El afán de dinamitarlo todo

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El artista oriundo de Bristol, cuya identidad aún permanece voluntariamente en el anonimato, ya había lanzado sus dardos contra el mercado del arte en otras de sus obras, incluso mucho antes de la Niña con globo (2006) que se autodestruyó el viernes pasado en una subasta de Sotheby's en Londres, en un intento por seguir la corriente de Duchamp.


No se trataba de un debutante, mucho menos de un desconocido en esas lides. La del viernes pasado no fue la primera ocasión en que Banksy rompió con los rígidos –y, por qué no, aburridos– protocolos de las casas de subastas. En abril de 2007, también en Londres y en Sotheby's (la reputada institución que el viernes pasado vio autodestruirse en vivo y en directo su popular obra Niña con globo tras ser vendida por 1.4 millones de dólares) el artista fue uno de los invitados estelares a la cita de martillazos. Y también hizo de las suyas.

Muy cerca del podio estaban sus obras Space Girl y Bird, flamantes y siendo ofertadas hasta el cansancio por febriles coleccionistas y asesores. Al final del día, ambas fueron vendidas en casi 330 mil dólares, cifra que ronda los $226 millones de pesos y la más alta que se había pagado jamás por una pieza del artista. Durante la segunda jornada de subasta, sin embargo, vino la espera arremetida. En su sitio web, Bansky colgó una imagen en la que se veía una situación similar: un hombre con martillo en mano y frente a un salón de ventas tan abarrotado de fanáticos como un recital de Justin Bieber. La tituló I can't believe you morons actually buy this shit (No puedo creer, idiotas, que compren esta mierda).

Su gesto fue aplaudido por algunos y visto con recelo por otros. A regañadientes lo compararon, desde luego, con Duchamp y su urinario de 1917, y también con la "exposición vacía" del artista francés Yves Klein de 1959. "Banksy, el niño rebelde del cartel artístico", titularon los periódicos a la mañana siguiente. Pero lo más asombroso fue que en 2014, cuando Sotheby's anunciaba una nueva subasta que incluía otras 70 obras, entre impresiones, esculturas y pinturas suyas, apareciera también entre la lista ofertada esa imagen que ahora encabeza este mismo artículo. Fue vendida en 10 mil euros, algo así como $7.500.000.

"Es probable que algunas personas gasten dinero real en él, cuelguen de manera inusual sus obras por encima de su chimenea y se jacten de ello ante sus amigos, igualmente ricos y tontos. Pero no tiene precio alguno", escribió entonces el crítico Chris Cottingham, del periódico The Guardian. Muy distinto resulta ahora, para muchos, ver una obra de Banksy dar su última performance ante el vigilante ritmo de una subasta clásica como la de Sotheby's, y que además termine con su propia destrucción en público.

"Él nos tenía acostumbrados a rayar los muros del mundo con sus mensajes políticos y cargados de ironía, pero era distinto 'mostrarse' así de rebelde y burlón en una subasta como esta. Debió ser su primera dinamitada", recuerda el escultor e historiador del arte chileno, Gaspar Galaz. Y no solo eso, dice: "Fue también la primera vez que supimos que la herencia de Duchamp y otros era capaz de encarnarse y de convertir y torcer incluso el oficio artístico hasta volverlo un sistema, una clara manifestación que apunta al hackeo del arte tal y como lo conocíamos", agrega.

"La autodestrucción de la obra de Banksy da cuenta de la pérdida de relevancia y valor del objeto artístico. Pasa a un segundo o tercer plano. Quizás ni siquiera constituye uno en sí mismo", opina el director del MAC, Francisco Brugnoli. "Incluso antes de verla trizarse el viernes pasado, la Niña con globo ya era algo más similar a un ícono, a un meme de la era digital, pero la obra fue terminada con su destrucción. Así es como deberíamos considerarla completa por el artista, y francamente creo que ese coleccionista dio en el clavo porque más allá de cómo la conserve, la obra tiene un subtexto muy claro y contemporáneo", añade.

Con su obra hecha literalmente trizas, el sábado Banksy volvió a recurrir a sus agitadas redes sociales para mostrar cómo lo había hecho: "Hace algunos años construí secretamente una trituradora, por si alguna vez se decidía subastar (la obra)", confesó, y más abajo citó a Picasso: "El impulso de destruir también es un impulso creativo". Las mismas palabras hoy son claves para dimensionar su nueva abofeteada.

"Es de un desapego tremendo, pero también de una irreverencia muy propia de estos tiempos", comenta el artista local Camilo Yáñez. "Hoy, cuando las imágenes están en todas partes, en nuestros teléfonos celulares, en las calles e incluso réplicas de sus murales en otras partes del mundo, el artista siente que la obra ya no es suya sino de otros. Eso también es destruir. Eso también es ir contra corriente y bajar del pedestal al artista para situarnos ante la expectación. Quizás ahora no exista obra alguna que no vaya a generar al menos ese ejercicio de imaginación y morbo para varios de nosotros. Eso hace que la acción de Banksy dé tema hoy, pero sin duda lo dará también mañana", concluye.

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