Chile invertebrado



Por Gabriel Zaliasnik, profesor de Derecho Penal. Fac. de Derecho U. de Chile

Hace un siglo José Ortega y Gasset abordaba la crisis política y social por la que atravesaba España en un ensayo denominado “España invertebrada”. Tras la elección constituyente que busca encauzar nuestra propia crisis, dicho ensayo cobró especial actualidad.

Hay quienes pretenden decodificar lo ocurrido con lógicas superadas, y otros que enceguecidos con el triunfo dejaron aflorar su arrogancia olvidando que generar una nueva Constitución debe ser una tarea común. Los constituyentes están llamados a recoger no sus propias ideas, sino que aquellas que reflejen el mayor consenso nacional posible. Los dos tercios de quórum requerido como mínimo y el plebiscito de salida responden a ello.

La convivencia nacional exige colaboración y un proyecto sugestivo de vida en común. Eso es lo que se plasma en una Constitución. A la inversa, si algo evidencia de las elecciones es que la decadencia de Chile responde a que dejamos de compartir los sentimientos, necesidades o esperanzas de los demás. La ausencia de solidaridad nos pasó la cuenta. “Enojos o dificultades en tiempos de cohesión son fácilmente soportados” pero “parecen intolerables cuando el alma del grupo se ha des-integrado”, escribía Ortega y Gasset, denominando “particularismo” a “aquel estado de espíritu en que creemos no tener por qué contar con los demás. Unas veces por excesiva estimación de nosotros mismos, otras por excesivo menosprecio del prójimo”. La atrofia política condujo a este proceso de desintegración, por lo que el desafío constituyente radica en ser capaz de recuperar el espíritu unitario y común.

Esto se manifiesta también en la hipnosis electoral de cara a las elecciones presidenciales. Con poco margen para aquilatar la elección de constituyentes, se resolvieron de inmediato las precandidaturas presidenciales y sus primarias, sin realmente pensar lo que está en juego en dicha elección, ni en las elecciones parlamentarias que la acompañarán. Como debiera ser evidente, es posible que se repita lo ocurrido el pasado 15 y 16 de mayo. Ante la eventualidad que un mismo sector lidere la Convención Constituyente, el Congreso Nacional y detente la Presidencia de la República, Chile se vería enfrentado ante una enorme prueba de vocación y madurez democrática que evite el camino totalitario que algunos pretenden con descaro transitar, intentando incluso modificar los quórums acordados en la reforma constitucional que abrió camino al proceso constituyente.

Evocando a Ortega y Gasset, Chile se arrastra invertebrado, “no ya en su política, sino, lo que es más hondo y substantivo que la política, en la convivencia social misma”. Ante ello, cobra renovado valor la existencia de un Poder Judicial independiente y vigoroso que no dude en proteger los derechos de la ciudadanía en caso de que surja la tentación de avasallarlos.

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