Ernesto Ottone: “Es más fácil reformar con un triunfo del Rechazo, porque hay una cierta obligatoriedad de no volver a la Constitución vigente”

Foto: Mario Téllez / La Tercera

“Puede haber una Constitución mejor”, señala el analista, quien sostiene que en la propuesta de la Convención, “los problemas superan a las virtudes” y que entre quienes son críticos de su trabajo se pueden generar las condiciones para una Carta Fundamental donde todos se sientan partícipes.


Me imagino que usted no fue sorprendido por las palabras del expresidente Ricardo Lagos, pero no podrá desconocer que sus palabras revolvieron el escenario político… Produjo un fuerte revuelo. Él con mucha justicia se salió del esquema. Una Constitución tiene que ser algo que genere el marco, que acompañe. Y ahí tiene que haber más que una mayoría relativa. Una buena Constitución es una Constitución donde nadie está enteramente contento. ¿Cómo así?

Quiere decir que todos tuvieron que ceder algo, pero algo que les resultaba aceptable. En un país democrático, tiene que ser una Constitución en que nadie esté enteramente conforme, pero nadie esté enteramente disconforme.

Hay quienes plantean que los liderazgos se deben ocupar para despejar caminos. ¿No perjudica al expresidente quedar en una posición que algunos califican de ambigua?

Él en este momento no es líder de una coalición. No es ese su rol. Él es un expresidente, un hombre de Estado, un hombre que le habla al país. Él analizó la Constitución, tiene sus críticas. Dice esto me parece bien, esto me parece mal. Pero lo que él plantea es la necesidad de una Constitución. Y dice ‘a mí este proyecto constitucional, tal como está, no me parece que logre eso. Y, por lo tanto, lo que yo pido es que sigamos discutiendo, sigamos conversando’.

En la derecha todos están claros en votar Rechazo y la centroizquierda se divide entre el Apruebo y el Rechazo. ¿Cómo explica ese escenario?

En la derecha hay un cambio muy fuerte. La derecha durante todos estos años de la transición y después fue muy ciega en su posición respecto de la Constitución, porque la veían como que podía mantener la realidad. O sea, ponerle una cierta camisa de fuerza a la realidad que impidiera que los cambios, que ellos no querían, se produjeran. Ahora, ellos no están hablando de volver, de quedarse con la Constitución anterior, que tampoco es la del 80: es una Constitución que tiene reformas muy importantes, como las del 2005.

En la derecha se está produciendo un cambio. Y se está produciendo un cambio desde la posición tradicional que han tenido, a una posición más abierta. Creo que entre la gente que tiene una historia de centroizquierda, que es de centroizquierda, pero que no está en los aparatos partidarios, la gente que está por el Rechazo, no es que esté por volver a lo anterior o por conservar lo anterior, está por una nueva Constitución. Pero una nueva Constitución que sea mejor que el proyecto que se presentó. Ahora, las estructuras políticas de la centroizquierda hicieron una opción. Son parte del gobierno. Hay una izquierda reformadora que un poco se entrega a la izquierda radical, del grupo dirigente de hoy día en el gobierno. O sea, acepta la dirección de la izquierda radical. Está el cálculo de estar comprometidos con una acción de gobierno. O sea, hay más dificultades para tener una visión crítica en los aparatos partidarios.

¿Usted cree que el parteaguas que se ha producido en la centroizquierda respecto del texto constitucional da para una reconfiguración futura del mapa político?

No sabemos. Es tan difícil hacer previsiones hacia el futuro. A lo mejor esto que está pasando significa que hay un sector de la ciudadanía que es de pensamiento democrático, progresista, pero también moderado. Que hay una izquierda que la podrías llamar una izquierda democrática, de tipo más bien socialdemócrata, que hoy día no tiene quién le escriba. No tiene representación política clara. Y entonces es posible que se configure en el futuro este mundo que existió, que por ejemplo ha tomado otras formas: los amarillos o declaraciones de otros sectores, etcétera. Es posible que se configure una suerte de un espacio reformador. Que las aguas no vuelvan a su cauce después, sino que se configure algo nuevo. Pero es posible. No digo que es seguro que ello se vaya a producir.

