Columna de Emilia García: Mucho ruido, pocas nueces

El Presidente Gabriel Boric en el Congreso, en el marco de la Cuenta Pública. Foto: Dedvi Missene.


Por Emilia García, investigadora IdeaPaís

Nadie puede defender que la duración de la cuenta pública fue un error de cálculo. En el minuto en que conocimos el discurso de 77 páginas y considerando la naturaleza oratoria e improvisadora del Presidente Gabriel Boric, sabíamos que la jornada sería extensa. ¿Por qué el Presidente más joven de la historia de Chile busca realizar la cuenta pública más larga desde el retorno a la democracia? Y luego, no contento con haber discurseado por más de tres horas, por la noche insiste en algunos puntos por cadena nacional. Como si le hubiera faltado tiempo para transmitir el mensaje.

No es posible juzgar el discurso tan solo por su extensión, pero sí es necesario hacer notar que este es reflejo de un problema más profundo. El Presidente utilizó la instancia para acallar las recurrentes críticas por la falta de gestión y dejar tranquilas a las dos almas de gobierno. En efecto, cayó en la infantil noción de pensar que hablar por más tiempo significa decir más cosas, y así instalar la idea de que su gobierno se caracteriza por su capacidad de gestión. Tanta gestión, que precisaba de 216 minutos (¡y luego una cadena nacional!) para demostrarlo. Quién no hizo lo mismo en el colegio, rellenando para hacer creer que el contenido era abundante. Pero la triste realidad es que los anuncios no fueron demasiados (poquísimos si consideramos que en 2022 anunció más de 100 medidas y el pasado jueves solo 26) y la extensión del discurso se debió al excesivo uso de retórica y performance.

Cualquiera hubiera esperado que el Presidente más joven de la región en vez de buscar superar en extensión un discurso de hace 30 años, hubiera sido vanguardista e innovador al rendir cuenta a la ciudadanía. Pero buscó hacer historia emulando prácticas añejas imposibilitando el seguimiento para una persona común. ¿O alguien puede sostener que un trabajador puede atender un discurso de tres horas y media? Evidentemente no. Una vez más la obstinación por ser histórico jugó una mala pasada.

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