Los males del padre Ossa

8 de Abril de 2011. El Padre Diego Ossa, de la Parroquia del Bosque, llega al 34 Juzgado del Crimen de Santiago para declarar en relación al caso Karadima ya que se le acusa de pagar 10 millones de pesos a testigos para que mantuvieran silencio. Foto: Rodrigo Sáenz/AGENCIAUNO.

A una década de que se destapara el caso Karadima, una de las figuras centrales de su “círculo de hierro” recibió una condena póstuma del Vaticano por abuso sexual y de autoridad. Había muerto de cáncer solo dos semanas antes. Aunque en sus últimos años intentó rearmar su vida pastoral y académica, Diego Ossa nunca logró escapar de la sombra de su maestro.


Una semana después de la muerte del padre Diego Ossa, su antiguo discípulo Óscar Osbén encontró un mensaje en Instagram. Había sido enviado solo tres horas más tarde del deceso del cura. El autor era un antiguo feligrés de las parroquias El Señor de Renca y Jesús Carpintero, donde Osbén había conocido al sacerdote, allá por 1992. Ossa había sido guía espiritual de ambos, pero sus experiencias terminaron siendo muy diferentes.

“Sé que sufriste mucho por todo el caso Karadima y por el P. Diego. Te cuento que hoy falleció”, decía el mensaje. “Tuvo un cáncer de páncreas que, sin duda, permitió sanar el cáncer del alma que significó Karadima (...) Tengo la certeza de que durante estos meses de sufrimiento, el P. Diego tuvo una conversión total y tomó esta enfermedad como una forma de expiar sus pecados”.

Aunque no habían hablado en mucho tiempo, el remitente reconocía el dolor de Osbén, porque era público. Luego de las denuncias de abuso sexual presentadas contra el cura Fernando Karadima en 2010, la investigación judicial se amplió a su círculo de confianza en la parroquia de El Bosque. Ossa era uno de los miembros más importantes, quizás el más cercano de todos. Siguiendo el rastro de los pupilos de Karadima, la Fiscalía Oriente llegó a Osbén, quien había pasado su adolescencia como secretario personal de Ossa en Renca. Al tomarle testimonio, se enteraron de que había sido víctima de abuso sexual por parte del sacerdote, en febrero de 2003. Tenía 24 años y pesaba 100 kilos, pero su mentor se había aprovechado de su autoridad.

Finalmente, el viernes 10 de abril, Osbén respondió el mensaje: “Gracias por haberte tomado el tiempo de escribirme (…) Espero que sí se haya arrepentido, pero le faltó algo muy sencillo, pedir perdón. No me alegró su muerte, pero me dio una gran tranquilidad de que no podrá dañar a otras personas en formación (…) En verdad, espero que haya recapacitado y se haya muerto con alguna idea de arrepentimiento, pero perdón de mi parte no tuvo”.

El antiguo parroquiano de Renca contestó que, a sus ojos, el comportamiento de Ossa siempre había sido intachable, que lo había apoyado en momentos muy duros. Eso no significaba que dudara de quienes, como Osbén, lo habían denunciado. “No fue fácil convivir con esa dicotomía; el padre fue una víctima más y, lamentablemente, FK le envenenó parte de su ser (…) Respecto de su verdadero arrepentimiento, no tengo dudas”, insistió.

Hacia el final de ese intercambio, el feligrés escribió: “Confío que en este caso la justicia canónica entregue un fallo justo y haga una reparación a las víctimas”.

