Dos proyectos fallidos y un robo: Rodin y su historia con Chile

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En 2005, una muestra del padre de la escultura moderna aterrizó en el Museo de Bellas Artes, hito que se vio empañado por el hurto de una obra. En el centenario de muerte del artista, un documental recoge ese episodio, el último en la relación de Rodin con el país: en el siglo XIX participó sin éxito en dos proyectos de arte público.




Fue anunciada con bombos y platillos dos años antes de su arribo a Chile. En noviembre de 2003, el director del Museo Nacional de Bellas Artes, Milan Ivelic, y el subdirector del Museo Rodin en París contaban orgullosos a la prensa local que, entre marzo y julio de 2005, 40 esculturas de Auguste Rodin (1840-1917), considerado el padre de la escultura moderna, aterrizarían por primera vez en el edificio de Parque Forestal. Dos años después se cumplió la promesa: el 5 de mayo de 2005 se abrió a público la exposición, y con más piezas de las que se esperaban. En total, 62 esculturas y algunas icónicas, como El beso y El pensador, además de 30 dibujos y 28 fotografías. Sin embargo, a poco más de un mes de exhibición, un hecho empañó la muestra.

La tarde del 16 de junio, el pequeño bronce El torso de Adèle desapareció de la Sala Matta. Consternadas, las autoridades del museo denunciaron el robo a la policía, que en menos de 24 horas recuperó la pieza. Fue devuelta por el estudiante de Arte de la Universidad Arcis Luis Onfray Fabres, de 20 años, quien dijo haberla encontrado botada en el Parque Forestal. Tiempo después, él mismo admitiría haberla hurtado, aunque se justificó diciendo que era parte de un "proyecto artístico".

Aunque el Museo Rodin "perdonó" el incidente y mantuvo la exposición hasta la fecha acordada, la que además se convirtió en una de las más exitosas de la institución, con más de 300 mil asistentes, para la pinacoteca nacional fue difícil reponerse del bochorno y los cuestionamientos a sus deficientes medidas de seguridad, que hace una semana volvieron a ser vulneradas.

Para el ex director, Milan Ivelic, supone hasta hoy un recuerdo amargo: "El museo no se vio afectado, e incluso exposiciones internacionales programadas no fueron canceladas. El hurto fue un hecho que nunca olvidaré por lo frustrante que fue esa experiencia, quizás la más dolorosa durante mi gestión. Prefiero no reactivarla", dice. Por estos días, sin embargo, el realizador Cristóbal Valenzuela trabaja en el montaje de Robar a Rodin, un documental que rescata esta historia por medio de entrevistas a sus protagonistas, desde el mismo Ivelic y el ex ministro de Educación, Sergio Bitar, hasta detectives, funcionarios del museo, expertos de arte chilenos y franceses y, por supuesto, Luis Onfray, quien solo fue condenado a trabajar durante un año en la biblioteca de la ex Penitenciaría.

"La película recuerda la justificación del robo como 'una acción de arte, en la que el protagonista quería demostrar que algo estaba más presente cuando no lo estaba'. Desde ahí, la película da luces sobre qué es y cómo leemos el arte contemporáneo, que es el tema de fondo tras la historia de este extraño robo", cuenta María Paz González, productora de la cinta que se estrenará el 2 de noviembre es salas comerciales a través de la red Miradoc. "Es una historia policial que se combina con humor para explorar cómo nos relacionamos con el arte hoy. Rodin es el gran fantasma de esta historia", agrega González.

La cinta chilena -financiada por Fondart- se enmarca dentro de los 100 años de la muerte de Rodin, que en Francia se conmemorarán en noviembre con la exhibición de obras desconocidas, nuevos libros y una película biográfica del artista, dirigida por Jacques Doillon, según anunció el Museo Rodin hace unas semanas. Otro de los grandes proyectos será una exposición en el Gran Palais de París, donde se reproducirá una serie presentada por el mismo autor en Praga, en 1902, y que luego itinerará por EEUU.

