"El arte está ligado a lo que no está hecho, a lo que todavía no se crea. Es algo que está fuera de ti, que está más adelante y tienes que buscarlo. Soy un hombre que trata de hacer lo que no sabe hacer", afirmaba Eduardo Chillida a la periodista mexicana Sanjuana Martínez en 1996. Y su vida y trabajo no hacen más que confirmar sus dichos. Permanente investigador de la materia, la forma y el espacio, en sus obras hay un recorrido que va desde el yeso en sus primeras incursiones como escultor, hasta el hormigón y el papel, aunque antes este artista vasco, con un fugaz paso por la portería del Real Sociedad, transitó por la arquitectura, que abandonó tras decidir que no comulgaba con los métodos de enseñanza de la academia -eran principios de los años 40-, y también por el dibujo, el que aseguraba lo había acompañado toda la vida; por lo mismo, porque era natural en él, es que al poco tiempo de estar en el Círculo de Bellas Artes de Madrid concentrado en ello, se dio cuenta de que eso no podía ser arte. No creía que algo tan fácil lo fuera, de ahí que empezó a probar dibujar con la mano izquierda, de esa manera su mano iría más lentamente, al ritmo de su cabeza, de sus emociones. Ejemplo que da cuenta de su personalidad y carácter y que definitivamente forja parte del mito que rodea a uno de los escultores más influyentes del siglo XX. Un hombre que no se conformaba con solamente llegar; el proceso, el camino, el cómo hacerlo, era lo que le interesaba.

Tierras. Se dice que llegó a ellas por el sonido, por los palmeteos que escuchó mientras trabajaba en el taller de grabado del galerista Aimé Maeght en Saint Paul de Vence. El sonido venía de las manos del ceramista Hans Spinner y de ahí nacieron sus famosas Lurrak(tierras) y óxidos.

Chillida trabajaba en función del conocimiento y en la escultura encontró su medio para llegar a él. "Aita -padre en vasco- era una persona muy reflexiva, le daba mucha importancia a la mente. Tenía lógicamente una manera de trabajar, pero el peso de la mente, de las preguntas, era mayor. Decía que la obra de un artista es trabajar en lo desconocido, en lo que todavía no has hecho, por lo mismo para él cada obra tenía que ser una aventura, algo nuevo. Su trabajo estuvo basado en las preguntas más que en las respuestas; estas últimas, pensaba, quizás las podíamos buscar nosotros ante su obra", explica Luis Chillida, hijo del artista y director del museo Chillida-Leku.

Alabastro. Decía que el alabastro lo empleaba por una llamada directa de la arquitectura. Como una manera de abordar la luz, evitando la simetría e introduciendo espacios hacia adentro. Su trabajo con alabastro surge de un viaje a Grecia, donde se inspiró en la compenetración entre la luz blanca del mediterráneo, el mármol y la arquitectura.

La muestra Chillida: Reflexión-Materia, que llegó a Chile con la colaboración de la Corporación Cultural Arte + y el Banco BBVA, es un proyecto centrado en tratar de mostrar al público una de las cosas más importantes para Chillida: el hermanamiento con la materia.

Fiel al material.

El hierro se convirtió casi en su sello, desponjándolo de significados utilitarios para entregarle una nueva presencia.

"Él saca lo mejor de cada material, por eso esta muestra es una reflexión en torno a ese hermanamiento y a la relación especial que a lo largo de su vida mantuvo con la materia", explica uno de los comisarios de la exposición, Julio Niebla. Una idea materializada en 65 piezas, entre las que se destacan sus obras en alabastro, desde donde indagó el tema de la luz inspirado, como alguna vez dijo, en los colores de Grecia; muy diferente a la luz más oscura de su País Vasco. Además a este universo escultórico se suman sus reconocidas 'Lurrak', esculturas en tierra, así como dibujos y gravitaciones, relieves de papeles suspendidos en hilos.

Hasta el 5 de noviembre en la Galería Patricia Ready de Santiago.

1. Densidad.

"No solo en su aspecto físico, para él la densidad en el trabajo estaba ligada a un compromiso, a un esfuerzo, a un proceso mental, a adaptarse a un material. Mi padre no se quedaba en lo superfluo, buscaba lo que no se ve. Yo creo que esa parte de la densidad, que el trabajó desde muy joven, ha sido importante en su trabajo... todos los materiales que ha ido trabajando fueron llamadas en momentos, hacia investigar y no doblegar el material, sino tratar de buscar qué era lo que podía aportar ese material a la forma de ver las cosas".

2. Espacio público.

"Él decidió que la escultura era algo único. Tuvo presiones para hacer de cada obra un molde y que de ahí se hiciese una serie de obras… yo recuerdo decir a mi padre que ese fue el día más triste de su vida. Para él qué tenían de nuevas, qué tenían de esa densidad de la que hablaba. Su galerista le decía que podía hacer 30 o 40 al año, pero así, le decía, era muy difícil que su obra fuese conocida por que era poca, entonces mi padre reflexionando le contestó que porqué no hacían al contrario, porque no hacían que la obra  perteneciera a muchos. Estaba hablando de la obra pública".

3. Espiral.

"Él definía su obra como una espiral. 'Mi trabajo tiene forma de espiral' decía, y agregaba 'yo he estado en los mismo sitios muchas veces, pero cada vez que paso, lo hago a una altura diferente, en otro momento, en otro presente, escuchándolo, trabajando en ese momento, y aunque estoy con la misma idea, esta ya es diferente a lo que había sido antes', por lo mismo ese pequeño mundo tan particular hace reconocible su obra… da lo mismo que sea papel, granito, alabastro, tiene ese sello personal de ese camino que no es muy amplio, pero que era el suyo, era su mundo, su investigación. Reafirmaba el cómo un escultor se comunica a través de un material, por eso mismo el peso que tienen en esta exposición los diferentes materiales dan la sensación de las diferentes aproximaciones".