Juegos en Chile: adoptados y adaptados

“La niñita era centro de mesa. No tenía abuelos que visitar ni la llevaban al zoológico como a sus compañeros. Pero había visto mujeres en bikini bailando el mambo de Pérez Prado en el Tap Room. Se sentaba con los adultos en los restaurantes donde los niños no eran bien recibidos, porque ella no hacía escándalos ni se subía arriba de las sillas. Durante todos esos años que su padre hizo escuela de temporada ella creyó que la Universidad Federico Santa María -con todo lo que había dentro- era su casa. Nadie, ni Benjamín Subercaseaux ni Margot Loyola ni Marta Brunet, la echó nunca de una sala”, dice Karen P. Müller Turina, la mujer que fue esa niñita, hija del reconocido folclorólogo Oreste Plath y la escritora Pepita Turina, explicando por qué nunca jugó.
Sin embargo, desde hace muchos años Karen Müller Turina vive rodeada por una colección de juegos que nunca ha inventariado pero estima por sobre los 3 mil, fácilmente, y recorre colegios de distintas partes de Chile cargando al menos 120 kilos de esa colección: “Cuando falleció mi padre crearon una población con su nombre en Cerrillos. Fui a conocerla y entré en contacto con sus niños. Debido a eso comencé a coleccionar, ¿cómo explicas algo que no conoces?”. Revisando, corrigiendo y divulgando la obra de su padre se convirtió en la opinión más autorizada en juegos tradicionales en Chile. “Fíjate que Oreste Plath habló de juegos ‘en’ Chile. Porque los juegos son del mundo, adoptados y adaptados en cada país. En mis exposiciones trato 13 dimensiones relacionadas, la historia, la geografía, las matemáticas, el idioma, la filatelia y el arte, entre ellas. Porque nada es tan sencillo como parece, con el juego se aprende de todo”.
Que las primeras muñecas se confeccionaron para maleficios y que los zancos surgieron como herramientas en la agricultura no es tan sorprendente como ver a unos niños jugando algo prácticamente igual a la chueca en una ilustración hecha seis siglos antes de Cristo en Grecia, o a niños napolitanos tratando de alcanzar salchichones en lo alto de un palo muy similar al que ensebamos, en otra imagen antiquísima. Los trompos han sido conocidos y fabricados -con distintos grados de sofisticación- por casi todas las culturas, y el emboque -entonces llamado bilboquet y probablemente hecho de oro o marfil- fue una moda impuesta en Francia por Luis XV al asumir como Rey, cuando tenía solo 5 años. Tan indescifrable como los moáis es el hecho de que la asociación norteamericana que lanza un grueso boletín anual con cientos de figuras para hacer con las manos y una cuerda unida en los extremos -un juego que, pocos saben, se llama cunita y los anglosajones conocen como cat’s cradle- no tiene ninguna relación con los kai-kai de Isla de Pascua, una tradición ancestral que aún tiene competencias, donde las mujeres arrodilladas cuentan las historias de sus clanes a través de versos en rapanui y figuras complejas que forman con la cuerda y la ayuda de manos, labios y dientes. Dicen que había un dominó en la tumba de Tutankamón.
La mayoría se documenta primero en la antigua Grecia, Roma y en China, pero la recurrencia de estas formas en distintas culturas y épocas sin duda se debe a su simpleza y eficiencia entregando diversión. ¿Qué es eso sino una especie de diseño universal y perfecto?
“Llega septiembre y me empiezan a llamar”, dice Karen con la severidad justa que nos merecemos la mayoría de los chilenos, especialmente los medios y los programadores de las radios. Cada vez le cuesta más encontrar piezas nuevas para su colección. Desaparecen a pesar de que los niños quedan hipnotizados con los runrunes y no se quieren bajar de los zancos de tarros de leche forrados en papel de regalo que lleva a sus charlas. “Tengo claro que los niños tienen que tener celulares y saber de computación. Pero hay un tiempo para todo, también para los juegos tradicionales. En todos los tiempos estos juegos han tenido un bajo costo. Solo se necesitan creatividad y las ganas de compartir gratos momentos”. Se ha acercado a al menos dos instituciones culturales para donar su colección, solo pidiendo a cambio que nombren como su padre un espacio dentro de ellas. Ninguna accedió.
A Karen le preocupa lo que pueda pasar con sus juegos. ¿Quién va a presentar a los niños con Oreste Plath, hecho un muñeco de tamaño natural, con todos sus rasgos y su sombrero característico.
Trompo: “Entre los juegos están el gallito, los simples papes, la troya (círculo que se traza en el suelo para jugar), la palomita (que consiste en empujar una moneda a golpes con la púa del trompo y, mientras este baila, sacarla fuera de la meta señalada)”.
Luche (conocido en la mayoría de los países de habla hispana como rayuela): Era de antiguo conocido entre los griegos y egipcios. Los griegos lo llamaban delton, que es la cuarta letra de su alfabeto, y ascolias; los romanos, juego del odre. Recibe su nombre por el objeto que se lanzaba sobre el dibujo en el piso. “…Luche, denominación que le puede haber venido por haberse jugado con una pelotilla de luche (Ulva lactuca)…”.
Bolitas (canicas): “Tiro, tirito, es el nombre que le da el niño a su bolita preferida; chilindrina es la bolita muy pequeña; tiroco y macuco es la bolita de mayor dimensión; palomo es la bolita de mármol; la puntera es la que hace ‘quemás’”.
El elástico: “…Es un juego originario del altiplano boliviano. Jugaban de a tres, dos en cada punta con una especie de tripa de llama entre los pies y un tercer participante que saltaba y pisoteaba la tripa de diferentes formas”.
Extractos de “Los juegos en Chile, aproximación histórica-folclórica”, de Oreste Plath, edición corregida y anotada por Karen P. Müller Turina.
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