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Diez años después de Aylan Kurdi: la foto del niño sirio que sacudió a Europa

La imagen terminó siendo símbolo de la crisis de refugiados sirios de 2015. Desde entonces, más de 30 mil muertes en el Mediterráneo dan cuenta de un continente que sigue fallando.

Vista de una lancha plástica con inmigrantes en el Mediterráneo. Foto: Archivo

En menos de 24 horas, la foto dio la vuelta al mundo: en ella, el cuerpo sin vida de un niño sirio reposaba en una playa al lado de las olas, en Bodrum, Turquía. Con su cara en la tierra, el pequeño Aylan Kurdi de tres años había sido encontrado por la policía turca el 2 de septiembre de 2015, no lejos de otros dos cuerpos: el de su hermano Galip, de cinco años, y el de su madre Rehan.

Su padre, Abdullah, fue el único en sobrevivir, luego de que 12 personas se ahogaran en una embarcación que iba en dirección a la isla griega de Kos. De ahí en adelante, al menos durante unos años, el impacto de la imagen motivaría un cambio político en Europa, que recibió cientos de miles de sirios que escapaban de la guerra civil.

A pesar de las buenas intenciones de los primeros años, los naufragios en el Mar Mediterráneo continúan siendo algo de día a día, con 30 mil personas que han muerto durante la década, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Desde el caso de Aylan, señala el diario El País, un niño ha muerto cada día en el Mediterráneo.

El cuerpo de un niño migrante Aylan Shenu yace en las costas de Bodrum, en el sur de Turquía, el 2 de septiembre de 2015 después de que un barco que transportaba refugiados se hundiera mientras llegaba a la isla griega de Kos. Foto: Archivo NILUFER DEMIR

Para Abdullah y Rehan Kurdi, y sus dos hijos pequeños, Alan y Ghalib, la idea era vivir lejos de la guerra, en Canadá, donde la hermana del padre de la familia vivía desde hace un tiempo. Tomaron una lancha de plástico con otras personas, que llegaría a la isla griega de Kos, pero las olas volcaron el bote. “Tomé el control y empecé a dirigir. Las olas eran tan altas que la embarcación volcó. Tomé a mi esposa e hijos en brazos y me di cuenta de que todos estaban muertos”, contaba en ese entonces Abdullah.

La lancha de los Kurdi no fue la única que tuvo problemas ese miércoles. Otra embarcación había volcado ese mismo día. Los rastros reveladores se encontraron a lo largo de la playa de Ali Hoca: pañales, zapatos, calcetines, cuerda y trozos de los chalecos salvavidas que llevaban los niños. El jueves, más de 24 horas después de la tragedia, se podían ver fotografías, medicamentos y trozos de papel manuscritos, conservados en bolsas de plástico, en las grietas de las rocas, tras las cuales aún yacía una lancha destrozada.

Una década después, la autora de la foto Nilüfer Demir contó a los medios sobre el momento de la imagen: “Casi me quedé paralizada al ver el cuerpo del niño. Más tarde supe que tenía tres años. Como fotógrafa, mi obligación era registrar lo que estaba ocurriendo. No había tiempo para dudar”.

Demir asegura que aquella foto dejó en ella una huella imborrable: “Ojalá nunca hubiera tenido que hacer esa foto. Habría preferido mil veces captar a Aylan jugando en la orilla. Lo que vi me dejó una marca que todavía me quita el sueño. Pero si esa imagen ayudó a que Europa despertara, entonces estuvo bien publicarla”.

El especialista en políticas migratorias europeas, Matthieu Tardis, comentó a Ouest France: “¿Por qué la foto de un niño muerto en la playa debería concientizar a la población? Esta foto es importante. En retrospectiva, creo que cambió muchas cosas, dándole una dimensión más humanitaria a la cuestión de los refugiados. Casi todos los gobiernos europeos, con dos excepciones: Hungría y Polonia, tuvieron que cambiar su discurso para adaptarse a esta emoción”.

Rescate de migrantes en el Mediterráneo. Foto: Archivo SEA WATCH / TWITTER

Casi seis meses después de la foto, la Unión Europea alcanzó un acuerdo con Turquía, en el que pagaba 6 mil millones de euros para que el país eurasiático contuviera el flujo migratorio. Aunque esta medida redujo los cruces al mar Egeo, las muertes en el Mediterráneo no se detuvieron.

En ese entonces, los Estados miembro de la UE se comprometieron a recibir al menos al 10% de las 1.300.000 personas refugiadas que se encontraban en situación más vulnerable. El caso más destacado fue el de Alemania, que acogió casi el 60% de estos: 716 mil refugiados.

Las rutas para cruzar a Europa han cambiado desde ese momento, pero al menos 2.242 personas han muerto o desaparecido esta década, solo en la ruta que une Turquía a Grecia. Ahora muchos migrantes van en barcos o balsas desde Libia al sur de Italia, o a las Islas Canarias desde África.

Un grupo de personas miran por la borda mientras se dirigen a Génova, el lugar seguro asignado por las autoridades italianas tras su rescate en el Mar Mediterráneo Central, en octubre de 2023. Foto: Annalisa Ausilio/MSF Michela Rizzotti

La situación política ha cambiado en esta década, y los migraciones también. En 2015, Alemania estaba mucho más dispuesta a recibir inmigrantes, y la misma canciller Angela Merkel hablaba de un “deber de humanidad” hacia los refugiados. El alza de los partidos de extrema derecha como la Alternativa para Alemania (AfD) o Vox en España hacen dudar sobre si una reacción europea similar tendría lugar en 2025.

Hoy, el Estado Islámico y el régimen de Bashar al-Assad son cosas del pasado, y las salidas de personas desde Siria han bajado drásticamente. La mayoría de los migrantes que intentan llegar a Grecia, hoy por hoy, son afganos, egipcios, sudaneses, eritreos y somalíes.

En 30 años, el número de niños que viven en zonas de conflicto se ha duplicado. En la década de 1990, representaban alrededor del 10%: hoy, son casi el 19%.

Amel Amir Ali, oficial de protección infantil del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), señala: ”A finales de 2024, aproximadamente 49 millones de niños se encontraban entre los más de 123 millones de personas obligadas a huir de sus hogares, un récord”.

“La solución no pasa por muros ni devoluciones, sino por vías legales y seguras que pongan en el centro la dignidad humana”, apunta Amnistía Internacional.

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