Elisa Loncón: “No se debería presidencializar el trabajo de la Convención”

A semanas de las elecciones y cuando varios convencionales han respaldado a los candidatos a La Moneda, la presidenta del órgano constituyente los llama a concentrarse en su labor y sacar en el plazo de 12 meses -como máximo- la propuesta de nuevo texto constitucional.


Es una calurosa tarde de viernes y Elisa Loncón interrumpe su ajetreada agenda para tomarse algunas fotos para esta entrevista en la que hace un balance de los meses en que le ha tocado liderar el proceso.

“Como soy chiquitita, si me toma desde abajo me veo más larga”, bromea la presidenta de la Convención Constitucional en los jardines del Congreso en Santiago.

Dice que siente “satisfacción” por lo avanzado, que es un “imperativo” emanar un nuevo texto en los plazos ya establecidos y que el pleno del organismo es autónomo en sus decisiones, justamente luego de que la Corte Suprema acogiera un recurso de protección en favor de convencionales de la derecha que alegaron vulneración a su libertad de expresión. Y aunque sostiene que no ha tenido tiempo de pensar qué nombre marcará en la papeleta del 21 de noviembre, advierte que sea quién sea el que llegue a La Moneda tendrá que respetar la nueva Constitución.

¿Cuál es su balance de estos meses?

La Convención ha mostrado que tiene las capacidades para avanzar, pese a cualquier circunstancia. Sin duda, ha sido un proceso complejo, pero nos propusimos un cronograma que fuimos cumpliendo. Y eso a mí me llena de satisfacción, porque independiente de cualquier problema, hemos podido avanzar.

¿A qué atribuye la baja de expectativas que se ha evidenciado respecto del proceso?

La Convención nació para dar solución a problemas que estaban afectando a la ciudadanía, sobre todo en materia de disminución de sus derechos fundamentales, en un contexto donde existe una amplia crisis de representación política. Esa realidad afecta también a la Convención, afectan los discursos de la coyuntura, los discursos políticos, y sabemos que, dentro de esto, también el poder comunicacional de los sectores más altos de la élite política que tiene mucha capacidad para llegar a la mentalidad de la gente y a la televisión han hecho su trabajo. Nosotros sabemos que existe la posición del Rechazo y que desde el primer día han instalado esa idea.

Si bien hay gente que desde un inicio estaba por rechazar el proceso, según algunos sondeos, hay gente que votó Apruebo, pero que se ha ido desencantando. ¿Cómo se recupera esa confianza?

Hay que tener apertura, y lo digo también de los sistemas de medición instalados, que nos miran como si esto fuera una relación de izquierda, derecha y centro. Están dejando a actores importantes fuera de las evaluaciones, porque si tú le preguntas a una comunidad indígena, si tú le preguntas a la comunidad de la diversidad sexual, vamos a tener una visión diferente. Hay que hacer las mediciones conforme a la ampliación de los criterios que instala la Convención, con nuevos actores, que van más allá de las izquierdas, las derechas y todo lo demás.

¿Cómo ha visto la evolución del clima interno en la Convención?

¿Evolucionando el clima? Yo diría que, más bien, aumentando la comprensión entre nosotros. Le pondría esas palabras, porque hemos tenido mayor posibilidad de interacción, nos estamos transformando en compañeros de trabajo, con propósitos comunes. A partir de la convivencia se va generando mayor confianza y, finalmente, vamos a tener que llegar todos al punto de darle a Chile esta Constitución y eso implica acuerdos, consensos, independiente de que tengamos diferencias.

¿Cómo ve el rol de sectores que han quedado en los extremos? El Frente Amplio y el PS han jugado más de bisagra, el PC se ha articulado más con Movimientos Sociales y el Pueblo Constituyente…

De nuevo la mirada que se tiene de la Convención, de verla como una relación de partidos políticos... Hay muchos independientes que no obedecemos a ningún comité central y estamos instalando otra forma de hacer democracia, ya no desde los partidos políticos. Aquí somos todos minoría, entonces, si un sector se margina, obviamente que no va a tener representación. Todos estamos llamados a dialogar y a establecer acuerdos. Asumiendo que somos minoría y que nadie tiene la capacidad de vetar al otro, pero tampoco de colocarle su aplanadora, porque no hay aplanadoras aquí. O sea, esa visión que se tiene de que aquí el FA, los comunistas, es un lenguaje completamente de la coyuntura política y nosotros no tenemos nada que ver con eso.

