Camila Gutiérrez, escritora: "Cruzo los dedos porque mi maldad no sea tan mala"

La escritora, autora de Joven y alocada, lanza hoy su segunda obra, No te ama, en la Feria del Libro.




La primera persona que leyó parte de su nuevo libro fue su hermana. Camila Gutiérrez (1985) tenía dudas. En Joven y alocada había retratado a su familia con humor, desenfado y harta malicia. Esta vez era distinto: escribía sobre dos historias de amor, dos personas a las que había amado. Y sentía pánico de herirlas. “Puta, no estai contando nada. Vas a tener que decir las cosas que dirías como si ellos nunca fueran a leerte”, le dijo su hermana. “Y ahí el libro partió en serio”, cuenta ahora Camila Gutiérrez, poco antes de tomar el vuelo que la trajo de Nueva York, donde hace un máster de Literatura Creativa, a Santiago.

Dos años después de su primer libro, Camila Gutiérrez publica No te ama. Un relato que juega con la autobiografía y la ficción, y que narra la historia de Cami, una escritora y guionista premiada en Sundance por la película Joven & alocada, una chica lesbiana de familia evangélica, que tiene un gato llamado Juguito y que acá conoce el amor y la bisexualidad: conquista a Vietnam, una chica con la que le gusta dormir, y Bolivia, un chico con el que le gusta el sexo de día.

El libro abre con una cita de Alexis Sánchez: “¿Y para qué estamos? ¿Para vivir o para qué?”. En  el relato hay sexo, por supuesto, y también ilusión, dolor, celos, ternura y misotrol. “En Joven y alocada la pregunta, o una de las preguntas, es qué pasa cuando las relaciones que uno no escoge -las familiares- se derrumban, se desarman y cómo se modula ese desarme que viene desde la religión. En No te ama la pregunta se vuelca hacia el derrumbe de las relaciones que uno escoge, que yo escogí, y que ya no viene desde la religión sino que desde (supongo) uno mismo”, dice.

En el camino conoció O quereres, una canción de Caetano Veloso, y se pegó escuchándola. “La sensación que me dejaba la canción; eso de que en el amor uno nunca quiere ser quien está siendo, siempre está queriendo desplazarse, estar en otro lugar que no es el que uno está ocupando, fue una razón muy fuerte para querer escribir el libro”, cuenta.

En Joven y alocada estaba la tensión con la familia y la religión, acá eso desaparece, ¿dónde está la tensión y cómo la trabajaste?

Tengo la sensación de que la tensión del libro no está tanto en la relación de la protagonista (¿yo?) con Vietnam y Bolivia (la mujer y el hombre de los que está -o no- enamorada) si no en ella misma. Igual que la canción de Caetano: la tensión está en nunca querer estar ahí, siempre querer estar en otra parte, siempre estar echando de menos el futuro. Estar con Vietnam y querer estar en otro lugar. Estar con Bolivia queriendo estar con Vietnam.

A Camila no le interesan las discusiones entre memoria e invención, pero admite que su libro juega con esas categorías: “Mi nombre en la tapa se identifica con el nombre de la protagonista que aparece en las páginas y, además, hay gente que puede verse y, al mismo tiempo, distanciarse, en/de los personajes que aparecen en No te ama. Pero sí la memoria es una construcción, a mí ni siquiera me interesa pretender ser fiel a esa construcción, la verdad. Y aunque diga esto, en realidad da todo lo mismo: la mayoría de mis lectores lo piensan como autobiográfico y, al final, supongo que la recepción de un texto es más potente, a la hora de enmarcarlo, que mis intenciones”.

¿Cómo manejas lo autobiográfico? ¿Proteges a los involucrados?

Si la recepción lo considera autobiográfico (y claro está que tengo responsabilidad en eso), no puedo dejar de pensar en la gente a la que meto dentro de mi relato. Con mis papás no lo hice mucho porque creo que uno se relaciona con la familia un poquito vengativamente. La familia, lo quiera o no, siempre te hace daño. Y como uno no escogió tener esa familia -ese daño- parece casi un acto de justicia escribir de eso después. Pero con la gente de No te ama es distinto. Es gente que yo escogí, daño que yo misma elegí, así que fue mucho más duro escribir de ellos. Te podría responder 80 párrafos de esto porque fue mi gran problema al escribir el libro.

Fue entonces, relata, cuando lo mostró a su hermana y ella le dijo que debía olvidarse de ellos. Y eso hizo: “No es que dejaran de existir totalmente como posibles lectores, pero tuve que suspenderlos y asumir que, para trabajar con la vida de los otros de una manera tan directa, hay que ser un poco malvada. Claro que no puse sus nombres, cambié datos biográficos, situaciones, etc; pero no fue sólo por ellos. También era por cierta conveniencia narrativa. La otra vez leía a Karl Ove Knausgård decir que para él la palabra no era el mundo. La palabra zanahoria no es una zanahoria y eso te salva de que la zanahoria se sienta ofendida cuando la nombras. Pero aunque estoy de acuerdo en teoría, creo que cuando hablas de alguien, ese alguien siempre se va a sentir afectado, aunque maneje toda la teoría literaria y tenga una comprensión súper acabada de cómo debería ser la ficción, la autoficción, etc. y etc. Así que, en ese sentido, estoy con Fresán, cuando dice: ‘El problema es usar la vida de otros y que el libro sea malo, es decir si la maldad resulta mala’. Cruzo los dedos porque mi maldad no sea tan mala”.

Con el primer libro tu familia se alejó de ti. ¿Te abuenaste con ellos? ¿Saben del nuevo libro?

Abuenar es un verbo muy buena onda igual. Y aceptar es radicalmente fácil. Pero hemos vuelto, después de años, a conversar. Saben del nuevo libro. Les conté y les dije que esta vez no tenía que ver con ellos. Les dio tanta risa saber eso que me hizo pensar en cierto placer malvado que sintieron al pensar que por fin, ahora, les tocaba estar a otros estar en el lugar en el que estuvieron ellos.

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