Los hitos que marcaron la vida de Felipe de Edimburgo

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Escapó de Grecia en un canasto de naranjas, estuvo separado de su madre gran parte de su infancia y renunció a varias aspiraciones personales para casarse con Isabel II. Estos son algunos de los episodios que marcaron los 99 años del príncipe consorte más longevo del mundo.


El exilio, una infancia separado de su madre, una serie de renuncias a sus aspiraciones personales y polémicas frases fueron algunos de los hitos que marcaron la vida del príncipe Felipe, duque de Edimburgo.

Este viernes murió en el Palacio de Buckingham a los 99 años de edad, convirtiéndose en el príncipe consorte más longevo de la historia de la monarquía británica.

Una infancia marcada por el exilio

Felipe de Grecia nació el 10 de junio de 1921 en la isla de Corfú. Era hijo del príncipe Andrés de Grecia y Dinamarca y de la princesa Alicia, hija mayor del príncipe Luis de Battenberg y bisnieta de la reina Victoria.

Tras un golpe de Estado en 1922, su padre fue desterrado de Grecia por un tribunal revolucionario, por lo que la familia escapó a Francia en un buque enviado por el rey Jorge V de Inglaterra. Felipe, con apenas meses de vida, realizó el viaje en una caja de naranjas que sirvió como cuna improvisada.

Posteriormente, a los 7 años, se radicó en Inglaterra y posteriormente estudió en el colegio de Gordonstoun, en Escocia.

Separación de su madre

Su madre, Alicia de Battenberg, fue diagnosticada con esquizofrenia en 1930. Allí fue internada en un psiquiátrico en Suiza en contra de su voluntad donde fue tratada por el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud quien le aplicó electrochoques y rayos X en los ovarios tras diagnosticar que las visiones y alucinaciones de la princesa eran resultado de una frustración sexual.

Tras este duro episodio de su vida, Alicia se radicó en Grecia donde siguió una vida religiosa y realizó labores humanitaria, pero debido al golpe de Estado de 1967 en ese país fue invitada por el duque de Edimburgo y la Reina Isabel a vivir con ellos al palacio de Buckingham donde se reencontró con su hijo tras décadas de separación.

Según reportaron algunos medios tras su muerte en 1969 dejó el siguiente mensaje a su hijo: “Querido Felipe, sé valiente y recuerda que jamás te abandonaré y siempre me encontrarás cuando me necesites. Mi amor más devoto, tu vieja madre”.

El día que conoció a Isabel II

Fue un 22 de julio de 1939 cuando Felipe de Edimburgo conoció a la -aún- princesa Isabel que en ese entonces tenía 13 años de edad.

El encuentro ocurrió en la academia naval de Darmouth, en el sur de Inglaterra, donde Felipe, que acababa de cumplir 18 años, había ingresado ese mismo año como cadete.

Según relata el libro Elizabeth II, del biográfo Nicholas Davies, Isabel se había embarcado junto a su padre, el rey Jorge VI, y su hermana la princesa Margarita en el yate Victoria and Albert para visitar la academia.

Fue Louis Mountbatten, tío y mentor del príncipe Felipe -quien además era mano derecha del rey Jorge- quien decidió que Felipe cuidaría de Isabel y Margarita durante la visita. Bastó solo ese encuentro, han relatado los cercanos de la reina, para que Isabel II se enamorara de quien fue su marido por más de 70 años.

Renuncias

El duque de Edimburgo perdió la batalla por imponer qué apellido llevarían sus hijos. Él quería que fuese Mountbatten -el que eligió al nacionalizarse como ciudadano británico- pero finalmente la reina eligió Windsor. “Soy el único hombre en este país que no puede darle a sus hijos su nombre” (...) “No soy más que una ameba”, dijo entre sus amigos.

Tras su matrimonio en 1927, Felipe se convirtió en duque de Edimburgo, conde de Merioneth y barón de Greenwich. Así tuvo que renunciar a su religión, la ortodoxa griega, y a su título de príncipe de Grecia.

Antes de la muerte de la muerte del Rey Jorge V, también renunció a su carrera en la marina para apoyar a la aún princesa Isabel en sus labores reales. Sin embargo, la reina lo nombró Lord Gran Almirante a su marido, el máximo escalafón en la Marina británica, con motivo de sus 90 años.

Entre los proyectos que impulsó durante su vida, se encuentra el Premio Duque de Edimburgo que buscaba que jóvenes se enfrentaran a una serie de desafíos físicos, mentales y emocionales desarrollando una serie de actividades al aire libre. Además manifestó su interés por la conservación del medioambiente y los deportes.

Se estima que durante su vida participó en más de 22.000 compromisos oficiales desde que su esposa accediera al trono en 1952,

Polémicas frases

“Los chinos destacan por sus ojos rasgados”, “los escoceses son borrachos”, “los nativos de Nueva Guinea son caníbales”, “los caribeños son piratas”, “los aborígenes australianos se matan a flechazos”, “Filipinas debe estar medio vacío porque están todos aquí trabajando”... estas y otras frases -que Felipe de Edimburgo pronunció públicamente- fueron calificadas como racistas y xenofóbas.

Un ejemplo concreto se remonta a 1999 durante una fiesta organizada en Londres por la oficina de la Commonwealth. Felipe se se dirigió a un invitado afroamericano y le preguntó: “¿De qué exótico lugar del mundo procede usted?”. El interlocutor, Lord Taylor de Warwick, le respondió: “Soy de Birmingham”.

En 1961, durante una visita Scottish Women’s Institute, el príncipe de Edimburgo dijo: “Las mujeres británicas no saben cocinar”. Un ofensa de apariencia menor en comparación a otras que emitió en el futuro.

Durante un viaje a Kenia en 1984, al aceptar un regalo de manos de una mujer, le preguntó: “Eres una mujer ¿no?”.

Durante un evento en el Caribe en 1999, un grupo de niños sordos estaba al lado de una orquesta de tambores, a quienes el duque de Edimburgo les dijo: “Si están aquí, ya me imagino porque están sordos”.

Un año después, no tuvo problemas en despreciar un selecto vino italiano durante una cena en Roma. “Denme una cerveza. No me importa cuál sea, solo quiero una cerveza”, espetó.

Pero uno de los más polémicos fueron los insultos directos contra los rusos: “Me gustaría ir a Rusia mucho, aunque los cabrones asesinaron a la mitad de mi familia”, dijo en alusión a su abuela paterna, la duquesa Olga de Rusia, quien a su vez era nieta del zar Nicolás I de la dinastía Romanov.

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