Esta mañana de sábado, el primero de las vacaciones de invierno, Macarena y sus tres hijas seguramente están despertando en La Parva chica. En el desayuno se van a encontrar con la hermana de Macarena y su hija, y con el hermano mellizo que habrá llevado por primera vez a sus hijos. Probablemente esté ahí también su tía, y nadie estará incómodo porque su abuelo compró este refugio de dos pisos en 1988 pensando en que sería aprovechado por toda su familia cada vez que cayera nieve.

Tal como lo hacía Macarena con su mamá y su tía cuando era niña, todos los primos se van a poner sus esquíes en la puerta y van a salir directamente a La Parva chica; si tienen el ticket podrían subir a Las Vegas y más allá. Esa es para Macarena la mayor de las ventajas de este refugio, poder entrar a la nieve sin colas ni nada.

A fines de los 80 fue su mamá la que tomó la mayoría de las decisiones al momento de amoblar el refugio. Macarena recuerda que tenía 8 años, no sabía mucho de diseño o decoración, pero tenía la sensación de que esos muebles -la mayoría de fabricación francesa bajo la marca Ligne Roset- eran distintos a los que veía en otros lugares. “Hace unos tres años le hicimos un refresh con mi tía. Cambiamos cortinas y algunos cuadros. Pero no tocamos los muebles: no han perdido nada del aire moderno que tenían cuando los compraron”, dice ella.