Cambio de estrategia frente a las cuarentenas

Con un porcentaje cada vez mayor de su población vacunada, el país tiene la ventaja de comenzar a pensar en formas menos restrictivas y onerosas -tanto en salud mental como en su impacto económico- para controlar la pandemia.



Después de cuatro semanas de confinamiento total, 10 comunas de la Región Metropolitana -la mayoría de ellas correspondiente al sector alto- pasarán a partir de este jueves a Fase 2, con lo cual podrán retomar algunas actividades no esenciales, retornar a clases presenciales y la posibilidad de circular entre lunes y viernes sin permisos especiales. En estas comunas se ha observado una notoria disminución de los contagios, en tanto que el porcentaje de población vacunada también ha sido significativo.

Es ciertamente un hecho esperanzador, pero desde luego no será un día de festejo, cuando todavía la mayor parte de la región tendrá que seguir confinada, con todos los costos psicológicos y económicos que ello conlleva. Desde luego, el hecho de que la apertura por ahora sea solo parcial, y que sobre todo ello se concentre en estratos socioeconómicos más altos, es señal de que algo falla, lo que debe llevar a mejorar el diseño para combatir la pandemia.

Transcurrido más de un año desde que se conoció en Chile el primer caso coronavirus, es un período en que ha sido posible acumular abundante experiencia sobre cómo lidiar con el virus, y cuando más de ocho millones de personas han recibido su vacuna -sobre seis millones con ambas dosis-, parece haber llegado el momento de replantearse la estrategia sanitaria global, pues si las cuarentenas totales fueron el principal e inevitable instrumento para combatir la pandemia en una primera etapa, en lo que sigue deben explorarse fórmulas más flexibles, menos invasivas con las libertades individuales y procurando minimizar los costos sociales y económicos, aprovechando las ventajas de tener a un porcentaje cada vez mayor de personas vacunada.

Precisamente los criterios con que se ha estado inoculando a la población deberían comenzar a revisarse. Ya con más de la mitad del grupo objetivo con primera dosis, se puede observar que las comunas de mayores recursos han avanzado mucho más rápido en la vacunación respecto de aquellas más vulnerables. Parece necesario que el proceso comience a reorientarse con más fuerza hacia estos últimos sectores; al ser muy poblados, con focos de hacinamiento y con alta prevalencia de personas que no pueden teletrabajar, en la medida que la vacunación se acelere no solo se protegerá mejor su salud -el principal objetivo a resguardar-, sino que podrán ejercer en forma más segura sus actividades, caerían los contagios y de ser necesarias nuevas cuarentenas, éstas deberían ser más cortas, lo que de paso conllevaría menor presión de fondos fiscales para asegurar indispensables bonos o ingresos de emergencia.

Pero también debe llegar el momento en que la población empiece a disfrutar los frutos de una vacunación masiva. Ello debería traducirse en restricciones mucho más acotadas en el caso de restaurantes o lugares de esparcimiento, y retomar actividades que hoy no están permitidas. Tal como ya está sucediendo en países que han inmunizado a cerca de un tercio de su población o más -es también el caso de Chile-, la práctica del deporte al aire ya está plenamente permitida, sin necesidad franjas horarias. Ello tendría un impacto directo sobre el bienestar físico y la salud mental. Algunos países, como es el caso de Estados Unidos, incluso han autorizado que la mascarilla deje de ser mandatoria en espacios abiertos.

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