¿Por qué -señalan algunos- dar un cheque en blanco a la derecha?

Creo que hay cambios en la derecha. Ha surgido, por ejemplo, cosa que no es una tradición en Chile, de una intelectualidad de derecha, pero que es muy libre en sus opiniones, expresiones. Y tienen contradicciones con los políticos de derecha más tradicionales, por decirlo así. Es algo que puede alentar una reflexión de la derecha chilena hacia convertirse en una centroderecha de verdad, más parecido a los sectores de la derecha republicana europea, a ese sector que es una derecha que puede gobernar, pero que no va a cambiar el Estado de bienestar. Es verdad que hay razones históricas para tener mucha desconfianza de eso, pero creo que no tanto por mérito, sino por necesidad -porque la derecha está debilitada-, van a tener que dar pasos hacia lo que antes les era inaceptable. Y yo creo que ese proceso se puede producir.

Usted plantea varias cosas que le parecen destacables de la propuesta convencional...

Sí, porque no se puede discutir esto en blanco y negro. Por ejemplo, toda la primera parte está redactada de una forma críptica. Hay un lenguaje sólo para militantes. Y después toma un carácter más jurídico, de una estructura constitucional. Entonces, yo creo que esas virtudes tienen que ser retomadas, y muchas veces retomadas y modificadas para hacerlas más amplias, más incluyentes, para la opinión de más personas. Y también hay elementos que me parece que debilitan.

¿Cuáles cree que son los puntos débiles que ofrece la propuesta?

Están en muchas partes. Uno, en que… bueno, dejemos los temas de forma aparte, porque de esos podríamos hablar muchísimo. Pero en los temas de fondo, el tema del sistema político está… Los cambios que se hacen al sistema político son peligrosos para el sistema democrático. Te voy a citar una frase, de la cual no se ha hablado mucho. Dice algo como “Chile tiene una democracia directa”, coma, “participativa”, coma, algo más. Y cayéndose de la mesa sale lo de “representativa”. En las democracias modernas, por supuesto, tiene que haber elementos participativos, directos, en algunos casos. Pero la esencia es la representatividad, y tú lo pones a la cola de esto. Esa podría ser una frase mala que se puede cambiar. Pero eso se refleja, por ejemplo, en el equilibrio de los poderes del Estado. Cuando tú tienes un Poder Legislativo, un Poder Ejecutivo y un Poder Judicial que ya no es Poder Judicial, sino que es un sistema, y un sistema donde aparece debilitado en su función. Cuando tú tienes una cámara única… Tú me puedes decir, ‘pero hay países unicamerales’. Esos son los países parlamentarios, que suelen ser unicamerales y hay una cámara especializada, que toma algunos temas. Esto pasa en países muy distintos, como Inglaterra y en Francia, donde el Senado juega otro papel y tiene una elección indirecta, etcétera. ¿Pero dónde más existe el Parlamento único? En las dictaduras. ¿Por qué? Porque el Parlamento se entiende como caja de resonancia del partido de gobierno, del líder de gobierno, etcétera. Pero en los sistemas presidenciales, este equilibrio entre Cámara de Diputados y Senado juega un papel importante. ‘Discuten los mismos temas’, dicen. ‘Es que se repiten’. Sí, pero es bueno que se repitan, porque se equilibra. Es que las democracias no son revolucionarias. Si tú quieres hacer una revolución, no puedes. Tienes que prescindir de la democracia. Nunca ha habido una revolución moderna democrática. Como dice tan bien este ensayista mexicano, Jesús Silva-Herzog Márquez, que afirma: ‘Lo central de la democracia es que el que gana, no lo gana todo, y el que pierde, no pierde para siempre’. Yo encuentro magnífica esa frase.

