
Vetos y libertad de expresión: lo que no queremos del nuevo Chile
Este acto de violencia política, y de exclusión de una persona que ganó democráticamente un escaño en la Convención Constitucional, no se diferencia de la exclusión política que vivieron miles de chilenos durante la dictadura, quedando al margen del debate de ideas en su propio país, viendo violentado su derecho humano de libertad de expresión por 17 años.

“Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”. Una frase de la estudiosa de la obra de Voltaire, la escritora británica Evelyn Beatrice Hall, es la que mejor puede graficar la exclusión del constituyente Arancibia de la comisión de DD.HH. de la Convención Constitucional.
Mi trayectoria y mi norte político no puede estar más en contraposición al ideario de Jorge Arancibia y al mundo que representa, sin embargo, el veto del que fue víctima muestra lo peor que puede ocurrir en un espacio que busca representar la diversidad de ideas y de visiones del nuevo Chile que queremos construir.
Si nuestro objetivo es borrar la cruda realidad que ocurrió posterior al golpe militar, y junto con ello vetar a aquellos que fueron parte y cómplices del régimen, estaríamos quitándole una parte de historia a nuestro país y eliminando la necesaria tarea de memoria y repudiación de esos hechos, para que nunca más sean cometidos. Lo sabemos bien, un rayo nunca cae en el mismo lugar dos veces, pero el ser humano sí tropieza con la misma piedra en varias oportunidades.
Excluir a aquellos pocos que aún defienden o niegan las atrocidades del régimen militar del debate democrático es no entender que en el proceso de construcción de la “casa de todos” nadie sobra. Y si una mayoría democrática deja plasmada en la nueva Constitución una nueva hoja de ruta, que no sea vía exclusión de aquellos que piensan diferente, sino que mediante las ideas y el debate. Hoy, en la Convención, el sector al que representa el constituyente Arancibia no tiene ni siquiera el tercio necesario para imponer un veto de las ideas de los 2/3 restantes, por lo tanto, su exclusión, además de ser injusta y arbitraria, ni siquiera tendría efectos reales en el resultado del texto de la nueva Constitución.
Este acto de violencia política, y de exclusión de una persona que ganó democráticamente un escaño en la Convención Constitucional, no se diferencia de la exclusión política que vivieron miles de chilenos durante la dictadura, quedando al margen del debate de ideas en su propio país, viendo violentado su derecho humano de libertad de expresión por 17 años. Comenzar la discusión de un nuevo Chile con actos como este no tienen cabida en la república democrática que queremos construir. La lucha política se gana con ideas, y no con violencia ni vetos.
Los vetos y las exclusiones no solo afectan a quienes se les quiere apartar o prohibir de actividades públicas, también perjudican la percepción de la ciudadanía sobre los procesos políticos, perjudicando a quienes se esfuerzan por buscar el bien común con el propósito de entregarles a los ciudadanos mejores condiciones de vida. Por eso, espero que el tiempo de los vetos, exclusiones y cancelaciones, que solo generan desconfianza de la ciudadanía, terminen y demos paso a un diálogo amplio que permita el encuentro de todos en beneficio de los chilenos.
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