En familia
¿Cuál sería la gracia de construir una casa y sentirla como una imposición? Podría ser la situación de esta pareja, pero antes de aceptar a regañadientes se nutrieron de referencias, plantearon sus necesidades y fueron escuchados por un gran arquitecto. Los buenos resultados están a la vista.


Que todos tus vecinos hayan crecido contigo y llamen mamá a la misma mujer puede ser muy bueno o muy malo. Sofía y sus cuatro hermanos decidieron correr el riego y alrededor de 2011 empezaron a pensar en construir un condominio para ellos y sus respectivas familias.
Todo ese proceso de buscar el lugar -un poco apartado, pero dentro de la ciudad, donde todos pudieran tener un sitio lo suficientemente grande- y de dar con el arquitecto adecuado duró un par de años. Ahora que ya llevan dos instalados en sus casas, viendo a sus hijos jugar y crecer juntos, opinan que valió totalmente la pena.
José Domingo Peñafiel -quien trabajó largo tiempo en la oficina Izquierdo Lehmann- recibió el encargó y propuso techos planos, concreto blanco y ventanas de madera como características unificadoras para el conjunto, pero al mismo tiempo una arquitectura y distribución propia para cada casa.
“Le trasmitimos lo que habíamos pensado. Él dibujó una casa, nos la presentó y a nosotros no nos convenció. Avanzó bastante y nosotros decíamos ‘bueno, no podemos frenar el resto del condominio por ser tan quisquillosos’. Pero al mismo tiempo, con Sofía nos metimos de cabeza a buscar referencias en internet. Vimos mucha arquitectura brasileña, ahí nos quedamos pegados, por ahí iba la cosa. No recuerdo el nombre del arquitecto pero vimos casas que tenían la cualidad que queríamos para la nuestra: todos los espacios estaban incorporados”, recuerda Sebastián, marido de Sofía.

Recuerdan también la cara de Peñafiel cuando le dijeron que el diseño tenía que cambiar drásticamente, prácticamente partir de cero, pero pronto el arquitecto se entusiasmó tanto como ellos y llegaron a un resultado que dejó a todos contentos: un gran espacio que si bien tiene distintas alturas comprende salita, living y comedor, es el corazón de la casa y marca la pauta para las habitaciones.
“Él incorporó su sello con toques como grandes alturas, una escalera caracol y varios pequeños jardines interiores que aportan mucha vida. José Domingo es un gran arquitecto de la luz”, opina Sebastián.
Sofía y Sebastián estaban de acuerdo: aunque incluye madera, la arquitectura ya era bastante contemporánea; había que equilibrar con mobiliario cálido, y hasta rústico.
“Armamos la casa con lo que teníamos. No somos de ir a un mall y comprar todo de una vez. Elegimos con tiempo, aunque significara tener la casa patas para arriba un rato. Trajimos cosas de viajes: una lámpara bonita, unos asientos del sur. Buscamos el lugar perfecto para cada una”, dice Sofía. Por ejemplo, dieron vueltas y vueltas buscando la mesa de centro ideal. Hasta que un amigo, dueño de una fábrica, hizo realidad lo que tenían en mente con mucha madera y algo de fierro. Ese amigo les sugirió hacerla grande (130 x 130 cm), cuadrada y muy baja. No hay problema con que José, el menor de sus hijos, hermano de Adela, se pare sobre ella.

“Hay casas grandes, muy ricas, en que los espacios se sienten muy separados o fríos. Nosotros queríamos un gran lugar de reunión”, dicen ellos por sobre el graznido intenso de unos queltehues.

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