"Fue un internacionalista". Así dice un párrafo de la biografía que la fundación que lleva su nombre y congrega su legado en un museo (noguchi.org) distribuye como documento. Una simple suma de caracteres que intentan dibujar la cualidad prolífica, política e intelectual de este hombre nacido en Los Angeles, California, en 1904. De madre estadounidense y padre japonés, vivió en Japón hasta los trece años y recorrió el mundo el resto de su vida. Entró a la Universidad de Columbia a estudiar medicina, mientras asistía de noche a clases de escultura, pero eso duró poco, dejó Columbia e hizo suyo el East Side neoyorquino de los años 20 para dedicarse a la escultura, a su reflexión y a una práctica incesante, que lo llevaría a París y a trabajar en el estudio del escultor modernista Constantin Brancusi. Al parecer, el sincretismo cultural propio de su origen proporcionó el marco de su trayectoria.

En sus últimos años de vida mantuvo estudios paralelos y activos en Japón y en Nueva York, pero mucho antes, durante su juventud y vida adulta, el viaje fue incesante. Descubrió el impacto de las grandes obras públicas en México, la cerámica y la paz de los jardines en Japón, las sutilezas de la tinta china y la pureza del mármol de la escultura en Italia. Incorporó cada experiencia en su obra, utilizando una amplia gama de materiales, que incluyó el acero inoxidable, las piedras, el hierro fundido, la madera de balsa, el bronce, las chapas de aluminio, basalto, granito y el agua.

Esta mesa, creada en 1957 y fabricada hoy por Vitra, no solo es el último mueble diseñado por Noguchi, sino un eslabón de una serie de experimentos surgidos a comienzos de los 50, cuando Noguchi entró en su etapa de investigación con el aluminio doblado y plegado; una extensa colección de esculturas así lo comprueba.

salavitra.cl