F1: Los nuevos sheriffs del Gran Circo

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La destitución de Bernie Ecclestone tras 40 años al mando del lucrativo negocio automovilístico y la irrupción en escena de Liberty Media y su cultura del espectáculo, amenazan con reformular la categoría reina.




El próximo 24 de marzo echará a rodar en Australia el sexagésimo octavo Campeonato Mundial de Fórmula Uno. Y aunque lo hará con algunas modificaciones, la principal novedad será la ausencia de Bernie Ecclestone en el paddock. Porque 39 años después, el que fuera el Capo del motor durante las últimas cuatro décadas, el controvertido hombre de negocios plenipotenciario, el Vito Corleone del automovilismo mundial, se ha quedado fuera de carrera.

La competencia automotriz más importante del planeta hacía tiempo que venía demandando un cambio. De imagen y de rumbo. Y el pasado 23 de enero -apenas dos meses antes del inicio del campeonato en el Circuito de Albert Park, Melbourne- la anunciada transformación comenzó a tomar forma.

Aunque se trataba poco menos que de un secreto a voces desde que la corporación estadounidense Liberty Media aprobara, una semana antes, la compra de la totalidad de las acciones del Fórmula One Management (tal y como había adelantado en septiembre y previo pago de una suma cercana a los 8.000 millones de dólares), fue el propio Ecclestone el encargado de confirmar la noticia. A su manera. "Me han despedido, es oficial, estoy fuera. Ya no dirijo la empresa. Mi puesto lo ocupará Chase Carey", confesaba a la revista alemana Auto Motor und Sport el hasta entonces director ejecutivo de la F1, para después agregar, con ese punto de sarcasmo tan genuinamente suyo: "Mi nueva posición es algo así como una especie de presidente de honor, algo típico norteamericano. Tengo ese título ahora, pero no sé muy bien lo que significa".

Lo único que significaba, y Bernie lo sabía mejor que nadie, era que sus días como patrón del Gran Circo habían llegado a su fin. "La salida de Ecclestone, con todas sus cosas buenas y sus cosas menos buenas, supone un cambio importante. Es una figura fundamental en la historia de la Fórmula 1, pero se había quedado un poco anticuado en algunos aspectos del negocio. Aspectos importantes para el nuevo grupo empresarial, como el marketing o las nuevas tecnologías", comienza a explicar, en conversación con La Tercera, Ángel Luis Menéndez, periodista especializado en Fórmula 1 del diario español Vozpópuli.

La vida después de Bernie

Si bien la caída del magnate inglés de 86 años comenzó a fraguarse el 8 de septiembre de 2016, con el traspaso de poderes desde CVC Capital Partners (la entidad de capital de riesgo dominada por Bernie Ecclestone y Asociados, dueña del 35% de las participaciones de la F1) al gigante multimedia Liberty Group (hoy Formula One Group), el ocaso de su gestión había comenzado mucho antes.

La categoría reina del automovilismo, que Ecclestone continuaba dominando gracias a su control sobre el holding Delta Topco (sociedad matriz de la F1), seguía siendo un negocio rentable -capaz de generar unos ingresos cercanos a los 2.000 millones de dólares-, pero el espectáculo de la competencia hacía años que se había anquilosado. "Su forma de ser tan a la vieja usanza y esos tics casi dictatoriales que él tenía, lo convertían en un líder muy carismático. Pero Ecclestone era sobre todo alguien muy exitoso, con mucho talento en los negocios, capaz de introducir la Fórmula 1 en nuevos lugares del mundo, como Asia, y de convertirla en una marca global y respetada", reflexiona Menéndez.

Pero la nueva propietaria del Gran Circo, Liberty Media, compañía líder en la industria del espectáculo, el cine y las retransmisiones deportivas dirigida por el multimillonario John Malone, tenía otros planes. Y también una coartada; acusar a Ecclestone de haber convertido el automovilismo en un producto de entretenimiento "inmóvil" para poder darle así otra vuelta de tuerca al negocio.

