Argentina y el drama de la inflación

REUTERS/Agustin Marcarian

En la medida que el país no enfrente con decisión los desequilibrios fiscales que arrastra desde hace décadas y lleve adelante una política de ajuste, será imposible contener el problema.



Argentina registró a febrero pasado una inflación interanual de 102,5%, la más alta desde 1991, cuando el país venía saliendo de una hiperinflación que llevó a los precios a registrar un alza de 3.079%, en 1989 y de 2.314% un año después. Solo bajó a 84% en 1991 tras un fuerte plan de ajuste. En el caso actual, sin embargo, algunos economistas advierten que, si no se toman medidas decididas, la cifra podría marcar esta vez el inicio de un proceso hiperinflacionario y no el fin, como hace 32 años. La causa no solo es la falta de acciones concretas para contener el problema por parte de la autoridad, sino también la incomprensión de algunos líderes políticos transandinos sobre las causas del fenómeno. “Gran parte de la inflación es autoconstruida, está en la cabeza de las personas”, dijo el Mandatario en enero pasado.

En Argentina, y en eso el Presidente transandino tiene razón, la inflación “es un problema estructural que lleva décadas”. No solo es uno de los dos países que desde 2010 han tenido inflaciones anuales de más de 20% -el otro es Venezuela-, sino que, según datos del Banco Mundial, desde 1970 es el que más años ha convivido con inflaciones anuales superiores a 20% -37 de 53 años. Solo en el periodo entre 1991 y 2000, en que rigió Ley de Convertibilidad -que establecía una relación cambiaria fija entre austral y dólar- el país pudo contener el alza de precios, pero ese camino solo vino a profundizar los desequilibrios en las cuentas fiscales que están en el origen del problema, que se ha venido agravando durante las últimas dos décadas, y desataron en 2001 la mayor crisis económica que enfrentó el país en este siglo.

Más allá de los problemas derivados de una economía que convive durante décadas con niveles altos o moderados de inflación y que dificultan su rápido control, detrás de la crisis inflacionaria argentina se esconden problemas endémicos como los desajustes históricos de las cuentas fiscales. Desde comienzos de los sesenta, por ejemplo, el país ha vivido en casi constante déficit. Según un análisis realizado por la consultora transandina Focus Market, en los 61 años que van desde 1961 a 2022, Argentina pasó 47 años gastando más de lo que ingresaba a sus arcas. Es decir, casi el 80% de ese tiempo Argentina ha vivido con déficit. En 2020, éste llegó al 6,5% del PIB y si bien en los últimos años se ha venido reduciendo tras los acuerdos con el FMI, aún supera el 4% del PIB.

Lo anterior, sumado a las medidas adoptadas por el actual gobierno transandino para enfrentar la pandemia, como el aumento del gasto fiscal y la impresión de papel moneda -el primero aumento 33% en 2021-, solo han contribuido a agravar el problema. Lo mismo, con las políticas de fijación de precios aplicadas por el Ejecutivo. Situaciones a las que se agrega ahora la sequía que golpea al país y que ha tenido severos impactos sobre los precios. Por ello, más allá de los acuerdos con el FMI que les han dado cierto respiro a las autoridades, en la medida que éstas no decidan llevar adelante un profundo ajuste y enfrenten con decisión los desequilibrios fiscales que el país arrastra desde hace décadas, no será posible dejar atrás las altas tasas de inflación. Una posibilidad, sin embargo, que en un año electoral como el actual parece difícil de poder concretarse.

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