Durante la primera mitad del siglo XX en Chile se desarrollaron conjuntos de vivienda social que hasta hoy son emblemáticos por su calidad, por la envergadura de los proyectos y sobre todo porque marcaron un antes y un después en las construcciones sociales en Chile. En estos proyectos se supo recoger los principios del movimiento moderno, influenciados en gran medida por los enunciados de

Le Corbusier

, quien propuso asegurar la libertad individual y mantener los beneficios de la acción colectiva (carta de Atenas, 1942).

Siguiendo estos principios, en Chile se optó por el diseño de espacios más racionales, despojados de decoraciones y ornamentos gratuitos, pero apostando por calidad y perdurabilidad en el tiempo. La utilización del hormigón a la vista, con distintos tratamientos, pero sin esconder su materialidad ni función, es una constante; la arquitectura habla de tecnología, investigación y vanguardia. También de utopías futuristas.

Lo anterior responde a los crecientes cambios sociales que se estaban desarrollando en todo el mundo; la migración a las ciudades aumentaba y los cordones industriales demandaron de más mano de obra, a la cual había que proporcionarle vivienda.

El resultado fueron grupos de viviendas de distintas tipologías, en que tanto los espacios interiores como el desarrollo de espacios exteriores y  circulaciones, apostaron por el todo, a la vez que por la separación de las funciones.

Quisimos revisitar algunos de estos icónicos proyectos porque la vivienda social nunca dejará de jugar un papel relevante al momento de diseñar las ciudades, especialmente

en el Chile posterremoto

. El cómo se resuelve, no sólo el habitar, sino el circular y sobre todo la interacción entre habitantes, marcará el tipo de relación humana del futuro: abierta y conectada con nuestra comunidad o aislada y desconectada de ella. Ojalá sea la primera.