Esa sentencia se dio a conocer a la semana siguiente. El jueves 16 de abril, después de un largo proceso de 16 meses, la Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano condenó a Ossa a cinco años de privación de todo oficio eclesiástico por abuso sexual de un menor y abuso de conciencia de otro de sus seguidores. Los denunciantes eran dos exfieles de Renca, que acusaban hechos previos a 2005. La relativa calma que Osbén había conseguido gracias al mensaje y al fallo se esfumó tres días después con una carta. Estaba publicada en la página A2 de El Mercurio del domingo 19 de abril. La firmante era Clara Errázuriz, la madre de Ossa, una mujer que Osbén conocía. “Castigar a alguien que no se puede defender es un abuso de autoridad y una grave lesión a su honra. El padre Diego ofrendó su vida por la iglesia de Dios y murió afirmando su plena inocencia y perdonando a sus acusadores”, escribió.

Para Osbén, esta reafirmación póstuma de inocencia borró de golpe el efecto conciliador de aquella conversación por Instagram. “Significa que les mintió siempre”, comenta.

8 de Abril de 2011. Caso Karadima. El Padre de la Parroquia del Bosque Diego Ossa llego al 34 Juzgado del Crimen de Santiago para declarar en relación al caso Karadima ya que se le acusa de pagar 10 millones de pesos a testigos para que mantuvieran silencio. Foto:Rodrigo Sáenz/AGENCIAUNO.

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Entre los muchos golpes que el padre Diego Ossa recibió en sus últimos 10 años de vida estuvo la muerte de su padre, Juan Agustín Ossa Bezanilla, ingeniero civil y alto ejecutivo de Gasco, que falleció en 2015 por complicaciones relacionadas con una leucemia. En la homilía, celebrada en la parroquia San Francisco de Sales de Vitacura, Ossa estuvo acompañado por varios de sus compañeros de El Bosque, todos formados por Fernando Karadima. Una persona que estuvo ahí recuerda este episodio con algo de molestia, ya que lo interpretó como una “justificación pública” del grupo, una suerte de desagravio después de cinco años de investigaciones judiciales y canónicas.

Las repercusiones del caso Karadima habían afectado a todo su círculo, conocido como Pía Unión Sacerdotal. La comunidad se quebró poco después del escándalo. Inicialmente, Ossa se mantuvo fiel. Defendió a Karadima cuando fue requerido por la justicia y lo acompañó durante el proceso de investigación. “Era el brazo izquierdo de Karadima. Nunca tuvo distancia crítica”, dice un sacerdote que dejó la Pía Unión. “El gurú tiene mucho poder sobre la secta. Ahí está el abuso de conciencia: la ascendencia del líder lleva a la persona a actuar contra uno mismo”.

En el transcurso de las investigaciones penales de 2010, algunos testigos -como el denunciante Juan Carlos Cruz y el secretario parroquial Patricio Vasconcelos- habían descrito actitudes de Karadima que podían indicar abusos sobre Ossa. Hablaban de besos y toqueteos. “Habría que preguntarse si no hay víctimas en el grupo cercano a él (Karadima). Hay que ayudar a esas personas a liberarse sanamente”, escribió Hans Kast, excura de El Bosque, en una carta a la fiscalía. También se comparaba la conducta de Ossa con la de un “autómata”.

“Diego Ossa es un ejemplo de laboratorio de lo que significa el abuso de conciencia, replicando conductas destructivas”, dice José Andrés Murillo, director ejecutivo de la Fundación para la Confianza y denunciante de Karadima. “El paso de víctima a victimario es el ejemplo paradigmático de las personas que, anhelantes de vida espiritual, entran en un sistema perverso”.

27.04.2010 - El Padre Diego Ossa celebra una misa en la Iglesia Sagrado Corazon de Jesús, donde solía oficiar el párroco Fernando Karadima, acusado de abusos sexuales. Foto: Rodrigo Saenz.

