A tres años del estallido

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SEÑOR DIRECTOR:

Todos recordamos dónde estábamos el día del estallido social que tomó a Chile por asalto. Lo recordamos porque lo ocurrido fue traumático, y nuestra mente es propensa a recordar el trauma. En esos años Chile, unido, se encaminó en una ruta dirigida a restaurar la vida política y social del país, su democracia. Con mucho esfuerzo la ciudadanía se acercó a las urnas tantas veces como se le pidió que lo hiciera y fue acompañando un proceso que primero la llevó a expresar un apoyo desbordante a la idea de reformar la Constitución de 1980 por medio de una convención, luego a elegir a quienes la representarían en ese proceso, y finalmente a rechazar la propuesta de texto que surgió de ese primer intento.

El desafío que planteó la movilización de la ciudadanía tres años atrás sigue vigente. Ha cambiado el contexto internacional, tras una pandemia y con una guerra descarnada en curso. Hoy Chile se encuentra en medio de una crisis económica que es internacional. La situación torna los reclamos de 2019 aún más urgentes, porque dejan al descubierto con más angustia las fallas del sistema que tenemos. El gobierno podrá avanzar en algunas políticas urgentes, ojalá consiga hacerlo, pero la demanda por un cambio de énfasis en las responsabilidades, por motivos que exceden a la coyuntura, exigen una Constitución diferente.

También sigue vigente el desafío de una clase política que parece perdida en su mandato de gobernar para la ciudadanía. La polarización se ha tomado a las élites, mientras la ciudadanía observa con aburrimiento sus peleas, microegoísmos que tanto daño hacen a una democracia que ya tres años atrás pedía a gritos un cambio.

Empecé hablando de traumas, pero además del trauma, de la violencia que pudimos presenciar, y del sufrimiento humano que se intensificó por esos días, se instaló también la esperanza. La movilización pacífica del 25 de octubre marcó un antes y un después para Chile y las fotos de ese día simbolizan esa esperanza. Nos muestran a un Chile unido. El país reclama una sociedad en la que las personas pasen a estar al centro de las preocupaciones del Estado, y que la dignidad que se reclama se pueda vivir de manera pacífica, erradicando todas las formas de violencia sin dejar de avanzar en los cambios necesarios.

Valeria Palanza

Decana de la Facultad de Historia, Geografía y Ciencia Política, Pontificia Universidad Católica de Chile y Red de Politólogas

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