El citado 23 de enero, el amado y repudiado Ecclestone, el hombre que había comenzado su carrera vendiendo autos de segunda mano, que había sido acusado de soborno y a quien sus secretarias llamaban todavía, simplemente, Míster E, abandonó la cúpula de la F1. Pero sólo una semana más tarde comenzaron a circular los rumores sobre su nuevo emprendimiento; un proyecto ideado junto a Flavio Briatore, llamado GP1 y protagonizado por autos con motores atmosféricos. Tal vez pura especulación, pero también una consistente amenaza de ultratumba para el que ose darlo por muerto.

La varita mágica de Brawn

Pero el desembarco de Liberty en la Fórmula Uno no supuso solamente la asunción por parte de Chase Carey de la función de CEO, que ya venía desarrollando y que durante tantos años había ejercido Ecclestone. El neoyorquino de carácter afable e inconfundible bigote de sheriff hollywoodense, presidente del gigantesco conglomerado de medios de comunicación News Corporation, se convirtió en el nuevo jefe de la competencia, pero supo rodearse para no caer en los mismos vicios de Bernie. La separación de poderes es ahora un asunto capital.

El alemán Sean Bratches, vicepresidente de marketing y ventas de ESPN, el hombre señalado para encabezar la decidida apuesta por el mundo digital y la expansión de la F1, fue nombrado director comercial; mientras el área deportiva recaía en las manos de la persona más deseada, el verdadero líder en la sombra, el encargado de reformular el espectáculo a pie de pista, el ingeniero inglés Ross Brawn.

"La entrada de Liberty Media supone, sobre todo, un cambio a la americana. El deseo de convertir la Fórmula Uno en un espectáculo como el Super Bowl o la NBA, pero el problema es que deberán hacerlo sin perder a los espectadores clásicos de la Fórmula 1. Puede percibirse, además, que con el nuevo reparto Europa está perdiendo campo ante Estados Unidos", argumenta Menéndez. Una tesis que coincide con la última declaración de intenciones promulgada por el propio Carey: "Encontraremos el modo de convertir cada fin de semana en un show más atractivo".

Y es precisamente en ese punto donde todas las miradas apuntan a Brawn. El que fuera mecánico, diseñador, director técnico e incluso dueño de escudería en la F1; campeón del mundo con Williams, Benetton, Ferrari y su propio monstruo, Brawn GP; un hombre respetado en el paddock y con buenas relaciones en la FIA (la organización de que depende toda la reglamentación técnica); podría jugar a lo largo de los próximos años un rol decisivo. "No hay nadie con mejor currículum que él para ser director deportivo. Si realmente le dejan tomar decisiones en ese ámbito, la Fórmula 1 lo puede agradecer, porque él sabe que las carreras se han vuelto más aburridas", asegura el periodista de Vozpópuli.

Entre los desafíos que deberá encarar el ingeniero de 62 años se encuentran la simplificación de la competencia, la búsqueda del equilibrio a partir de un reparto económico más equitativo entre las escuderías-que no se producirá, como mínimo, hasta 2020, cuando venza el Pacto de la Concordia promovido por Ecclestone- o el control del gasto asociado al desarrollo de los monoplazas. "Sería bueno que se acortaran las diferencias entre los presupuestos, trabajar por la igualdad, pero ahí el punto más polémico podrían ser los 100 millones al año que percibe Ferrari por haber estado en todos los mundiales", apostilla Menéndez.

"Uno de los motivos para involucrarme de nuevo fue que viendo las carreras por televisión y no en el muro de boxes, me sentaba en casa y no tenía la menor idea de qué diablos estaba pasando. Es el final de una época. Empezamos de nuevo", manifestaba esta misma semana, en entrevista con ESPN, el propio Ross Brawn, con tono casi profético. El ilusionista de la F1 está de vuelta, pero sus reformas todavía deberán esperar.

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