La lealtad le costó cara. Tras la caída de Karadima, en 2011, Ossa fue desterrado de El Bosque. Según una persona muy cercana, este hecho comenzó a alejarlo definitivamente de su mentor. “Nunca más lo vio después de que (Karadima) fue condenado por el Papa”, asegura. Posteriormente, entre 2013 y 2014, Ossa deambuló por pequeños templos de la zona poniente, la capilla Cristo Resucitado, de Pudahuel, y la parroquia Cristo de Emaús, de Lo Prado. Debido a la presión ejercida por un grupo importante de fieles, fue transferido de ambas. También recibió un “remedio penal” del Vaticano en 2014 por la denuncia de Osbén. De alguna forma, el proceso canónico había dado crédito a los antecedentes penales, que no solo contenían la acusación, sino también revelaban un pago de más de ocho millones de pesos que Osbén había exigido como compensación por el daño sufrido. Ossa siempre lo justificó como una “ayuda”, tal como se lo había sugerido el cardenal Francisco Javier Errázuriz en una carta de julio de 2010, enviada en plena investigación del caso Karadima.

“Eso me va a seguir doliendo”, explica Osbén. “Yo era pobre. Otros también usaron departamentos de Karadima para vivir. A todos nos manipularon con plata y poder”.

La amonestación vaticana por el caso de Osbén no le impidió a Ossa reubicarse en una nueva parroquia. El cura José Miguel Fernández -otro exintegrante de la Pía Unión- lo recibió como vicario en Nuestra Señora de La Paz, en Ñuñoa. Estuvo ahí casi cuatro años, a cargo de actividades pastorales que, a veces, incluían a jóvenes. Ese período estuvo marcado por la pérdida de su padre, pero también por su regreso a los estudios. En 2016, Ossa se matriculó en el Magíster de Teología Dogmática de la UC. Después de un tiempo, la incomodidad inicial de algunos profesores cedió. El cura lucía bien. “Lo fuimos percibiendo cada vez más tranquilo, alegre y espontáneo”, cuenta un amigo, que también fue uno de sus discípulos espirituales.

Ossa entregó su tesis en enero de 2018. En la página de agradecimientos menciona, entre otros, a sus padres, “Agustín y Clara, de quienes recibí el don de la fe”, a la “Iglesia de Santiago, donde aprendí a desplegar la fe recibida” y al “padre José Miguel Fernández, que me ha dado las facilidades para dedicar el tiempo necesario a esta investigación”.

Apenas unos días después de rendir su examen de magíster, en agosto de 2018, Ossa tuvo que despedirse para siempre de la vida parroquial. El allanamiento de las oficinas del Arzobispado de Santiago ordenado por el fiscal regional de O’Higgins, Emiliano Arias, había reabierto una gran cantidad de procesos archivados. Entre todos los documentos, reaparecieron otras dos denuncias contra Ossa por abuso sexual y de autoridad, ambas de su etapa en Renca. En una de ellas, la víctima aseguraba haber sido menor de edad al momento de los hechos. Entonces, el Arzobispado se vio forzado a abrir su propio proceso; la investigación previa fue dictada el 27 de agosto de 2018. Como medida cautelar, la Iglesia lo apartó de su ministerio. “No estoy seguro el poder soportar otra sanción de esta naturaleza, sobre todo al comenzar una investigación que no comporta imputación alguna y en la que la carga de la prueba incumbe a los denunciantes”, contestó Ossa en su apelación, según informaba La Tercera en ese momento.

Sin templo donde oficiar, Ossa se retiró a la Casa del Clero San Juan Evangelista, en Santa Isabel con Lira, una residencia creada por el obispo Sergio Valech que hoy sirve tanto de hospedaje temporal para curas de otras diócesis como también de hogar permanente para quienes no están asignados. Por allí habían pasado los sacerdotes Cristián Precht, condenado por abuso sexual, y Juan Esteban Morales, el otro hombre de confianza de Karadima en El Bosque, sancionado por abuso de autoridad. “Era un lugar de paso, pero dada la situación de denuncias de abuso, a algunos los mandaron para apartarlos”, cuenta el vicario de la Zona Sur, Rafael Hernández, quien era director del recinto en 2018.

