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Cosmo Vol. 1

Cosmo es de esas personas que no se detienen. Intenso, pareciera tener a su 31 años una experiencia de vida infinita. Aquí nos cuenta sólo un pedazo de su existencia. Por lo que es probable que en un tiempo más escribamos nuevamente sobre él, un segundo capítulo de la historia.

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Su delgada y alta figura, su pelo crespo y esas botas puntiagudas con tacón rockero de los 70 no dejan que se confunda ni de lejos. Es Francisco Pizarro, alias Cosmo, un hombre de estilo único que instalado en su nuevo departamento, junto a su mujer Laure y su hijo Elio, nos enseñó algo del modo en el que vive y piensa. Es un “inventor de ideas locas”, como afirma él.

Vivió siete años en París, una experiencia que de alguna forma trajo consigo a Chile originando, según él, “un exótico cóctel franco-chileno”. Su mujer es gala, la arquitectura del edificio donde vive es de estilo francés y muchos de los elementos decorativos, como afiches, fotos y objetos únicos, fueron transportados dentro de su maleta directamente desde el país de los Bouroullec.

Cada espacio en este departamento está armado sin reglas, con algo vintage, con la fuerza de la fusión permanente, según resume Cosmo, “minimalismo, años 60, sonido french touch y un toque de surrealismo”.

Si unimos lo anterior a toda la experiencia que Francisco adquirió mientras vivía en Europa, entendemos algo de cómo funciona esta máquina creativa. Allá vendió colecciones de ropa del diseñador japonés Issey Miyake, impartió talleres de teatro para niños, fue asistente de terapias de sicomagia con Cristóbal Jodorowsky y, en el último tiempo, ensayó como actor y fue extra en distintas películas francesas.

Un currículum que aquí en Chile sigue en evolución. Por ahora su actividad se enfoca en organizar karaokes de bandas en vivo llamados Kararocker, el ensayo teatral del próximo proyecto de Rodrigo Malbrán y su trabajo de esculturas a partir de huesos y objetos encontrados en la naturaleza. “Desde niño iba al campo y siempre recolectaba los huesos de animales muertos que encontraba. Hoy, apreciando la complejidad y belleza de sus formas, los pinto de dorado para de alguna manera sacralizar la muerte”, relata Cosmo, mientras nos enseña la pintura que utilizará para un cráneo de caballo.

La conversación ha sido larga, y es que este hombre tiene cuentos para el mundo. Lo último que nos contó fue la historia de su perro compañero que, como narra, “lo encontré en la carretera abandonado, golpeado, desnutrido, sucio, lleno de pulgas y con parásitos. Lo sané y le puse Ego”. Hoy es un personaje más de la casa.

Si tuviéramos que escribir otro capítulo sobre Cosmo, ciertamente nos faltarían páginas para comprender la compleja personalidad de este artista. Pero lo haremos, sin duda.

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