¿A usted le parece que este texto tiene un gen autoritario? ¿O de desconfianza del poder?

Puede abrir paso a ese gen. Puede abrir paso a un embrión. Tiene algo de eso. En ese sentido, cómo te dijera: esta Constitución es como una combinación entre una Constitución democrática y un proyecto político partisano. O sea, tiene los dos elementos. Y entonces hay un cierto embrión de esto. Lo de la plurinacionalidad también. La nación es un concepto de la ciencia política. Tiene una historia teórica y una historia práctica. Entonces, la nación en Chile requiere mucho más. En Chile hay pueblos originarios, algunos más consistentes y con vida real, y fuerte en el país, y otros que son más bien como esas estrellas que existieron, y que tú las sigues viendo. Entonces, también ahí hay una exacerbación.

Haciéndome cargo de sus mismas palabras, la raya para la suma, ¿este texto tiene más virtudes o problemas?

Yo creo que es un texto donde los problemas que tiene superan a las virtudes. Es mi opinión. Entonces, es deseable que haya una modificación de este proyecto, que sea una modificación sustantiva, una modificación también en la forma, etcétera, que tome las virtudes que tiene, y que las una también con una reflexión distinta, con una reflexión que permita que Chile tenga una Constitución plenamente democrática, originalmente democrática, que sea progresista en un sentido amplio, que permita gobiernos distintos. Yo creo que eso no está logrado en este proyecto.

¿Es más fácil reformar lo que hay desde el Apruebo o el Rechazo? Porque son caminos que uno puede ver de manera distinta.

Los que no están en ‘mi religión es el Apruebo, mi religión es el Rechazo’, que es la inmensa mayoría de la gente… No va a haber una victoria apabullante de una posición o de otra. ¿Qué es lo que yo creo? Fíjate que a mí me parece, desde un punto de vista simplemente de estudiar los escenarios, pragmático: creo que es más fácil… no es que sea imposible en el caso del Apruebo, pero pienso que es más fácil hacerlo con un triunfo del Rechazo. Pienso que es más fácil, porque va a haber una cierta obligatoriedad de hacerlo, ya que no se puede volver a la Constitución anterior. Va a haber la obligatoriedad de sentarse y conversar. El Presidente de la República va a tener que jugar un rol de hombre de Estado y, por lo tanto, va a adquirir una cierta autonomía de las presiones de los suyos, como se dice. De las presiones de su tribu, de su coalición… Porque dentro de su coalición hay quienes están por un Apruebo refundacional absoluto y quienes están en una posición un poco más abierta. Y entre sus aliados, está este sector de centroizquierda, que se supone que tiene una posición, después lo señalarán… si gana el Apruebo, que también va a ser por poco, va a haber como una presión muy grande de parte de quienes votaron el Apruebo, o de un sector de quienes votaron el Apruebo, que están hoy al interior del grupo dirigente del gobierno, para presionar al Presidente y exigirle, por decirlo así, menor autonomía frente a ese resultado.

El Presidente Boric el viernes optó por una alternativa de Plan B en caso de un triunfo del Rechazo: una nueva Convención. ¿Qué le parece la propuesta?

Me parece una buena actitud que el Presidente admita esa posibilidad de manera realista y lo haga en forma serena y republicana, sin dramatismos. Ahora, en relación a convocar una nueva Convención de manera automática, de inmediato, casi como continuación de un ejercicio cuya propuesta habría resultado rechazada por un plebiscito democrático, quizás convendría que el Presidente encabezara una reflexión junto a los demás representantes elegidos democráticamente, al Congreso, y se buscara una forma democrática, ya sea de carácter convencional u otra, capaz de no repetir la experiencia frustrada y generar una Constitución que lograra un amplio consenso y ayudara a consolidar una convivencia democrática para Chile.

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