15.07.10 - El Sacerdote Fernando Karadima junto a Juan Esteban Morales en el patio interior de la iglesia del Sagrado Corazon de Jesús de El Bosque, en Providencia - Foto: Nadia Perez / La Tercera

Ossa ocupó una pieza en el tercer piso, con una cama, un escritorio y baño privado. A diferencia de otros sacerdotes que tenían labores pastorales afuera, él se quedaba leyendo y orando. Las pocas instancias grupales ocurrían en el comedor o en la capilla. “Sufrió mucho, uno lo sentía angustiado”, cuenta Hernández. “Era un tipo muy correcto, nunca generó incomodidad en el resto y nosotros respetamos su espacio. Del tema de fondo, nunca hablamos”.

Alrededor de un año después de su salida de Ñuñoa, mientras esperaba alguna definición en sus causas -canónica y penal-, a Ossa le diagnosticaron cáncer pancreático. “Fue fulminante”, dice un allegado a la familia. Ni la operación ni las sesiones de quimioterapia fueron suficientes para detener el avance del tumor. A pesar de que su pronóstico era pesimista, un amigo asegura haberlo sentido más calmo, asumiendo su destino “con total entrega y tranquilidad”, como “preparándose para el ‘cara a cara’ con Jesús”.

Entre octubre y noviembre, Ossa decidió dejar definitivamente la Casa del Clero para pasar sus últimos meses con su madre, moviéndose con ella entre las propiedades familiares de Vitacura y Paine. Hacia el final, la Iglesia le hizo un último gesto. Durante el verano, el arzobispo de Santiago, Celestino Aós, lo visitó. Tanto la familia como la Iglesia confirmaron el encuentro, pero ninguna de las partes quiso entregar mayores detalles de lo que se discutió.

diego ossa

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El padre Diego Ossa murió el 3 de abril de 2020, cerca de las 8 de la mañana, en el mismo lugar que su padre, la Clínica Alemana. Tenía 56 años y llevaba 28 como sacerdote. Según una persona cercana, se había alcanzado a despedir de su familia un día antes, a través de videollamadas. Dado el contexto de la pandemia de Covid-19, a su funeral solo asistieron sus parientes más cercanos.

El fallo póstumo del 16 de abril, que lo condenaba a cinco años sin ejercer el ministerio, fue recibido con hostilidad por la familia, que se habría enterado prácticamente al mismo tiempo que se publicaba el comunicado oficial del Arzobispado de Santiago. “Ni los abogados de Diego ni la familia supimos nada. Entregó su vida a la Iglesia y le pagaron de esa forma, con muy poco respeto. Mucha gente que decía ser amiga le insistía que mintiera y se declarara culpable. Él dijo que no. Estaba dolido con la Iglesia, pero nos dijo que los perdonáramos”, comentan.

A quien la familia no ha perdonado es a Fernando Karadima. Están seguros de que en su relación existió abuso, aunque solo de autoridad y de conciencia. Esta distancia definitiva la había marcado el propio Diego Ossa un año y medio antes, en su apelación a las medidas cautelares que lo apartaron de Ñuñoa: “Mi adhesión a todas y cada una de las disposiciones que la Santa Sede aplicó al Pbro. Fernando Karadima. Agrego ahora, además, que no puedo menos que reprochar cualquier acción delictiva realizada por él”.

Actualmente, el equipo legal de Diego Ossa evalúa presentar una apelación ante el Vaticano para limpiar su nombre. El frente penal, que no había experimentado grandes avances desde 2018, quedó despejado con su muerte.

En línea con la carta de Clara Errázuriz a El Mercurio, desde la familia aseguran que los denunciantes nunca probaron sus acusaciones y que el proceso siempre estuvo en su contra. Con su confianza en la Iglesia seriamente debilitada, algunos se consuelan pensando en que existe una última instancia, superior a las leyes humanas. Y así lo advierte uno de ellos, rescatando una vieja frase que aún tiene resonancia: “Solo Dios lo puede juzgar”.

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