina, le estoy bien agradecido, mucha gente nos ayudó y nos gustaría agradecerles", relata. "Quisiera agradecerle a Juan Luis Carter, presidente de la Federación Atlética y al de la Venezolana, Wilfredys León, y a una mujer que hizo posible que estuviera aquí, la presidenta de la Asociación de Concepción, Fónica Feder, también a su mamá, su hermana, a Patricio Saavedra, que me recibieron en su casa. Igual que, en Santiago, la señora Nancy Quilodrán. Y a los amigos Ignacio Guerra, Marco Antonio Verni y Diego Moraga, y a mi familia, suegros, esposa, padres".

Luego de cinco meses de aventuras en Chile, Manuel Fuenmayor ya está en el sistema del IND y hace los primeros talleres escolares. "Hace dos semanas ya tengo el primer contrato y tendré otro para los Juegos de la Araucanía. Soy entrenador de todos los lanzamientos, su metodología, preparación", explica.

La idea de Fuenmayor es: "Hacer lo mismo que hacía en mi país". Es decir, buscar talentos. Pero lo que más anhela es trabajar con las selecciones. Es una nueva vida que aparece en Concepción, a más de cinco mil kilómetros de recuerdos buenos y malos. "Y con algunos buenos muchachos lanzadores que ya vi acá", cierra, entusiasmado.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.