¡Y se nos apareció marzo!

Hace nada estábamos pensando qué hacer para las vacaciones, posibles escapadas o nuevos lugares por conocer; los que se quedaron en la ciudad, preparándose para las que seguramente son las mejores semanas de Santiago, sin tacos, con tardes largas y todo a un ritmo más relajado. Dos pestañeos después y aquí estamos nuevamente, preparándonos para comenzar realmente el 2010 –con los trámites de las patentes, seguros y etcéteras de por medio–, lo que me hace pensar que los meses anteriores son sólo un breve preludio que nos distrae, engañándonos para creer que tuvimos un buen comienzo.

Por eso, y para que la realidad no sea tan dura, decidimos regalarles dos casas de veraneo y con ellas cerrar la temporada. Los que puedan, quizás se tienten y decidan arrancarse en marzo, aunque sea por el fin de semana, porque, como dice un amigo, “poder veranear en diciembre o marzo es sin duda un lujo”.

Creadas a mano por sus dueños, estas dos casas, aunque muy distintas entre sí, son un claro ejemplo de lo que queremos transmitir en esta época, pues fueron espacios transformados para hacer de ellos refugios privados, muy personales y en los que se respira tranquilidad, relajo y sobre todo autenticidad.

La contingencia obliga, por eso, un punto aparte y quizás una revista entera se merece el recientemente fallecido Alexander McQueen, diseñador de alta costura y a mi modo de ver uno de los talentos creativos más impactantes que han existido en los últimos años. Aprendió el oficio de sastrería en el tradicional barrio de Saville Row, en Londres, para luego perfeccionarlo en Central Saint Martins. De ahí en adelante cada una de sus colecciones estuvo marcada por la vanguardia, la tecnología y sobre todo la innovación, ya que su constante siempre fue esa, empujar los límites un poco más allá. Personalmente, me quedo con la búsqueda constante, porque aunque la rueda se inventó hace mucho, siempre la podemos mejorar.