Fallos y enmiendas

El fugaz hurto de El torso de Adèle en 2005 selló de alguna forma la fallida historia que el mismo Auguste Rodin tuvo con Chile un siglo antes. Un primer incidente se remonta a 1883, aunque su origen es incluso anterior. En 1879, el escultor participó en un concurso del Estado francés para realizar un monumento a la defensa de París, enmarcado en la reciente guerra franco-prusiana. Su obra titulada Llamado a las armas -donde plasma a un soldado herido y desnudo, protegido por una mujer alada, probablemente símbolo de la Libertad- fue rechazada por el comité, que prefirió un proyecto más clásico. El artista no se conformó y decidió enviar la misma maqueta a Chile cuatro años después, a un concurso para la construcción en Valparaíso de un monumento a las Glorias Navales, donde debían figurar cinco héroes de la Guerra del Pacífico, incluido Arturo Prat.

La obra nuevamente fue rechazada. "Al jurado de la época le resultó desde fuera de las bases y hasta ofensiva", cuenta el historiador y director de la Escuela de Arte de la UDP, Ramón Castillo. "El hecho de que el personaje central estuviese desnudo provocó mucho escándalo. Además, en la época nadie sabía muy bien la importancia de Rodin, aunque él ya tenía un lugar muy prestigioso en Francia", agrega.

Por esos mismos años, Rodin daba el paso definitivo desde una escultura decorativa hacia la imposición de sus propias ideas, que transgredían la Academia: pensaba que el artista no debía ser esclavo del modelo, que debía dejarse llevar por su propia imaginación, y solía saltarse las lógicas de las proporciones para usarlas en pos de los sentimientos. Obras como La puerta del infierno (1880-1917), El pensador (1882), Tres sombras (1880) exponen su discurso. Rodin murió en noviembre de 1917 debido a complicaciones surgidas tras una gripe. Para ese entonces, su trabajo ya era reconocido y admirado por haberle dado un nuevo rumbo a la escultura clásica.

Aún vivo, no dejó de probar suerte en Chile. Animado por su amigo y contemporáneo local, el escultor Nicanor Plaza, en 1887 Rodin aceptó el llamado del propio gobierno chileno, que le encomendó un monumento a Patricio Lynch, vicealmirante de la Armada en la Guerra del Pacífico. Esta vez, ya aprendida la lección, el artista decidió presentar una pieza inusualmente clásica: un militar vestido de uniforme y a caballo. El proyecto, sin embargo, no prosperó. "Existe incluso una carta de Rodin a Nicanor Plaza, en la que le pide que por favor lo ayude a hacer viable el proyecto", cuenta Francisco Gazitúa, escultor chileno y experto en Rodin, quien además se ha inspirado en su trabajo para algunas de sus obras: en Lo Barnechea Gazitúa instaló un enorme caballo de acero inspirado en el corcel del "monumento a Lynch".

Tras el rechazo, el escultor francés también tomó el caballo, le cortó la cabeza para adherirle un cuerpo de mujer y creó, en 1904, la Centauresa, obra que según el sitio del Museo Rodin "manifiesta su rechazo a la ilusión de la funcionalidad clásica". Hoy, la maqueta original del monumento a Lynch es parte de la colección del Museo Nacional de Bellas Artes. "Ese monumento pudo haber sido muy importante, pero nunca se hizo. Chile simplemente se perdió la única escultura ecuestre que hizo Auguste Rodin", asevera Gazitúa sobre el mal criterio que ha tenido históricamente nuestro país, y que también ha echado por la borda la posibilidad de tener obras de figuras tan influyentes como los arquitectos modernos Le Corbusier y Oscar Niemeyer.

Eso sí, en 1888, el francés pudo hacer una pieza para la familia Lynch: un busto de mármol en el que retrató a Luisa Lynch de Morla, pariente del militar, y que ahora se encuentra en el Museo de Orsay en París. También, a fines de los años 50, Gustavo Lorca, entonces alcalde de Viña del Mar, intentó reparar el rechazo de Rodin en Valparaíso y logró conseguir una réplica de la obra Llamado a las armas, instalada primero afuera del sanatorio Marítimo de esa ciudad, y luego frente al Palacio Carrasco, y declarada Monumento Histórico en 1986. Hasta hoy, los viñamarinos piensan que el soldado desnudo es Arturo Prat.

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