La singular historia conyugal de Luis Sepúlveda y Carmen Yáñez

Carmen Yáñez y Luis Sepúlveda se casaron en dos oportunidades, en 1971 y en 2004, y tuvieron un hijo al que llamaron Carlos Lenin.

El destacado escritor chileno que falleció por coronavirus a los 70 años compartió una relación de amor, separación y reencuentro durante más de 50 años con la poetisa nacional.


Se conocieron en 1968 en la casa del hermano de Carmen Yáñez. A él le llamó la atención que ella supiera de libros, de algunos autores y de que no incluyera en su discurso el disco algo rayado que otros chicos y chicas de la época repetían con tenacidad de disc-jockey. Carmen Yáñez resultó ser especial y diferente para Luis Sepúlveda. Al menos diferente a lo que él había conocido hasta el momento. Luego, vendría lo usual: el pololeo, el noviazgo y un casamiento en 1971, pero no por la iglesia. Iba contra las convicciones ideológicas de ambos.

Luis Sepúlveda, el escritor chileno que murió este jueves 16 de abril en la madrugada de España, nunca abandonó totalmente a Carmen Yáñez, autora de obras poéticas como Migraciones y Latitud de sueños. Por el contrario, tejió con ella un singular tapiz de amores temporales cuyo primer brote fue durante la Unidad Popular.

Luego, pasarían más de dos décadas de separación que serían rematadas en el 2004 con una segunda boda. En ese momento el autor chileno y su esposa encontraron la unión perfecta de fuerzas y cariños, sin las tempestades que los habían alejado en los años 70 y 80. Permanecieron juntos hasta ahora, sólo boicoteados por un virus aún invencible.

La relación entre Sepúlveda y Yáñez bien podría dar para escribir una narración en el estilo de fábula tan caro al autor de Un viejo que leía novelas de amor (1988). También, por supuesto, sirve para ilustrar su vida, la menos conocida y militante. Y, claro, para informar de su fallecimiento, al que los periódicos italianos, españoles y franceses le han dado una importante cobertura.

El caso de Italia es, además, único. Más que en España, que era el país donde Luis Sepúlveda vivía hace años, la península del sur europeo fue el territorio donde el escritor nacido en Ovalle fue más apreciado y leído. Basta con constatar que la película animada italiana más vista en la historia de ese país es Historia de una gaviota (y del gato que le enseñó a volar) (1988), adaptación de la narración que el escritor había publicado apenas dos años antes en español.

Precisamente en un artículo del diario Corriere della Sera, el más leído de Italia, se recoge una extensa entrevista que le hicieron al autor y a Carmen Yáñez en noviembre del 2018. Es una conversación cándida y directa, donde ambos describen sus pasos juntos y por separado. A pesar de ser diferentes en aspectos de la personalidad (“Soy metódico, mi esposa es un caos”, dice el novelista en un momento), se respira una gran reciprocidad conyugal, la que les faltó al inicio de su relación.

Amores políticos

Desde siempre el vínculo entre ambos estuvo atravesado por la contingencia. La política y sus consecuencias también los hizo disentir alguna vez entre ellos durante los años 70. “Yo era la más extremista de los dos. Fui miembro del Partido Comunista Revolucionario”, comentaba Carmen Yáñez en el artículo del Corriere della Sera. A su vez, Sepúlveda retrucaba: “Nosotros, los militantes socialistas, no queríamos establecer la dictadura por el proletariado, sino respetar la tradición democrática. Esto condujo a una separación entre Carmen y yo. Decidimos alejarnos”.

Pero antes de eso e incluso antes del golpe de 1973, ambos tuvieron un hijo al que llamaron Carlos Lenin. Luego, ya en el exilio, vendrían uniones sentimentales de los dos por su cuenta, pero Carlos siempre estaría ahí. Incluso en el momento en que ambos se reunieron y se casaron por segunda vez, en el 2004, cuando él las ofició de testigo de la novia, su propia madre.

Carmen Yáñez y Luis Sepúlveda salieron al exilio en diferentes tiempos (ella en 1981 y él en 1977), pero ambos estuvieron detenidos. En el caso de ella, además hubo tortura de por medio y casi perdió la vida. Sepúlveda recordaba su existencia fuera de Chile al Corriere della Sera de esta manera: “Tuvimos que reiniciar nuestra vida desde cero: aterricé en Alemania, tuve otros tres hijos, y ella se mudó a Suecia. Sin embargo, mantuvimos nuestras relaciones. Y no fue sólo gracias a Carlos: la ternura permaneció entre nosotros”.

Después que sus respectivas relaciones matrimoniales acabaron en los años 90, la chispa se reinició cuando Carmen apareció en una fiesta de Sepúlveda en su casa en Alemania. “Nos juntamos entre amigos divorciados, pero no esperaba que Carmen fuera incluida. Fue una sorpresa. Le propuse a ella que no fuera a Suecia al día siguiente y que pasara unos días conmigo en París. Y, en el camino de regreso, le pedí a nuestro hijo la mano de la madre”, decía el escritor de Historias marginales.

Así permanecieron juntos durante 16 años, en una casa de la lluviosa Gijón, en el norte de España. Iban anualmente al Festival Literario Correntes D’Escritas en la ciudad de Póvoa de Varzim, en la costa septentrional de Portugal. Se veían con sus amigos, charlaban, hablan de libros. Lo clásico. Hasta que en este febrero pasado, con 70 años, el narrador chileno comenzó a sentirse mal. La historia que sigue es conocida y significó más de siete semanas en coma inducido en el Hospital Universitario Central de Asturias, en la ciudad de Oviedo, la otra gran urbe de la zona. Esta vez los tests de contagio dieron positivo para Luis Sepúlveda y negativo para Carmen Yáñez.

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