Por Ignacio BrionesAnclar el péndulo
"El desafío central de la próxima elección y del futuro gobierno es aprovechar el momento y anclar el péndulo a través de reformas legales. Reglas institucionales que trasciendan gobiernos y estados de ánimo, generando incentivos permanentes para iniciar un nuevo ciclo de crecimiento sostenido".
Chile vive un momento inusual: la coyuntura de un péndulo excepcionalmente bien situado en una serie de variables clave para recuperar el crecimiento y salir de la mediocridad en la que llevamos años. Pero esa posición es volátil: ayer el péndulo estaba extraviado y mañana arriesga volver a moverse. Por eso, el desafío central de la próxima elección y del futuro gobierno es aprovechar el momento y anclar el péndulo a través de reformas legales. Reglas institucionales que trasciendan gobiernos y estados de ánimo, generando incentivos permanentes para iniciar un nuevo ciclo de crecimiento sostenido.
Podría sonar contraintuitivo hablar de un péndulo bien situado en el Chile de hoy, más aún en medio de la narrativa pesimista de la emergencia o de que “el país se cae a pedazos”. Pero hay buenas razones para sostenerlo.
En primer lugar, la palabra crecimiento está de vuelta, y con fuerza. Recién ayer para muchos no era prioridad o, peor aún, hablaban de decrecer. Hoy se ha generado un consenso ciudadano, y por lo mismo, político, sobre la urgencia de recuperar el dinamismo económico. Sin duda, una gran noticia, condición necesaria —aunque no suficiente— para volver a crecer.
En segundo lugar, el péndulo está alineado en seguridad pública y combate contra el crimen, prioridad ciudadana central. Ayer no fue así, pese a que el crimen organizado y la delincuencia son un impuesto a la libertad y también al crecimiento económico. Sin seguridad, no hay desarrollo sostenible.
El péndulo también apunta a un consenso en destrabar la “permisología”, un gravoso impuesto indirecto a la inversión (Comisión Marfán). La reciente Ley de Permisos Sectoriales (LPS) dio un paso en la dirección correcta. El desafío es ir más allá y hacer de esto una política de Estado, partiendo por la normativa ambiental: estándares exigentes, pero un ecosistema de permisos simple, expedito y predecible. Ese debate se facilita si se ancla en los principios generales de la LPS (artículos 2 y 6): análisis costo-beneficio y adecuado equilibrio entre protección y desarrollo; simplificación y facilitación; proporcionalidad, previsibilidad y estandarización.
En materia tributaria, hoy existe alta coincidencia sobre la necesidad de hacer más competitiva la tasa de impuesto corporativo, reduciéndola al menos cuatro puntos porcentuales para alinearla con el promedio OCDE. Gana espacio, además, la idea de contratos de invariabilidad tributaria para nuevas grandes inversiones. Nada de esto era así hace pocos años.
El péndulo se alinea, asimismo, con la necesidad de modernizar el empleo público, reformando esa anacrónica camisa de fuerza que es el estatuto administrativo de 1989, que desincentiva la buena gestión. Avanzar hacia un marco con ingreso y progresión por mérito, contrato indefinido con indemnización y evaluaciones reales (no el fraude actual en que casi todos se sacan 7), premiando a quienes lo hacen bien y desvinculando automáticamente a quienes no cumplen.
El péndulo también ha dejado atrás la dañina narrativa “antiextractivista” que algunos enarbolaban hace poco respecto a nuestras ventajas comparativas en recursos naturales. Minería, bosques, salmones, energías renovables, agroindustria y turismo verde enfrentan condiciones estructuralmente favorables que no podemos dejar pasar. Sectores llamados a ser fuente de riqueza y orgullo, como ocurre, por ejemplo, en Nueva Zelanda, país que ha hecho de sus recursos naturales un emblema de desarrollo.
No hay duda: hoy el péndulo está inusualmente bien situado. Pero los péndulos no se quedan quietos. Y en Chile lo sabemos: hoy la prioridad es el crecimiento, ayer no lo fue y nada asegura que mañana lo sea. Por eso el desafío central en la próxima elección y del futuro gobierno es anclar este péndulo antes de que vuelva a moverse.
Y aquí el punto crucial: anclar el péndulo significa fijarlo al suelo mediante reformas legales que pasan por el Congreso. Implica institucionalizar este buen momento en favor del crecimiento con reglas que trasciendan gobiernos y estados de ánimo, asegurando incentivos estables para la inversión, la productividad y el crecimiento sostenido.
En una democracia fragmentada como la chilena, lograr esas reformas estructurales requiere disposición, capacidad, equipos y experiencia para tender puentes y construir mayorías. No es el eslogan de la voluntad o el carácter lo que permite anclar el péndulo, menos el principismo o la lógica del todo o nada que garantizan quedarnos en nada. Es decir, que el péndulo vuelva a escaparse y lamentemos la oportunidad perdida. Ya lo hemos visto.
Tenemos una ventana de oportunidad excepcional, pero también frágil. Si no la aprovechamos, el péndulo volverá a extraviarse y con él la posibilidad de salir de la mediocridad. Tal vez esta sea la reflexión de fondo de cara a la próxima elección, expresada en una sencilla pero decisiva pregunta: ¿Qué candidato encarna hoy la disposición y la capacidad de tender los puentes que permitan anclar el péndulo y consolidar las reformas que Chile necesita para volver a crecer?
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