Por Fernando FuentesFernando Carrillo, exministro colombiano: “La descalificación de Petro a Kast fue irresponsable y primaria”
En conversación con La Tercera, el abogado, académico y vicepresidente global del Grupo PRISA entrega su análisis del estado de la democracia en América Latina, el impacto de la crisis venezolana en la estabilidad de la región y el significado del triunfo de José Antonio Kast en las recientes elecciones en nuestro país.
Fernando Carrillo Flórez (62) es un político e intelectual colombiano con una extensa trayectoria en el servicio público de su país. Se ha desempeñado como ministro del Interior (en el gobierno de Juan Manuel Santos), ministro de Justicia (en la administración de César Gaviria), procurador general de Colombia (2071-2021), presidente de la Comisión de Justicia de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, vocero del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y director de la Agencia Nacional de Defensa Jurídica del Estado, entre otros.
Abogado y académico, también es autor de varios libros. Su publicación más reciente es “Sin miedo: Defender la democracia desde la democracia” (2024), un ensayo que ha sido calificado como un verdadero manifiesto político ante los desafíos a los que se enfrentan las democracias en América Latina.

De visita en Chile, Carrillo participó este lunes justamente en una conferencia de la Universidad Miguel de Cervantes sobre el estado de la democracia en las Américas, actividad académica que se enmarca en el Curso Internacional de Liderazgo Político de esa casa de estudios.
Carrillo, quien además es vicepresidente global del Grupo PRISA, empresa editora del diario El País de España, conversó con La Tercera sobre el estado de la democracia en América Latina, el impacto de la crisis venezolana en la estabilidad de la región y el significado del triunfo de José Antonio Kast en las recientes elecciones en nuestro país. Al respecto, se mostró crítico ante las declaraciones que el Presidente colombiano, Gustavo Petro, formuló por la victoria del líder del Partido Republicano, asegurando que se trató de una “descalificación irresponsable y primaria”.
El título de su último libro, “Sin miedo: Defender la democracia desde la democracia”, es bastante llamativo. ¿Cree que en este momento está en riesgo la democracia en América Latina?
Yo creo que nunca había estado la democracia en tanto riesgo como en este momento. Por múltiples factores, por los consensos globales alrededor de los sistemas políticos en donde la democracia para algunos no es indispensable, es sustituible, es negociable. Porque la democracia no aparece, por ejemplo, como condición de los grandes pactos internacionales como se vio en el pasado, porque además lo que está de moda es el autoritarismo, el populismo y el caudillismo, y todo eso son antípodas de la democracia.
El espíritu democrático está de nuevo llamado a imponerse, pues en el espíritu democrático cabemos todos, que es lo que no pasa con el autoritarismo, que es excluyente, que es apabullante y que tiene que ver además con unas tradiciones que yo creo que son insostenibles. Entonces me parece que por todas esas razones en el mundo han venido sucediendo cosas absolutamente inverosímiles, particularmente el año 2025, que fue un año horroroso, terrible para la democracia.
Y pienso que hay que poner esas semillas de esperanza en el sentido de que hay que volver al diálogo, que hay que volver a los propósitos de unidad nacional, que es posible sentarse en la misma mesa con los opositores, que es posible el consenso y los grandes propósitos nacionales, particularmente en nuestra América Latina, donde seguimos con unos escenarios grandes de inseguridad, de desigualdad, de corrupción. Pues es necesario volver a esos grandes acuerdos nacionales y yo creo que eso solo se logra mediante el método democrático, mediante el respeto de los principios democráticos, de los valores democráticos. Por eso he aplaudido haber visto en el discurso del presidente electo de Chile del domingo muchos de esos elementos.
Usted apunta al autoritarismo y populismo como fenómenos que amenazan las democracias en la región. ¿Cómo se puede actuar frente a ese tipo de liderazgos políticos?
Lo primero que creo, hablando de los liderazgos autoritarios y populistas de América Latina, es que estos parten de una falacia: que hay milagros en política y que son capaces de transformar las sociedades en 72 horas. Eso no existe, eso es un engaño a la población. Y lo es además por los métodos empleados. Entonces creo que el regresar de alguna manera a la reflexión democrática, que toma tiempo, que exige cuidado, que implica un respeto del otro, del que piensa distinto, es a lo que tenemos que llegar. Yo creo que esta era de apabullar al contrario, de insultar al adversario, de graduar al opositor de enemigo, yo creo que eso hay que mandarlo a recoger, y me parece que eso son épocas de la humanidad que se superaron, y son épocas de la humanidad que de alguna manera dejaron unas heridas profundas.
Por eso cuando uno piensa en que hay que reconciliar, que hay que cerrar heridas, que hay que pensar cómo volver a unir, pues yo creo que ese es el camino correcto y eso es lo que se compadece con los ideales de una democracia que va mucho más allá que una democracia participativa, es una democracia donde tiene que primar la deliberación. Aún se habla mucho de la deliberación democrática como gran innovación de la democracia, y eso es lo novedoso en política, es novedoso en la medida en que no lo hemos podido conseguir, sobre todo en los últimos años, después de que se impusieron todos estos regímenes populistas alimentados por el extremismo, por la teoría de las noticias falsas, de una desinformación que tiene unos efectos políticos terribles en la consolidación democrática.
Yo trabajo actualmente en un medio de comunicación iberoamericano y todos los días tratamos de frenar ese tipo de atentados contra la democracia y que tienen que ver con disfrazar la verdad, tergiversarla, sostener que no existe. Alguien decía que los dos grandes chivos expiatorios de lo que está pasando en este momento en el mundo son, primero, la verdad, que para muchos ya no existe, y, segundo, la democracia, que está fundamentada de alguna manera en la verdad.

