SEÑOR DIRECTOR:

Se cumplen 10 años de la reforma tributaria impulsada en el gobierno de Bachelet. El corazón de la propuesta fue la desintegración parcial de las rentas empresariales de los impuestos personales, imponiendo un alza de hasta 27% de los primeros y una retención del 35% del crédito del que gozan empresarios e inversionistas en los segundos.

Esta medida, mas allá de su afán recaudatorio, plantea serias inequidades horizontales al hacer que personas que ganan lo mismo tributen montos diferentes. Un profesional de altos ingresos pagará un impuesto agregado menor que un empresario o inversionista que tenga ingresos similares. Más aún, fruto de los tratados de doble tributación los inversionistas extranjeros no están sujetos a la retención, por lo que el impuesto que pagarán será menor que el de un inversionista chileno.

Otra inequidad similar se encuentra en el origen del sistema afectando principalmente a los pensionados de menores ingresos. Los dividendos que las sociedades anónimas reparten a los fondos de pensiones no otorgan crédito alguno por los impuestos de primera categoría, aunque la inmensa mayoría de los jubilados paguen un impuesto global complementario con una tasa marginal muy inferior al 27%. Este crédito debiera ser restituido a los fondos de pensiones para incrementar el monto de las jubilaciones, momento en que se debiera pagar un impuesto personal acorde a los ingresos del beneficiario.

Antes de pensar en incrementar nuevamente los impuestos y tasas de cotización, el Estado debiera devolver estas inicuas exacciones a los contribuyentes.

Alejandro Sifri