Por Fernando FuentesLa crisis ambiental existencial que enfrenta el histórico río Tigris en medio de disputa entre Irak y Turquía
La contaminación y la disminución de los niveles de agua ponen en peligro la vida y los medios de subsistencia de millones de personas que dependen de él.

El río Tigris de Irak, una de las cunas de la antigua civilización mesopotámica y que junto al Éufrates en su día formaron parte de la “media luna fértil”, enfrenta una amenaza existencial ya que la contaminación y la disminución de los niveles de agua ponen en peligro las vidas y los medios de subsistencia de millones de personas que dependen de él.
“Sin agua, no hay vida”, dice el jeque Nidham, un líder mandeo (antigua religión gnóstica monoteísta) que vive en la ciudad de Amarah, al sur de Irak, a orillas del río en el que se sumerge regularmente desde que tenía un mes.
“Para nuestra religión, la importancia del agua es como la del aire. Sin agua, la vida no existiría. Al principio de la creación, Adán fue el primer hombre en la Tierra. Antes de Adán existía el agua, y el agua fue uno de los elementos que lo crearon”, explica el jeque Nidham al diario británico The Guardian.

Los mandeos pertenecen a una de las religiones gnósticas más antiguas del mundo. El sur de Irak ha sido su patria durante más de mil años, especialmente en la provincia de Maysan. Amarah, la capital provincial, está construida alrededor del Tigris. El agua es fundamental para su fe y todo acontecimiento importante de la vida requiere una purificación ritual. Las ceremonias matrimoniales comienzan en el agua, y antes de exhalar su último aliento, los mandeos deben ser llevados al río para una purificación final, detalla el periódico.
El Tigris, que nace en el sureste de Turquía y atraviesa las principales ciudades de Irak antes de unirse al Éufrates, sustenta a aproximadamente 18 millones de iraquíes, proporcionándoles agua para consumo humano, agricultura e industria.
Décadas de guerra, sanciones y colapso de infraestructuras han degradado gravemente el río, convirtiendo grandes tramos en una vía fluvial altamente contaminada.
La crisis se agravó después de 1991, cuando las plantas de tratamiento de aguas de Irak fueron destruidas durante la Operación Tormenta del Desierto liderada por Estados Unidos en 1991. Debido a la limitada reconstrucción, las aguas residuales sin tratar han vertido directamente a los ríos.
En la actualidad, solo alrededor del 30% de los hogares urbanos del centro y sur de Irak están conectados a sistemas de tratamiento de aguas residuales, en comparación con tan solo el 1,7% en las zonas rurales. Los escurrimientos agrícolas, los residuos industriales del sector petrolero y los desechos médicos contaminan aun más el río, apunta el medio Islam Times.
Un estudio de 2022 calificó la calidad del agua en Bagdad como “mala” o “muy mala”, mientras que en 2018 más de 118.000 personas en Basora fueron hospitalizadas debido al agua contaminada.
Según The Guardian, el caudal del río también ha disminuido drásticamente. En los últimos 30 años Turquía ha construido importantes presas en el Tigris y la cantidad de agua que llega a Bagdad ha disminuido un 33%. Irán también ha construido presas y desviado agua de los ríos compartidos que alimentan el Tigris. En Irak, el agua se utiliza con frecuencia en exceso, especialmente en el sector agrícola, que utiliza al menos el 85% del agua superficial del país.
La crisis climática está teniendo consecuencias. Irak ha registrado una disminución del 30% en las precipitaciones y se encuentra sumido en su peor sequía en casi un siglo. Se prevé que la demanda de agua dulce supere la oferta para 2035. Este verano, el nivel del Tigris estaba tan bajo que se podía cruzar fácilmente a pie, grafica el periódico británico.
A medida que se intensifica la escasez de agua en Medio Oriente, la prolongada disputa sobre los ríos Éufrates y Tigris entre Turquía, aguas arriba, e Irak, aguas abajo, ha cobrado renovada urgencia. Bagdad acusa a menudo a Ankara de restringir el caudal, mientras que Turquía sostiene que ha actuado dentro de sus derechos y de buena fe, sostiene el diario turco Daily Sabah.
Los datos, sostiene este medio, respaldan la afirmación de Turquía de que no ha privado a sus vecinos. Turquía aporta aproximadamente el 60% del caudal combinado del Éufrates y el Tigris, pero utiliza solo alrededor del 29%, lo que refleja importantes vertidos río abajo. Irak, en cambio, aporta alrededor del 36% (principalmente a través de los afluentes del Tigris), pero históricamente ha demandado un desmesurado 81% del agua de los ríos.
En abril de 2024 Turquía e Irak firmaron un acuerdo marco durante la visita del presidente Recep Tayyip Erdogan a Bagdad, y en noviembre de 2025 finalizaron un acuerdo detallado de implementación. Este acuerdo vincula los ingresos petroleros de Irak al financiamiento de infraestructura hídrica muy necesaria: empresas turcas construirán presas, redes de riego modernas y otros proyectos en Irak, financiados con los ingresos de las exportaciones de petróleo a Turquía. En efecto, se trata de un acuerdo de “petróleo por agua” que aborda el déficit de infraestructura de Irak y fortalece las relaciones bilaterales, señala Daily Sabah. El Ministerio de Asuntos Exteriores iraquí lo calificó como “el primero acuerdo de su tipo”.
El acuerdo, sin embargo, ha suscitado duras críticas de expertos, activistas medioambientales y el público, preocupados por la falta de detalles publicados, que parecen entregar a Ankara el control de los recursos hídricos de Irak y no son oficialmente vinculantes, afirma The Guardian.
“No hay un acuerdo real en este momento”, dijo Mohsen al-Shammari, exministro de Recursos Hídricos. “Diría que es más bien propaganda electoral”. El acuerdo se firmó apenas nueve días antes de las elecciones generales iraquíes realizadas el 11 de noviembre pasado.
Sin agua, el jeque Nidham teme por el futuro de los mandeos en el sur de Irak. Muchos ya han abandonado el país o se han trasladado río arriba, a la región autónoma del Kurdistán. Se estima que su población mundial se sitúa entre 60.000 y 100.000 personas, y que quedan menos de 10.000 en Irak. La muerte del Tigris podría ser el último clavo en el ataúd.
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