A su juicio, ¿cuánto afecta la escalada que protagonizan Donald Trump y Nicolás Maduro a la estabilidad democrática de la región?
Lo primero es que cualquier tipo de lucha contra el crimen organizado, cualquier lucha para conseguir seguridad para los ciudadanos, para proteger de la violencia que se volvió un fenómeno generalizado en la región, promovida por el crimen organizado internacional, tiene que hacerse en democracia. Maduro, hay que decirlo con toda la contundencia, es un dictador, es un tirano, es una persona que ha violado los derechos de los venezolanos y eso hay que calificarlo de esa manera, pero hay que combatirlo con democracia. Y yo creo que los consensos internacionales alrededor de esa convicción hay que fomentarlos.
Que se combate el narcotráfico, pues por supuesto que hay que combatirlo. Me parece que lo que viene desde aquí en adelante es totalmente imprevisible. Es evidente que el tirano no quiere irse, es evidente que el tirano está ahí y sigue. Pero ahí tiene que haber una decisión del pueblo venezolano, además de una imposición de fuerza. La fuerza es, en un momento dado, necesaria contra el tirano, pero siempre considerando las circunstancias de carácter democrático que tienen que imponerse. Porque la gran pregunta es el día después y después qué viene, y ahí tiene que haber una restitución de los escenarios democráticos en Venezuela, eso es lo más importante.

La premio Nobel de la Paz 2025, la líder opositora venezolana María Corina Machado, dijo en una entrevista a la cadena CBS que “para alcanzar la libertad se necesita fuerza”. ¿Usted descarta entonces la vía militar como salida a la crisis en Venezuela?
Yo creo que la fuerza se utiliza como último recurso y en los parámetros del derecho internacional. Es que me parece que es eso, violentar el derecho internacional, y con eso no estoy haciendo una acusación contra nadie, pues no es el expediente necesariamente para acabar con un dictador. Yo creo que la democracia tiene sus formas, tiene sus procedimientos, y ojalá además de proveer una condena hemisférica en relación con la tiranía que representa el régimen de Maduro, hubiera una fuerza internacional democrática para hacerlo salir del poder. Esa sería en principio la solución más importante. Acudir a la fuerza siempre es el último recurso.
Trump ha advertido a Gustavo Petro que será “el siguiente” después de Maduro. Asimismo, de cara a las elecciones presidenciales de 2026 en Colombia, el candidato Abelardo de la Espriella, apoyado por movimientos libertarios, iglesias evangélicas y organizaciones de veteranos militares, aparece como uno de los favoritos. ¿Cuánto habla eso del estado de la democracia de Colombia?
Pienso que en el caso de Colombia estamos en uno de los momentos más complicados de la historia reciente, precisamente porque o se consolida un modelo que ha tratado de imponer el presidente Petro o buscamos otro tipo de alternativas. Y esas alternativas se tienen que compadecer con la historia democrática que marcó en el caso colombiano el proceso más importante de consenso reciente que fue la Constitución de 1991, que promovimos en mi generación como estudiantes hace 35 años. El respeto de la Constitución para cualquier propuesta es fundamental, y yo creo que eso es lo esencial.
Ya veremos cómo se siguen consolidando las encuestas, pero me parece que el gran debate de Colombia es si vamos a respetar el Estado de Derecho y si lo vamos a hacer tanto desde las propuestas de izquierda como desde las propuestas de derecha, y si la consigna tiene que ser el respetar y aplicar la Constitución de 1991. Yo creo que ese es el test fundamental que van a tener los candidatos. Cualquiera que en un exceso se vaya a la extrema izquierda o a la extrema derecha para violentar la Constitución, esa no puede ser una opción para Colombia.