¿Cree que esos sectores siguen operando con esas lógicas?

Sí, porque tienen un método de trabajo y lo más probable es que les cueste más cambiar de mentalidad. Lo que ocurre acá es que los partidos tradicionales están desafiados a asumir estas demandas, esas que ellos mismos dejaron de lado cuando fueron gobierno con su manera paternalista también de actuar con el otro.

¿Usted siente que ha pagado un costo por su rol institucional? Desde los otros pueblos algunos acusaron que se estaban “mapuchizando” sus demandas.

Tengo una visión súper positiva del trabajo que me ha tocado hacer. No es por ponerme encima del resto, sino mirando desde abajo, desde donde nosotros venimos. Yo vengo, como todos los mapuches, de una comunidad, y si hoy día yo estoy en la presidencia, eso implica también poner en un nivel político de toma de decisión a un pueblo que nunca antes tuvo esa posibilidad. Cuando se dice que se va a “mapuchizar” la Convención, es una opinión racista, porque el mapuche está asociado a cuestiones de violencia, a cuestiones de ignorancia y una serie de calificativos raciales que, en el fondo, hacen ver un desprecio a ese ser que es distinto.

¿Caen en eso los pueblos del norte, que han sido críticos a veces sobre su rol?

Los pueblos del norte más bien han reaccionado frente a una falta de confianza.

¿Y a qué lo atribuye?

Desde el punto de vista histórico, los indígenas tenemos desconfianza frente a las autoridades, entonces, seguramente al yo ser presidenta ellos me ven casi como una autoridad, como si fuera blanca, y ahí hay un proceso de maduración de confianzas que sin duda estamos todos los días construyendo. Pueden encontrar cualquier situación, pero lo que para mí es claro es que nunca me van a ver irme contra los derechos de nosotros mismos. No está dentro de mi ética.

¿Le ha dolido esa desconfianza, en lo personal?

No, no es un tema que pase desapercibido, pero uno tiene que tener la capacidad de leer más allá de lo inmediato.

De lo personal...

Sí, porque yo no estoy aquí por una cuestión personal. Fui elegida por una mayoría y tengo un rol como presidenta para la Convención, que representa a todos los pueblos de Chile. Entendiendo los fenómenos de la marginalidad que afecta a una persona excluida, porque he estudiado estos fenómenos, sé que se dan esas situaciones. Pero dentro de un proceso de relación política, de acuerdo, vamos tomando confianza.

¿Cómo se imagina la nueva Constitución desde el punto de vista de los derechos de los pueblos originarios?

Dentro de los reglamentos está instalada la plurinacionalidad, los derechos de la madre naturaleza, la descentralización y, sin duda, esos ejes van a estar instalados dentro de la nueva Constitución. Va a ser una Constitución muy distinta a la que queda atrás y eso es un gran logro.

¿Cómo se imagina un país con plurinacionalidad?

Es como la paridad, la capacidad de que instalemos en este Chile la idea de que el poder se comparte. El poder ya no va a ser de una élite política, racial y económica, va a ser compartido con esa diversidad de identidades que se instalan con la plurinacionalidad. Lo que no puede hacer Chile es seguir negando las identidades. Y eso va a tener un efecto en la cultura, porque vamos a aprender a respetarnos desde nuestras diferencias.

¿Cómo lee la decisión de la Corte Suprema de acoger el recurso de protección de Vamos por Chile? Si bien no se refirieron al tema de fondo, algunos lo interpretan como una señal de que la Convención no está por encima de la institucionalidad.

