Embajador
Sociable, sencillo e inquieto. Un trotamundos, así es el embajador del Reino Unido en Chile. Visitamos su residencia y nos encontramos con un lugar apacible, lleno de luz y con un jardín que debe ser uno de los más lindos de Santiago.


Jon Benjamin puede estar en el Movistar Arena viendo a los británicos New Order, o en segunda fila para la Teletón. Celebrar una fiesta de Navidad para 40 niños en riesgo social de La Legua, dar su opinión en Twitter y decir: "En Las Condes muchos nunca han visto La Legua" o admitir simplemente que después de dos años de hablar español no sabe aún dónde usar un adjetivo. Puede también viajar a la ciudad más extrema del mundo, Puerto Williams, ir a Chiloé, o a Juan Fernández, donde la embajada está apoyando a una escuela. Desayunar con los emprendedores ingleses que participan en el Programa Start Up, almorzar con Joan Jara, o comer con Mario Kreutzberger. O firmar el acuerdo de colaboración entre el Reino Unido y Chile en el área de las industrias creativas y culturales.
Todo eso le apasiona. Desde niño quiso tener una carrera diplomática. Son nada menos que 25 años desde que comenzó como oficial de políticas para Burma y Laos en el Departamento del Sudeste Asiático de la Cancillería Británica, y exactamente dos desde que lo nombraron embajador del Reino Unido en Chile.
Arte.
La mayoría de las pinturas pertenecen a la colección de arte del Gobierno británico. Destacan las obras de Sir Thomas Somerscales de 1924, la de Jan van de Cappelle de 1659 y la de Duncan Grant del período de 1930.
Su comisión era perfecta. A Jon le gustan los lugares extremos o aislados y, por supuesto, develar a las personas de cada sitio. Conocerlas de verdad. Es sociable, expresivo y sencillo. Admite que le gusta casi todo Chile, sobre todo las posibilidades de viajar desde Visviri a Puerto Williams.

Cuenta que al principio lo que más le ayudó a comprender el humor chileno y los famosos chilenismos fue la revista Condorito. Le encanta. Quizás por eso tiene dos gatos a los que nombró Condorito y Yayita. Pero también hay un lado que no le agrada y que no tiene prejuicios en admitir: "El clasismo y los sentimientos discriminatorios de algunas personas que no se dan cuenta de que la discriminación no solamente es una ofensa moral sino que también resulta siendo una autoimpuesta traba para el pleno desarrollo económico de Chile".
Su residencia, en cambio, es otra de las cosas que le agradan de nuestro país. Es su lugar. "El ambiente histórico, el jardín durante el verano y el amplio espacio del cual se aprovechan Condorito y Yayita", explica. Fue diseñada por el arquitecto Alberto Cruz Eyzaguirre en 1938.
En la residencia sobresalen un gobelino del siglo XVIII, un arrimo estilo Tudor del XVII, una mesa de comedor estilo Jorge IV, sillas Chippendale y un escritorio inglés del XIX, entre otras piezas.
Este inmueble de conservación histórica, emplazado en Gertrudis Echeñique N° 96 y parte del eje de zona de conservación histórica, se salvó cuando en la década de los 80 lo compró la Embajada Británica. En esa época comenzaba el boom de las grandes edificaciones que destruyó en gran parte esta área levantada como barrio-jardín llena de casonas neoclásicas y parques.

El parque es obra del paisajista alemán Óscar Prager y se extendía por toda la manzana.
La residencia, de mil m², fue construida con materiales traídos directamente de Europa, incluso las chimeneas de mármol -todas distintas- fueron importadas de antiguas casas francesas que iban a ser demolidas. Basta ingresar para viajar al pasado. Nos da la bienvenida un zaguán de mármol ovalado, que precede a un vestíbulo de imponentes dimensiones, donde un reloj marca la cuenta regresiva para las Olimpiadas Londres 2012 y un gong proveniente de la isla de Java -propiedad personal del embajador- nos incita a tocarlo fuerte. De hecho, Jon nos cuenta que muchos sí lo hacen. Y la verdad, también lo hicimos.
INSPIRACIÓN
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