Entonces estamos viviendo unas horas críticas, tenemos un sistema democrático amenazado indiscutiblemente, porque el Poder Ejecutivo ha desconocido, por ejemplo, decisiones del Poder Judicial. El Poder Legislativo se encuentra un poco arrinconado por el Poder Ejecutivo, aunque ha tomado decisiones también muy valientes en relación con el debate y la deliberación parlamentaria.
Tras sus enfrentamientos con Trump y con el gobierno de Israel, el presidente Petro ahora criticó el triunfo de José Antonio Kast, señalando que “el fascismo avanza” y jamás le daría “la mano a un nazi y a un hijo de nazi”. ¿Cree que la política internacional de Colombia se ha ideologizado demasiado con Petro en el poder?
Sí, yo lo tengo que decir con muchísima claridad. Es realmente chocante registrar la desinformación que tiene el Presidente de la República de Colombia frente a lo que sucedió en Chile el domingo. Lo invitaría a que leyera el primer discurso de Kast como presidente electo, porque hay una cantidad de elementos que contradicen abiertamente la descalificación irresponsable y primaria que hace el Presidente de Colombia. Me parece que es muy desacertado en este momento, con primeras impresiones y con una cantidad de prejuicios ideológicos, descalificar, primero, una decisión democrática que respetó todos los principios producto de la cultura democrática de este país. Es que uno no puede violentar una decisión democrática descalificándola, porque la democracia le sirve a uno únicamente cuando es de su agrado o cuando lo favorece. Yo creo que la grandeza democrática consiste en reconocer la victoria del opositor.
La grandeza democrática fue la que mostró el domingo José Antonio Kast cuando invitó a una mesa de diálogo de la unidad nacional a todos los sectores, tanto de la derecha como del centro, de la izquierda. Eso es la democracia, y descalificar eso, yo lo diría juzgándolo, digamos que con mucha ingenuidad, es producto de la desinformación. Uno no puede moverse señalando pautas de política internacional a base de prejuicios ideológicos, y creo que si se trata de comparar el discurso del presidente Kast, es muy distinto del discurso de posesión del presidente Milei, del presidente Bukele, y eso hay que tenerlo en cuenta.
Y aquí lo que hay que esperar es la imposición de un espíritu democrático que fue el que demostró el domingo Kast en ese discurso de posesión y que esperamos se mantenga. Chile tiene una institucionalidad democrática tan fuerte que yo estoy seguro que aquí se van a seguir respetando esos principios. Sucedió en los últimos cuatro años cuando el péndulo se movió.
Ahora seguramente la cosa no va a ser tan pendular y yo creo que toda América Latina tiene un poco que responsabilizarse alrededor de terminar con ese movimiento pendular de un salto de la extrema derecha o de la extrema izquierda, y me parece en ese sentido que hay señales del discurso del presidente Kast que van en esa dirección, que se acabe lo pendular y que aquí vuelva el diálogo, que vuelva la centralidad y que las ideologías a la hora de la verdad son argumentos de campaña.
Como decía un exgobernador del estado de Nueva York, pues la campaña se hace en poesía, pero se gobierna en prosa siempre. Y para gobernar en prosa hay que respetar primero que todo la democracia. Y yo creo que aquí se va a seguir respetando la democracia.

En momentos en que la región tiende a virar hacia gobiernos de derecha, ¿cree que esto responde a un movimiento pendular o a un fenómeno nuevo?
Yo creo que se está abriendo un espacio completamente nuevo, y eso quiero registrarlo alrededor de lo que sucedió el domingo en Chile. Si uno sigue detenidamente y mira entre líneas y lee con detenimiento y mira la actitud tanto del presidente Kast como de los presidentes de los partidos que ganaron las elecciones, yo creo que este es un espacio diferente. No es un espacio del extremismo radical que pudo presentarse en la campaña, pero repito, gobernar es un acto de madurez institucional muy grande, en donde hay controles tan grandes como los que tiene este país. Y por eso me parece que puede ser una buena pauta a nivel latinoamericano de romper con esa fractura en la que vivimos.
Aquí se defienden unos principios, unos valores, unas instituciones que son los principios y valores sobre los cuales el mundo tuvo un gran consenso después de la Segunda Guerra Mundial. Cosas que son elementales, que son el derecho a la vida, a la salud, a la seguridad, a la alimentación, la lucha contra la desigualdad, la lucha contra la inseguridad que se volvió una gran limitante del ejercicio de los derechos de los latinoamericanos, la ética y la lucha contra la corrupción.
Esos son principios universales que son democráticos, que no pertenecen ni a la izquierda ni a la derecha. Yo he señalado siempre que el problema es que se secuestró la agenda social para decir que solo la hace la extrema izquierda, y la agenda de seguridad para decir que solo la hace la extrema derecha. Ni lo uno ni lo otro es cierto.
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