Es parte de una señal política de los sectores que están por el Rechazo. Nosotros sabemos que esa opinión existe, pero también sabemos que la Convención se conformó por un mandato constitucional y tiene la facultad de generar su propia normativa autónomamente del poder constituido. Entonces, desde esa posición, está en su labor que la Convención tome sus decisiones y fije sus normas. Votamos más de mil indicaciones en el reglamento y, dado el tiempo, se tomó la decisión de hacer esa discusión con la presentación de la persona autora de la indicación y luego se votaba, porque tampoco teníamos el tiempo a nuestro favor. Pero ese acuerdo lo decidió el pleno, tal como lo establece el reglamento. Por lo tanto, no se puede volver atrás.

¿Espera que la justicia no los mandate a revertir esa decisión?

Por el momento, aún no se nos notifica, es solo una decisión administrativa de la Corte Suprema, pasa a la Corte de Apelaciones y después va a llegar a nosotros la comunicación y ahí tomaremos nota y prepararemos nuestro informe, dando cuenta de las decisiones que tomamos con los conceptos jurídicos adecuados.

¿Por qué puso en duda que la Convención sesione en la Universidad de Concepción?

Cuando hablé siempre dije que estábamos en un proceso de definiciones. En ningún momento dije que ahí no se iba a hacer, creo que hubo una interpretación que la sacaron hasta volverla un tema de coyuntura. La Convención no tiene en este momento veto para ninguna institución, ni menos académica. Estamos disponibles, solo que nos interesa que las decisiones sean bien fundadas y tomadas con el apoyo de nuestra gente. Este viernes definimos que se sumarían los convencionales de la misma zona para organizar el nombre y el lugar donde se realizarán las diferentes actividades.

Esta semana hicieron una propuesta de cronograma que dejó incómodos a varios. La derecha y sectores moderados plantearon que no corresponde adelantarse a la necesidad de prórroga, mientras otros pidieron dejar establecido que se pueda revaluar la idea de ampliar el plazo del mandato incluso más allá de dos años. ¿Cuál es su mirada personal al respecto? ¿Van a alcanzar en nueve meses, un año, o necesitarán más tiempo?

Es un imperativo contar con una Constitución para Chile en el tiempo que se nos dio y mi opinión va en función de eso. Porque Chile está en este momento con muchas dificultades y nosotros estamos acá para resolver una de esas tantas dificultades, entonces, mi llamado a todos los convencionales es a asumir el imperativo y, en el plazo que tenemos, lograrlo.

¿En un año?

Sí, ¿por qué? Porque ya hemos demostrado con creces, en tres meses, sin condiciones, sin experiencia, logramos instalar reglamentos y votamos más de mil indicaciones. La Constitución tiene mucho menos que mil artículos. Y lo vamos a lograr.

Varios convencionales se han definido en materia presidencial. ¿Cree que hay un candidato que sería más afín a los objetivos de la Convención Constitucional?

Estamos hablando de la regla madre. Quien sea que gane la elección va a tener que tomar esta Constitución e implementarla. Y nuestra labor es no perder de vista el objetivo, porque al entrar en los procesos coyunturales podemos perdernos del objetivo.

¿No le parece que algunos estén oficializando sus apoyos?

No, no se debería presidencializar el trabajo de la Convención. Para nada. Siempre he tenido esa posición. El gobierno que venga, el que sea, tiene que respetar la nueva Constitución.

¿Tiene definido a quién va a apoyar?

Ni siquiera he pensado en eso, porque lo que me quita el tiempo es lograr esta meta. Además, entré a la Comisión de Principios Constitucionales y mi mandato está definido hasta el mes de enero. Por lo mismo, cuando esté más libre me voy a poder dedicar mucho más a ese trabajo.

¿Y qué rol debiese tener el próximo gobierno con la Convención? ¿Cómo debiese relacionarse?

Conversaremos con quien llegue para que se lleven a efecto la etapa que corresponde el próximo año, el plebiscito de salida. Nos corresponde hacer ese trabajo con quien sea electo o electa. Yo siento que ese es un gobierno de transición.

El vicepresidente Bassa planteó que la Convención podría proponer un mandato más acotado y anticipar elecciones. ¿No debiese ser algo que se defina antes de los próximos comicios?

Lo vamos a definir cuando abordemos el contenido y como pleno. Por el momento esa es una opinión del vicepresidente.

¿Le hace sentido algo así?

Hay que evaluarlo. D

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