Suma de factores
Ese es quizás uno de los mayores logros del hace poco estrenado Hotel Mandarín Oriental Barcelona. ¿Por qué? Patricia Urquiola, Carlos Ferrater, Carme Ruscalleda y el Paseo de Gracia como escenario. Saque sus propias conclusiones.


Contar con lo mejor y con los mejores para un proyecto no es un lujo que se pueda dar cualquiera. Corrijo, cualquiera normal. Pero la cadena de hoteles Mandarín Oriental es hablar palabras mayores. Y no sólo por la envergadura de su imperio, sino por las emblemáticas apuestas que han hecho alrededor del mundo, siendo Barcelona su primera incursión en territorio español.
Pero por qué este proyecto cobra especial interés y se distancia de sus antecesores. Simplemente porque en su ejecución convergen nombres de estimado peso, como el del premio nacional de arquitectura española 2009, Carlos Ferrater; Carmen Ruscalleda, la única chef del mundo galardonada con cinco estrellas Michelin, a cargo de Moments, el restaurante, y completando la tríada, quien otra sino la también española y diseñadora del momento Patricia Urquiola, en un debut más que auspicioso como interiorista.
Así, ocupando lo que fueran las instalaciones del Banco Hispano Americano, un edificio de mediados del siglo XX sobre el Paseo de Gracia y con vistas a la casa Batlló de Gaudí, el nuevo Hotel Mandarín Oriental de Barcelona se encumbró a lo más alto de la hotelería catalana a través de un diseño limpio y geométrico, muy en sintonía con la línea aplicada por Urquiola.

El recorrido
Un atrio recibe al visitante y una estrecha pasarela coronada por una gigantesca lucarna ilumina el paso y lo lleva a la recepción. Desde ahí, los espacios se suceden y se alinean bajo el prisma de Patricia, que diseñó una suerte de entramado de metal que aparece y desaparece al recorrer el interiorismo. Uno en especial es el que destaca por sobre los otros. Se trata del creado para el restaurante Blanc, en la planta baja. Con reminiscencias a los antiguos jardines colgantes de Babilonia, este espacio se desarrolla en torno a los diseños de la española para marcas como B&B Italia, Flos o Moroso, las alfombras tejidas a mano de Tai Ping, también pensadas por Urquiola, y una gran mesa de planchador de 1900. Ahí, la claridad prima y un cierto corte oriental contemporáneo con riqueza de texturas y confección soslaya el hecho de que nos encontramos en un espacio tan concreto como un hotel. Y es que finalmente en eso radicó el desafío de la asturiana, en concebir un espacio tan sublime, que todo el resto fuera sólo un hecho de la causa.
Lo mismo que ocurre en las 98 habitaciones que se pensaron recorriendo la paleta de los cremas y blancos. Factor que también se advierte, por ejemplo, en los detalles de los clósets, que inspirados en Oriente adquieren guiños de las viejas cajas lacadas chinas.
Y como lo mejor está entre la lista recurrente de este hotel, la azotea, bautizada como Terrat, se ubicó en el noveno piso con vista panorámica a la ciudad y sus monumentos. Ahí las tumbonas de la colección Canasta de B&B Italia hechas por Urquiola terminan por sintetizar lo hecho por esta diseñadora: un universo donde la simpleza se amalgama con la sofisticación.
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